fotografía

Los premios aplauden al fotógrafo zaragozano que retrata las vergüenzas de la humanidad

El fotoperiodista aragonés Diego Ibarra recibe galardones en España y América Latina por varios de sus proyectos de largo recorrido. 

Las fuerzas especiales kurdas buscan combatientes de ISIS y prisioneros fugitivos dentro de la casa de Nasreen (2022).
Las fuerzas especiales kurdas buscan combatientes de ISIS y prisioneros fugitivos dentro de la casa de Nasreen (2022).
Diego Ibarra

Poco podía imaginar Diego Ibarra (Zaragoza, 1982) cuando a los 12 años cogió una cámara Yashica que de mayor recorrería el planeta contratado por el 'New York Times' y por otras grandes instituciones periodísticas para inmortalizar las contradicciones de la humanidad. 

Este cronista visual, establecido en el Líbano desde 2014, ha dejado su impronta en su país de residencia, en Pakistán, en Siria, en Iraq, en Armenia, en África, en Ucrania... Su trabajo destila valentía y sensibilidad al servicio de una información crítica y veraz de guerras y conflictos, un notario contra el olvido y en favor de la memoria.  

Una admirable labor que acaba de ser distinguida con varios reconocimientos: el primer puesto en el prestigioso Premio de Fotografía Esperanza Pertusa, la nominación al Premio Gabo (Colombia) y una mención en el POY Latam, el concurso para creadores visuales más prestigioso de Iberoamérica. 

"Los premios vienen y van. Sólo queda el trabajo duro y constante. El fotoperiodismo es una forma de vida y toca seguir apostando por ella. Trabajo, trabajo, trabajo, y mucha humildad. No conozco otra fórmula. Si bien, los premios suben el ánimo y más cuando los recibes en España, que no suele ser habitual, el vivir lejos no ayuda, los premios se convierten en una ventana que puede visibilizar los testimonios que nos han regalado los protagonistas de nuestras historias. Disparamos para contar historias, para conseguir una reacción en la gente, para seguir aprendiendo y para seguir viviendo, no para postular a premios", explica.

En el caso del galardón recibido en el certamen entregado dentro del marco de Photo España, el triunfo se debe al proyecto 'Hijacked education' (educación secuestrada), que su autor define: "Se mece entre las fronteras del fotoperiodismo y el arte para crear memoria y despertar un pensamiento crítico que condene los ataques a la educación. Iniciado en 2012, documenta los ataques a la educación y sus consecuencias en países como Pakistán, Siria, Afganistán, Nigeria, Nagorno Karabaj, Iraq, Líbano, Ucrania y Colombia. La guerra no termina con el sonido final de una bala, un casquillo vacío en el suelo, una bandera que se alza. Las heridas abiertas de la guerra escriben con sangre el futuro de millones de niños y sus efectos reverberan en el tiempo".

Retrato de Daria Kechenovska, de 16 años, dentro de su escuela destruida en Ucrania (2022).
Retrato de Daria Kechenovska, de 16 años, dentro de su escuela destruida en Ucrania (2022).
Diego Ibarra

Una iniciativa que nace de una circunstancia muy íntima: "La fotografía es personal. La vida es personal. Soy hijo de profesora. Decidí empezar a desarrollar este proyecto con la intención de visibilizar esta realidad. Creo en la necesidad de trabajar proyectos a largo plazo. Si bien las portadas vienen y van, llenan el ego y la nevera, los trabajos a largo plazo permiten respirar con la fotografía, despertar pensamientos críticos, reflexionar, incomodar y desempolvar los conflictos olvidados que no tienen hueco en la agenda mediática".

Los otros dos reconocimientos certifican su aceptación en América Latina. "Recibo esas buenas noticias con sorpresa, humildad y vértigo. La fotografía es esa ventana personal que muestra realidades sangrantes a través de nuestras propias experiencias, miedos, esperanzas. Vivimos saturados de imágenes sin apenas tiempo a la reflexión. Nos perdemos en la inmediatez y en la tiranía mediática que selecciona qué vamos a consumir. Parte de mi trabajo es esa lucha contante contra la falta de memoria por eso mi estilo intenta crear iconos visuales con alma para captar la atención del espectador y despertar preguntas. Es todo un logro personal poder visibilizar mis historias en Latinoamérica, y convertirse en esa tímida ventana que muestre estas realidades soterradas. Sin imágenes, no hay memoria", celebra.

Sin duda, trabajar bajo el paraguas del 'New York Times' supone un potente proyector de su obra. "Empecé a trabajar con el 'NYT' en Pakistán en 2012. Cuando me llamaron a las 2 de la mañana no me lo creía. Sigo sin hacerlo. Trabajo directamente con ellos. Trabajar para ellos crea un efecto llamada, especialmente con fundaciones y oenegés, que te permiten poder seguir profundizando en proyectos a largo plazo. Pero lo más importante es ver cómo tu trabajo llega a millones de personas", concluye.

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