feria del libro. diálogos de autor. y 9

Severino Pallaruelo: "La literatura me da luz, reposo, gozo. Yo no le doy nada"

El escritor, que acaba de publicar 'Veintiuna noches' en Xordica, cuenta sus relaciones con la feria, sus primeras compras y su pasión por los diarios

Severino Pallaruelo hace unos días en la Feria del Libro de Zaragoza.
Severino Pallaruelo hace unos días en la Feria del Libro de Zaragoza.
A. C./Heraldo.

¿Qué le dicen las ferias del libro?

Asistí por primera vez a una en el año 1970. Tuvo lugar en la Gran Vía. Recuerdo perfectamente el libro que compré: 'El hombre y la evolución', de editorial Labor; y la sensación que me embargaba mientras paseaba entre las casetas: la de una fiesta donde uno podía pasar las horas ojeando libros variadísimos. Sigo notando lo mismo y continúo encontrando libros que me interesan, unos buscados y otros hallados por casualidad.

¿Cómo vive la Feria del Libro de Zaragoza? ¿Qué le agrada y qué le desagrada?

Ya he señalado que la vivo como una fiesta y un lujo para quienes amamos los libros, un verdadero festín, un gozo similar al que cada feria temática ofrece a los aficionados de lo que allí se expone y se vende. La vivo, también, como una fuente de información actualizada y completa, un escaparate. Son jornadas de puertas abiertas de las editoriales, las librerías e, incluso, de los autores. Me gusta el esfuerzo que todo el sector pone en la preparación de cada feria. Quizá añadiría, no sé de qué modo, algo relacionado con aspectos poco conocidos para el público: los diseñadores, los impresores y los distribuidores deberían mostrar sus procesos de trabajo para que todos pudieran valorar la importancia de los profesionales que, además de los autores, hacen posible la llegada del libro al lector.

¿Le convence el Parque Labordeta?

Sí. Creo que el emplazamiento tradicional era bueno, pero el Parque añade un entorno más amplio y abierto que invita al paseo, al descanso, a la tertulia y al comentario entre amigos de lo que la feria ofrece.

¿Una Feria del Libro inolvidable para usted como lector o como autor?

Como lector ya he señalado la primera a la que asistí. Quizá fue la más gozosa. Ahora el acceso a los libros es muy fácil, entonces no lo era tanto. El libro que compré no pareció al vendedor el más adecuado para un chico que todavía no había cumplido los diez y seis años. "¿Seguro que quieres comprar un ensayo sobre la evolución?", me preguntó. Cuando le razoné mi afición al tema me miró como si estuviera ante un marciano. Aún guardo el libro. De las que he asistido como autor podría contar muchas anécdotas, varías relacionadas con aguaceros fuertes que hicieron correr mucho, al público para escapar de la lluvia y a los libreros para proteger los libros. He participado en varias ferias en el sur de Francia a raíz de que, hace ya bastantes años, se publicara en francés mi libro de relatos ‘Pirineos, tristes montes’. Llegó una mujer que me comenzó a recitar de memoria varios párrafos del libro diciendo que por primera vez veía en letra de imprenta el mundo en el que sus padres, montañeses españoles emigrados a Francia, habían vivido durante su juventud. Aún no me había repuesto de la emoción cuando llegó un hombre, ya mayor, que recitó otros párrafos. Y todavía vino otra lectora que hizo lo mismo. Aún ahora, al narrarlo, revivo la emoción que me produjeron.

¿Qué ha firmado?

Severino Pallaruelo ha estado en Zaragoza y Huesca con una de sus novelas más ambiciosas.
Severino Pallaruelo ha estado en Zaragoza y Huesca con una de sus novelas más ambiciosas.
A. C./Heraldo.

He firmado, sobre todo, en Huesca y Zaragoza mi última novela: ‘Veintiuna noches’, editada por Xordica. Estoy contento con la respuesta que el libro, que lleva solo quince días en el mercado, está encontrando entre el público. Paco Paricio, presentador de la novela en Huesca, me preguntó a quién iba dirigida. No me lo había planteado. Miré a los que me escuchaban, más de un centenar de hombres y mujeres de una edad parecida a la mía, gente con quienes compartía el afecto a los libros entre los que nos habíamos educado; el interés por la cultura, por la conversación y por la acción; una cierta forma de entender el amor, el compromiso social, la naturaleza, el paisaje y el pasado reciente. Personas que podían identificarse con los protagonistas de mi libro, un hombre y una mujer, de unos sesenta años, que por casualidad han de pasar 21 noches en la misma habitación y que, en ese tiempo redescubren el gozo de la conversación, de la palabra y, también, de las canciones y del amor. Tras escuchar la pregunta de Paco, para responderle, volví de nuevo la vista hacia los que nos escuchaban, abrí los brazos y dije: "Es para ellos, para todos ellos".

¿Desde cuándo le importan los libros?

A los seis años comenzaron a interesarme los tebeos. Desde ellos, de forma casi imperceptible pasé a los libros, primero algunos de aquella colección donde los textos literarios se mezclaban con viñetas que, cada dos páginas, ofrecían un resumen para seguir el argumento con menos esfuerzo. Enseguida aparecieron los libros de Guillermo el Travieso y los de Enid Blyton, algunas novelas de Julio Verne o de Emilio Salgari. Y pronto, con catorce años, los clásicos españoles, El Lazarillo, Cervantes, o los autores del XX, Azorín, Unamuno y Sender. Todo ello mezclado con mucha literatura religiosa: vidas de santos y de papas, de jóvenes muy castos y de chicas que habían muerto, vírgenes, casi en la adolescencia. Era lo que nos ofrecían –Sender, no- en los colegios religiosos. Ahora me parece increíble que me tragara sin rechistar no sé cuántas obras de monseñor Tihamér Thót, pero bueno: así era los tiempos. Después he vuelto siempre a los autores que más amo: Clarín y, sobre todo, Gabriel Miró entre los españoles. Entre los extranjeros Marcel Proust me hace pasar muy buenos ratos. También los antiguos poetas chinos que se acercaron a la naturaleza del modo que amo y que no he encontrado en los poetas occidentales.

¿Cómo se convirtió en escritor y qué le da la literatura ahora?

Empecé a escribir muy temprano, por el solo placer de hacerlo. Antes de cumplir veinte años inicié la redacción de diarios, una afición que sigo manteniendo. He escrito siempre, ante todo, por afición, casi siempre sin intención de publicar lo que escribo, aunque mucho de lo escrito haya acabado en la imprenta. La literatura me da luz, reposo, gozo. Yo no le doy nada: solo tiempo de placer, ningún esfuerzo, sueños, entretenimiento. Le debo mucho, no me debe nada. Quiero seguir así: escribiendo para descubrir, para soñar y para disfrutar, para sacar algo que llevo dentro y que mana felizmente. Sí además alguien lo lee y goza, miel sobre hojuelas.

¿Cuáles son los autores que siempre tienes cerca?

Tres ante todo: Rosalía de Castro, Clarín y Gabriel Miró. Encuentro en ellos a mis maestros: una manera de escribir, de ver y de sentir que me parece redonda, insuperable cada uno en su terreno.

¿Cómo ve el fenómeno de las letras aragonesas en el siglo XXI, qué le ha conmovido o interesado?

Ha sido una eclosión inesperada y magnífica, variada en sus frutos y en sus intenciones, en sus puntos de vista y en su alcance. No somos ya solo objetos de miradas, con frecuencia miopes o estrábicas, de autores foráneos: nos vemos capaces de narrar lo que nos concierne. Me interesa todo, aquí hay sitio para todo y para todos: novela negra y novela romántica, novela histórica, costumbrista, dramas sanguinarios y textos de enorme análisis psicológico, libros de viaje, ensayos de todo tipo, monografías artísticas… En Aragón llevamos varias décadas en las que nuestra producción resulta desbordante. A esta producción corresponde también un incremento grande de lectores, sobre todo de lectoras. Los clubs de lectura me parecen un fenómeno sumamente interesante y novedoso por la amplitud de su extensión no solo en el mundo urbano sino también en el rural: quizá sea lo más potente que hemos visto en los últimos diez años en nuestro territorio dentro del campo cultural.

Los Premios de las Letras Aragonesas pasaban bastante inadvertidos. Se dice el nombre del premiado y se convoca un acto, y ahí acaba todo. ¿Qué propondría usted, qué podríamos hacer?

Creo que los galardones de tipo literario, dentro del comedimiento y la prudencia que para mí van asociados al pensamiento y a la creación en el terreno literario, deben asociarse también con actos muy bien planificados, ejecutado y difundidos. Hablo de escenografías y de participantes, de dignidad y de seriedad: ha de cuidarse mucho todo esto. No creo que deba aspirarse a una fiesta para competir con otros premios relacionados con sectores que encuentran en el espectáculo su razón de existir. El Premio de las Letras ha de ser otra cosa. Elegancia, frescura y difusión.

No sé si es mitómano. ¿Quiénes son los personajes de ficción que más le han marcado? ¿Qué busca en la literatura ajena?

'El Lazarillo', 'Don Quijote', 'La Regenta'. En la literatura ajena busco, ante todo, que avance con limpieza y soltura, como el agua de un río en la montaña, no como un espino arrastrado por el barro.

Recomiéndanos de tres a cinco libros más o menos recientes para la Feria. 

Uno de naturaleza: ‘Las maravillas naturales de los Pirineos’, de Eduardo Viñuales. Uno de relatos: ‘Castigado sin dibujos’, de Julio José Ordovás. Uno de historia: ‘14 de abril’, de Paco Cerdá. Y tres novelas: ‘La vida de Ángela’, de Sol Otto; ‘Fuego frío’, de Félix Teira, y ‘Puente de Hierro’, de Miguel Mena.

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