El Arzobispado de Zaragoza dialogará con Yale para recuperar los manuscritos

Carlos Escribano anuncia que tanto él como el Cabildo llegarán "hasta donde se pueda para lograr que vuelvan".

El arzobispo de Zaragoza, Carlos Escribano, este martes en el palacio arzobispal.
El arzobispo de Zaragoza, Carlos Escribano, este martes en el palacio arzobispal.
Toni Galan

El Cabildo catedralicio y el Arzobispado de Zaragoza van a iniciar de inmediato las gestiones y los contactos con la Universidad de Yale para explorar la posibilidad de que los manuscritos e incunables que conserva entre sus fondos, procedentes del famoso expolio de la biblioteca de la Seo en los años 50 del siglo pasado, vuelvan a la capital aragonesa.

"Soy zaragozano y en mi casa siempre se ha respirado un gran ambiente cultural -relataba ayer el arzobispo, Carlos Escribano-. Por eso recuerdo haber oído hablar de este tema cuando yo era muy joven. Pero las últimas informaciones me han sorprendido por cuanto que desconocía el volumen y la importancia de lo que se robó en la biblioteca. Estamos hablando de obras, como es el caso de algunos manuscritos griegos, que son únicas en su género, y muchas de ellas tienen importancia mundial. Son testimonios culturales que nunca debían haber abandonado la biblioteca de la catedral y nuestro deber es hacer todo lo posible para que regresen".

Ha sido un investigador escocés, John Paul Floyd quien, al estudiar el famoso Mapa de Vinlandia, que pretendía confirmar que los vikingos habían descubierto América antes que Colón, no solo llegó a la conclusión de que el mapa es falso, sino de que había sido dibujado por manos expertas sobre unas páginas en blanco procedentes de uno de los volúmenes robados de la biblioteca de la Seo.

Ofrecimiento de devolución

Este caso se remonta a la década de los años 50 del siglo pasado, cuando un librero de origen italiano, Enzo Ferrajoli, expolió la biblioteca de algunas de sus joyas más destacadas, en connivencia con dos religiosos. Aunque las cifras difieren según la fuentes, en el juicio se estableció que el volumen de lo robado era de 583 volúmenes con 761 obras encuadernadas en ellos. Aunque no era el objetivo final de su investigación, John Paul Floyd investigó el destino final de los libros robados, y los encontró en las bibliotecas de tres universidades norteamericanas (Yale, Duke y Pensilvania), dos británicas (Oxford y Cambridge), la British Library, la Biblioteca Bartolomé March, el Instituto de Estudios Medievales de Toronto y la abadía de Montserrat.

En octubre pasado, en un encuentro digital organizado por la Beinecke Library de Yale, uno de sus responsables, Raymond Clemens, al hablar de la procedencia del Mapa de Vinlandia y de los robos de la Seo, aseguró que la institución estaba dispuesta a "devolver cualquier manuscrito que Zaragoza nos reclame".

Este martes, el arzobispo de Zaragoza, Carlos Escribano, recogía con satisfacción el ofrecimiento. "La idea que llevamos, desde que hemos leído esas declaraciones, es la de dar todos los pasos posibles para llegar a un entendimiento. Sé que el Cabildo, como máximo responsable de las catedrales, ha decidido ya tratar el asunto en su próxima reunión. Y la archidiócesis va a trabajar también para ver qué puede hacerse porque nuestra intención es llegar hasta donde se pueda para lograr que vuelvan".

El primer paso va a ser contar con asesoría legal, aunque en principio parezca una vía muerta. "Vamos a asesorarnos bien, obviamente, aunque parece claro que dado el tiempo transcurrido desde el robo, en torno a los 70 años, el tema ya ha prescrito -añadía el arzobispo zaragozano-. Sólo desde la buena fe, el entendimiento y la razón se podrá conseguir que esos manuscritos e incunables regresen a Zaragoza. Y en esos términos vamos a establecer los contactos y las conversaciones. Aportaremos la documentación que nos pidan. El ofrecimiento parece sincero y también hay precedentes, por parte de algunas instituciones donde han acabado los libros robados, de haber devuelto piezas a sus dueños legítimos".

Carlos Escribano subraya que un robo como el cometido el siglo pasado hoy sería imposible. "La conciencia social sobre la importancia del patrimonio histórico en las últimas décadas ha crecido mucho -aseguraba-. Y se ha invertido en medidas de seguridad, lo que desde hace tiempo se ve ya no como gasto sino como una magnífica inversión. Todo el mundo es consciente de que ese tipo de materiales debe ser consultado y estar al alcance de todos, y por eso se han extremado las medidas".

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