letras aragonesa. artes & letras

El peso de la máquina de escribir: Julio José Ordovás ahonda en su memoria de niño rural

El escritor y columnista evoca su infancia y adolescencia en Belchite y la revelación que significó Zaragoza en su novela 'Castigado sin dibujos'

Julio José Ordovás, aquí en la Biblioteca Ricardo Magdalena, se zambulle en su memoria de niño rural, que se traslada a la ciudad.
Julio José Ordovás, aquí en la Biblioteca Ricardo Magdalena, se zambulle en su memoria de niño rural, que se traslada a la ciudad.
Oliver Duch.

Chusé Raúl Usón, denodado editor de Xordica, busca cada día con mayor empeño la consistencia de su catálogo. Sabe que la novelación raquítica de las historias de detectives que persiguen el Santo Grial suena a mentira de cartón. Con la publicación de ‘Castigado sin dibujos’, de Julio José Ordovás, uno de esos escritores que no posan para la entrevista, sube un peldaño más la calidad de sus títulos. Las fotos las deben de hacer los lectores a las páginas de sus libros. Qué triste estar más potente en la fotografía de la solapa que en la densidad del relato. Qué pena y qué pesadez.

Lo que uno escribe va indisolublemente unido a lo que uno es. Un joven Ordovás se introdujo en el parque cultural como un torbellino de cristales. Horrorizado por las poses de algunos escritores se atrevió, en un apoteósico artículo en la revista ‘Rolde’ (2002), con el mapamundi literario aragonés, admirando a unos, lesionando a otros y no mencionando a los que más se enfadaron. Usón le publicó en Xordica, poco después, ‘Días sin día’ (2004), quizá aprovechando aquella breve tormenta o quizá percibiendo, como otros percibimos, las abundantes joyas que entre la maleza allí se escondían: «dice más sobre alguien el modo en que se pone la bufanda que mil páginas de su diario íntimo».

Él quería ser un detective, con libreta y lupa incluidas, que investigaba los secretos que guardaban las casas y los habitantes de su pueblo

Por entonces Ordovás escribía en la ovetense revista ‘Clarín’, de la mano de su editor José Luis García Martín, tan polémico como fino olfateador de la literatura armada. Allí publicó reseñas de sus lecturas, entrevistas y cosas suyas sueltas: «¿Por qué de noche estoy siempre más despierto, y más acompañado, estando dormido y solo?». Luego lo hará en ‘El País’ hablando de escritores y de paisajes. Cocido en esos menesteres del periodismo cultural dará a la luz sus dos trabajadas novelas, en Anagrama: ‘El Anticuerpo’ (2014) y ‘Paraíso Alto’ (2017). Recibidas con emoción por la crítica, traducida y muy reseñada la primera en Francia, extrañas y sencillas a la vez. Pero en Anagrama comenzaba a pesar más el mercado que la solidez literaria. Quizá Ordovás no puso en la solapa la foto más pertinente.

Ordovás es un especimen tranquilo cuya dieta han sido y son los libros. Defiende que el papel consumido debe ser devuelto a la sociedad. Y añade la necesaria observación del mundo. Mira y ve a la señora que barre la puerta de su tienda, levanta la vista cuando una paloma emprende el vuelo y la sigue hasta que se posa en el alfeizar de una ventana. Luego es capaz de imaginar lo que esa paloma acaba viendo en el interior de esa casa o, sin imaginar nada, se limita a reflejar el ruido de su vuelo en la ciudad que amanece. De eso iba ‘El peatón sentimental’ (Xordica, 2022), donde Ordovás camina y piensa una ciudad que debe escribir porque muchos de sus ciudadanos somos incapaces de verla: «Plazas con iglesias apuntaladas en sombras. Plazas sin una sombra donde cobijarse. Plazas en las que se remansa el oleaje furioso de la ciudad. Plazas en las que se vuelven locos los semáforos».

Si en ‘El peatón sentimenta’ hablaba de Zaragoza y de él mismo, en 'Castigado sin dibujos' habla del pueblo de donde vino y sugiere hacia dónde va el escritor. Paisajes que parecen personas se confunden con personas que forman parte del paisaje. Da cuenta de lo que pesa una máquina de escribir en manos de un niño, revela que un niño puede ser tan perspicaz como un adulto, y retrata los deseos que le consumieron. Él quería ser un detective, con libreta y lupa incluidas, que investigaba los secretos que guardaban las casas y los habitantes de su pueblo.

Uno de los ejes de este libro es el monumento que levantó Mark Twain con sus ‘Aventuras de Tom Sawyer’ y ‘Huckleberry Finn’. Ordovás traslada de las orillas del Misisipi a los alrededores de Belchite a algunos de sus personajes. Y no desentonan nada porque los niños de todo el mundo constituyen una sola nación antes que los nacionalismos los enfermen. Y los «correctos» los corrijan. Poco que corregir en un libro sólido y formidable de un escritor maduro y sin trampas.

FICHA

'Castigado sin dibujos'. Julio José Ordovás. Xordica. Zaragoza, 2023. 136 páginas.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión