Adriana Ugarte: "Me da mucha seguridad salir fea, no voy al cine para verme en plan chica Bond"

Da vida a Matilde en la oscura y violenta 'Lobo feroz', una mujer rota que acaba secuestrando al sospechoso de la muerte de su hija.

Ugarte en la película 'Lobo feroz'
Ugarte en la película 'Lobo feroz'
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Más de dos décadas lleva Adriana Ugarte (Madrid, 38 años) metiéndose en la piel y en la vida de otras personas. Y, sin embargo, jamás había encarnado a nadie como Matilde, la mujer rota a la que da vida en 'Lobo feroz', la cinta dirigida por el uruguayo Gustavo Hernández, un remake de un filme israelí, que este viernes llega a la cartelera española. "Es la primera vez que un personaje es capaz de llegar tan lejos", dice. Es cierto porque tras la aparición del cadáver de una niña sin cabeza, Matilde decide secuestrar al principal sospechoso (Rubén Otxandiano) que maneja la policía para intentar que cante. Un thriller intenso, lleno de violencia y con toques de humor negro, que lleva a los personajes al extremo y que hace que el espectador se pregunte qué estaría dispuesto a hacer por un ser querido.

-¿Cuántas entrevistas lleva ya?

-No sé, como veintipico.

-¿Y de qué pregunta está más harta? Intentaré no hacérsela.

-Me la vas a hacer (ríe). Seguro. No sé, no estoy tan harta de las preguntas, me harto más de mis respuestas porque intento salir de lo que ya he contado, pero es verdad que lo que ya has contado se lo cuentas a un medio distinto, con un público distinto. Este es mi trabajo y estoy bien, gracias.

-¿Qué es lo que le atrapó del proyecto?

-Me atraparon los personajes y que es una película que no perdonaba a ninguno de ellos y se atrevía a mostrar, más o menos reprimido, el lobo de todos ellos. Me gustaba lo salvaje de Matilde, eso es lo primero que me enamoró. Era la primera vez que un personaje que interpretaba a partir de una tragedia fuera capaz de llegar tan lejos. Eso me encantaba. Y que fuera una peli que se atreviera a ser irreverente y a introducir el humor negro en momentos tan duros, difíciles y violentos.

-¿Cómo se construye un personaje así, tan roto, oscuro y sádico a veces?

-Yo no la definiría como sádica. Sí es un personaje muy roto y la construyo primero a partir de una biografía personal real, que vemos como espectadores desde que es niña, es la primera vez que tiene que reaccionar ante un hecho abominable y sacar a su lobo feroz para hacer justicia. Ahí no lo piensa, es una niña, además involucra a un ser querido, que va a ser su héroe a lo largo de toda la película. Este punto de partida, en una niña tan pequeña, con una familia desestructurada, en un ambiente tan marginal. Es muy difícil, porque pasa de reformatorio en reformatorio, la cárcel, las drogas. Al final el personaje maneja un lenguaje del que es muy difícil escaparse y lo construyo a partir de eso, de los traumas, de los objetivos, del motor que le mueve a Matilde. A Matilde le mueve dignificar el dolor y poder dar un entierro digno a lo que queda de su hija y para eso necesita juntar sus piezas.

-Esa forma tan peculiar de Matilde de caminar, tan encorvada, y de relacionarse con el mundo. ¿De dónde surgió?

-A mí me gustaba que no solo fuera una propuesta formal arriesgada, sino que esta propuesta física tuviera que ver con un mapa de traumas interno y a partir de esos traumas pues que se dibujaran en el cuerpo, como sucede con las contracturas cuando somatizamos.

-¿Fue idea suya?

-Sí. Trabajé el personaje con Elvira Mínguez, gran actriz y una magnífica coach, y tomamos la decisión de no caer en la seducción, ni física, ni sexual, ni desde la inteligencia, ni desde la pena, alejarnos completamente de eso y crear un animalillo que no fuera hombre ni mujer y viajara a la deriva, guiada por una obsesión. Y a partir de ahí, a medida que el rodaje avanzaba, se me fueron ocurriendo elementos y tics nuevos que podían incorporarse y que casaban con lo rodado. Matilde fue creciendo a lo largo de la película.

-¿Qué sintió cuando se vio en el espejo caracterizada por primera vez?

-Me impresionó, me daba muchísimo respeto y me imponía, y a la vez sentía mucha fuerza, la fuerza de un animal que está fuera de toda definición y que no tiene nada que perder.

-¿Y cuando la vio en la gran pantalla?

-Me daba muchísimo miedo ver 'Lobo feroz'.

-¿Genera inseguridad eso de salir fea?

-Al revés, muchísima seguridad.

-La cinta tiene bastante humor negro, ¿fue muy difícil no perderse en ese fino equilibrio?

-¿Sabes qué pasa? Yo en mi caso no trabajé el humor en ningún momento, por eso me extraña que en ciertos momentos como espectador te partas de risa con Matilde, porque era todo muy en serio, lo que pasa es que la violencia está tan acentuada que surgen momentos de descompresión necesaria para la mente.

-Hay momentos muy escabrosos y violentos en la cinta. ¿Es de las que se tapa los ojos como espectadora?

-No, me tapo los ojos con películas de temática paranormal, pero en este caso yo creo que me lo gozo (ríe).

-He leído que hacía un ritual antes de cada secuencia.

-Sí, se ritualizaba mucho. Además de que el personaje tiene un ritual y un plan, yo como actriz tenía también un ritual. Para meterme en este cuerpo de Matilde, que era tan alejado al mío, necesitaba tomar contacto con todas las partes de su cuerpo que son distintas a las mías: desde las cejas, la boca, el movimiento de la mandíbula, la espalda, las manos, las rodillas, las piernas. Volver a tocar cada punto de Matilde me agarraba mucho al presente de la acción.

-Y un personaje así, ¿una lo acaba entendiendo y justificando?

-No necesitaba justificarla. La elegía, la quería y quería ser ella.

-A lo largo de su carrera, ¿cree que el físico le ha encasillado de alguna manera?

-Bueno, creo que no me ha encasillado porque he tenido la suerte de tener directores, como en el caso de Gustavo, que me han permitido transformarme, pero creo que es una industria que tiende a embellecer a la mujer y a resaltar los atributos que tengan que ver con el concepto de belleza. Creo que hay que dar un salto y querer desmarcarte de esto y decir: 'Es que no voy al cine para verme en plan chica Bond, es que quiero contar una historia'.

-¿Y por qué cree la industria tiende a ello?

-Creo que el patriarcado se retroalimenta a través de la cultura y creo que se siembra el miedo entre las mujeres a no estar bella, a no gustar, a no ser elegida por el macho reproductor, que viene mucho de la biología y de los animales también, ¿eh?, a no ser especial, a envejecer. Hay todavía mucha esclavitud. La belleza esclaviza mucho a la mujer y es decisión de una decir: 'Esto es un vehículo, un envase, me ayuda para muchísimas cosas porque puedo correr, nadar, me puedo relacionar, puedo hacer mi trabajo, pero esto no me define y esto se corrompe'.

-A la hora de escoger los papeles que acaba defendiendo, ¿tiene alguna preferencia?

-Me gustan los desafíos, personajes que me desafíen, que sean complejos, que a la primera me cueste leerlos, personajes que me confronten con mi realidad. Y no suelo juzgar precisamente a los más malos, sino a los mejores, a los salvadores los juzgo mucho más. Esos personajes me gustan porque me enriquecen mucho como persona, me hacen revisar todo el sistema de prejuicio que todavía manejo, entonces me ayuda a romper y a seguir rompiendo.

-¿Se puede trazar un plan a la hora de 'diseñar' una carrera como actriz?

-Lo he tenido y he visto que no funciona. Un personaje no te lleva a otro y un tipo de proyecto tampoco. Decir que sí a una peli comercial no significa que luego te vayan a decir que no a una peli independiente. Creo que es bonito comprometerse con los personajes a los que dices que sí y hacer lo mejor.

-A Carolina Iglesias y Victoria Martín, las responsables del pódcast 'Estirando el chicle', les recomendó una de las invitadas que no pararan mientras tuvieran curro. ¿Se ha sentido obligada a veces a seguir por lo que pudiera pasar?

-Desde el principio que hice 'La señora', que fue una serie que en su momento triunfó muchísimo, cuando no se hacía serie de época, y de hecho la tele entonces no estaba vista como ahora, estaba bastante marginada y 'La señora' llegó como un producto que se recibió con mucho cariño. Y ahí todo el mundo me decía: «Buah, qué momentazo, aprovecha, tienes 21 años». Y dije no. Yo voy a mi ritmo, yo no quiero comerme el mundo, yo quiero vivir a la larga de esta profesión y no me quiero quemar, no.

-¿Se pierde en algún momento el miedo al año en blanco?

-Creo que en esta profesión es importante crearte una vida personal rica porque hay muchos momentos de temporadas largas sin trabajar. Luego también, diré a mi favor y para ser justa con mi profesión, que esta es una profesión que te permite ahorrar. No es lo mismo estar en blanco para una persona con otra profesión. Nosotros ahorramos. Y si haces algún protagonista puedes ahorrar y puedes estar muchos meses sin trabajar. Sí es una profesión que crea inseguridad y se crea porque cuantos más meses estás sin trabajar, menos te ven y eso hace que cada vez cueste más que te llamen, el tiempo va sumando. Eso sí, a veces lo hace en contra y a veces a favor porque luego la aparición es esperada y cálida. A mí me parece que está bien no empachar al espectador estando ahí todo el rato.

-¿Le gustaría dar el salto a Hollywood?

-No necesariamente, no es un deseo.

-¿Qué hubiera sido si no se hubiera dedicado a la interpretación?

-Veterinaria.

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