Tom Hanks, el gruñón
Los comportamientos habitualmente desagradables, propios de alguien amargado, tienen causas de fondo. El dolor por la ausencia determina el carácter malhumorado y gruñón descrito en ‘El peor vecino del mundo’, nueva adaptación de la novela de Fredrik Backman, ya llevada al cine en la película sueca ‘Un hombre llamado Ove’ (Hannes Holm, 2015). La historia se construye sobre el clásico cambio interno que llega por interacciones que rompen los esquemas personales, evolución que afecta a un viudo cuando una familia se muda a la casa de enfrente.
El planteamiento transparenta el tipo de desarrollo que va a producirse, una base predecible y con elementos funcionales que no lastra la conexión gracias a la efectividad de los momentos de intensidad dramática y del humor propiciado por el perfil y por el medido punto de negrura (los intentos de suicidio frustrados). La eficacia reposa a su vez en lo que Tom Hanks, a sus 66 años y en su actual etapa interpretativa, aporta al retrato.
Esta versión estadounidense la firma Marc Forster, hombre de industria y de trayectoria variada como indican ‘Monster’s Ball’, ‘Descubriendo Nunca Jamás’, ‘Tránsito’, ‘Quantum of Solace’ y ‘Guerra Mundial Z’. El director se muestra atinado en los detalles formales que aplica al introducir los recuerdos que asaltan en medio de la situación presente, expuestos de manera bonita y con significado. Su incidencia resalta el hecho de que el mundo acabó para Otto cuando su mujer falleció. En el cauce de evocación también laten cuestiones como la de seguir viviendo y la de hallar un propósito.
La obra, que podría haber depurado su duración, acierta al centrarse más en la relación con la nueva vecina (rol adscrito al arquetipo de mujer latina y que sorprende por la actuación de Mariana Treviño) y no tanto en el cariño hacia las niñas. El encadenado emocional asoma en el tramo final, que no obstante ejerce la implicación buscada.
