HERALDO DOMINGO. OCIO Y CULTURA

Adiós a 2022 o el año en el que aprendimos a llorar por Ucrania y los nuestros

Una visión impresionista de la actualidad y una mirada cargada de ilusiones hacia el futuro

El nuevo telescopio espacial James Webb capturó un paisaje exuberante, los Pilares de la Creación, donde se forman nuevas estrellas.
El nuevo telescopio espacial James Webb capturó un paisaje exuberante, los Pilares de la Creación, donde se forman nuevas estrellas.
Space Telescope Science Institute Office of Public Outreach

El año en que Messi, por fin, venció cualquier reticencia y se instaló para siempre en el corazón convulso de Argentina, se despedía Pelé, el hombre que había hecho lo inverosímil antes de que aparecieran Cruyff, Maradona y el propio Messi. Durante años, Pelé fue el símbolo del puro juego: como un flautista o un mago se atrevió con todo. En el fútbol, donde fue el monarca de la alegría y el embrujo, en la política, donde no le fue también, y en las cosas de la vida corriente: amó a la adolescente Xuxa y divulgó la viagra.

Pelé, como saben, estuvo en Zaragoza y le pidió a su amigo Darcy Silveira ‘Canario’, que aún vive y recuerda, que le llevase a una tienda de armas a comprar municiones. Lo hizo, y también estuvieron en el Pilar, y contemplaron desde los ventanales del Corona de Aragón la colmena de tejados y el jardín aéreo de las torres mudéjares de Zaragoza. En el verano de 1974, Pelé abrazó a Perico Fernández y Violeta: el primero también ha resucitado este año en un libro de sus combates con Saensak Muangsurin, en la imaginación febril de Octavio Gómez Milián y en un proyecto de documental de Lucas Castán. Y Violeta, el mariscal mayor de Torrero y sus afueras, se fue antes de cumplir un nuevo sueño: ver al Real Zaragoza de sus amores en Primera División, donde lo entrenó Txetxu Rojo, el ‘polvorilla’ de finísimo golpeo y el entrenador educado, que casi lo hizo campeón de Liga. Bien se ve, el fútbol da para mucho. Guste o no guste, está cosido a nuestra educación sentimental.

En estas tierras del llano y de la serranía, de los humedales y del monte majestuoso, para algunos por ahí –en estos laberintos de la emoción– también anda la jota: este fue uno de sus años mayores con el Gobierno de Aragón al frente, algo más rutinario que imaginativo porque la máquina de la burocracia es densa y ostentosa; se ha pedido por activa y por pasiva que se le considere ya de una vez Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco (como lo es ‘Los olvidados’ de Luis Buñuel). Pepe Melero y otros recordaron al cantador ilustrado Jesús Gracia y Pepe le dedicó sus primer libro de ficción, y además ilustrado: ‘Campeón de campeones’. Marta Vela recordó que la jota está en los hilos invisibles de la música clásica europea y se supo que hubo una mujer como Pauline García Viardot que la popularizó, y lo hizo con su belleza, su canto y sus partituras, y con la pasión convulsa que le permitía vivir con su marido, traductor del Quijote al francés, y con su amante Ivan Turgueniev. Ya de paso, cuando se le acababan los días al 2022, se supo que el Nobel voluptuoso Mario Vargas Llosa partía peras con esa musa sofisticada e ignota que es Isabel Preysler. Carne de ficción.

Y Violeta, el mariscal mayor de Torrero y sus afueras, se fue antes de cumplir un nuevo sueño: ver al Real Zaragoza de sus amores en Primera División,

Este ha sido el año de la guerra de Ucrania y de muchos temblores en el planeta. Hemos vuelto a visualizar la tan temida Tercera Guerra Mundial, aunque al final vemos que ideología e ideales hay pocos: casi todo se reduce a la posesión, al dominio y a las flores de dinero que dan el gas y la electricidad. Hemos vuelto a hablar de cambio climático, de ecología, de las energías renovables (y al final parece que casi todo se reduce a esa invasión de aerogeneradores. Aquí necesitamos un augur que nos ayude a entender qué sucederá o a dónde vamos). El mundo, a veces, se convierte en un lugar siniestro. 

Se fueron Javier Marías (de saber que era tan amado, quizá no se habría muerto) y Almudena Grandes, y nos dejó una profecía y una advertencia contra el populismo en la novela ‘Todo va a mejorar’ (Tusquets), y un buen puñado de los nuestros: cuatro poetas como Ángel Guinda, José Luis Rodríguez, José Luis Alegre Cudós y Encarnación Ferré; el pintor José Luis Lasala. Partió y nos legó un dolor indeleble Eloy Fernández, con quien tanto queríamos. Luz Gabás ganó el Planeta, Pilar Palomero una considerable cantidad de premios Goya, etc.

Y al final de los días, también la RAE eligió como palabra del año ‘Inteligencia artificial’. Disculpen lo que parece una broma personal. No lo es. Pensé antes que en nada o en nadie en Mariano Gistaín, que lleva años, años y años dándole vueltas a este asunto. Antes de que los móviles nos hablaran, antes de que un chip nos controlase los sentimientos, él ya escribía de ello. Siempre ha mirado hacia las estrellas y las constelaciones, que encarnan lo posible y lo imposible.

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