El Museo de Orleans redescubre en la cartuja de Aula Dei siete obras maestras de la pintura francesa

Realizadas por Jean Bardin en el siglo XVIII, se exponen ahora en Francia por primera vez al público.

Dos de las pinturas de Jean Bardin, tal y como se exponen en la exposición inaugurada en el museo.
Dos de las pinturas de Jean Bardin, tal y como se exponen en la exposición inaugurada en el museo.
Museo de Bellas Artes de Orleans

“Son de enorme calidad y podrían estar expuestas en el Louvre o el Prado”. Son palabras de Frédéric Jimeno, profesor asociado de la Université París 1 y comisario de la exposición ‘Jean Bardin (1732-1809). Le feu sacré (‘El fuego sagrado’)’. La muestra ha sido inaugurada recientemente en el Museo de Bellas Artes de Orleans e incluye un ‘descubrimiento’: siete pinturas de grandes dimensiones, calificadas como obras maestras por los especialistas, que pertenecen a la cartuja de Aula Dei y que son completamente desconocidas por el público. Se exponen por primera vez.

“Las pinturas, que representan los siete sacramentos, llegaron a Zaragoza en 1905, se colocaron en el refectorio y se olvidaron completamente –relata Jimeno, historiador del arte francés, nieto de Arsenio Jimeno, consejero de Instrucción Pública del Consejo de Aragón durante la República–. Hay estudios franceses que decían que se habían perdido, y así lo creíamos hasta que en 1986 Jesús-Rodrigo Bosqued publicó su libro sobre la Cartuja de Aula Dei y reveló que estaban allí”.

Posteriormente el propio Jimeno les dedicó un artículo especializado en la revista ‘Artigrama’. Y poco más. Que hayan estado en la cartuja, aislados del mundo, ha hecho que sean unos completos desconocidos en Aragón y España. Y ni siquiera el adiós al monasterio zaragozano por parte de los cartujos ha mejorado la situación: el refectorio no se incluye dentro del recorrido cultural que la comunidad Chemin Neuf ofrece actualmente por el conjunto y, por tanto, el visitante no los ve.

“En el Museo de Bellas Artes de Orleans hemos dedicado una sala completa a estas pinturas y el público se queda con la boca abierta cuando llega allí. Son verdaderamente espectaculares, conjuntos de este tipo no existen”, añade Jimeno.

Una novela de aventuras

‘Los siete sacramentos’ de Jean Bardin constituyen el núcleo de la exposición, en la que se trabaja desde 2016 y que puede visitarse hasta el próximo 30 de abril. Y hasta tal punto son su núcleo que no se han escatimado esfuerzos para que viajaran a Orleans. Cada una de las siete escenas mide 485 por 216 centímetros, dimensiones a las que hay que añadir las de sus marcos, y los dos conservadores del museo francés que viajaron a Zaragoza para hacerse cargo de las pinturas se encontraron con que no podían salir porque no cabían por la puerta del refectorio. Hubo que desmontar la puerta para poder sacarlas y subirlas al camión.

¿Cómo llegaron esas siete obras maestras de la pintura francesa a Zaragoza? El recorrido es prácticamente una novela de aventuras. Bardin se inició muy pronto en el arte y estudió pintura en París y en la Academia de Francia en Roma. “Su currículum es completamente clásico, convencional –explica Frédéric Jimeno–. Tras los cuatro años de estudio y trabajo en el Palacio Manzini de Roma, regresó a Francia y empezó a recibir encargos de pintura religiosa. En 1768, por ejemplo, realizó un monumental cuadro de altar para la catedral de Bayona (sobre el tema de ‘La educación de la Virgen’). También participó en grandes exposiciones en París, donde triunfó con sus dibujos, que eran obras acabadas, no bocetos o preparaciones para pinturas de mayor envergadura. Tuvo tanto éxito que los nobles más destacados de su época le compraban obras; Alberto de Sajonia, por ejemplo, adquirió seis de sus dibujos”.

Fruto de su éxito fue un encargo muy especial: en 1780 los cartujos de Valbona, al norte de Nimes, le contrataron siete grandes óleos, uno por sacramento, para decorar su iglesia. “El último de los lienzos llegó a esa cartuja en 1790, ya en plena Revolución”. Ese decenio de conflictos sociales y políticos podría haber acabado con las pinturas, pero afortunadamente no fue así. La orden religiosa vendió la cartuja, la iglesia cerró sus puertas y, como el edificio estaba nuevo, no se tocó. “A comienzos del siglo XIX las autoridades tomaron la decisión de vaciar la iglesia y los cuadros se llevaron a la catedral de Nimes –dice el historiador del arte–. Y en 1853 se decidió reestructurar el patrimonio de la catedral, despojándola de elementos barrocos para poner en valor lo gótico. 

Los cuadros sobraban. Paralelamente los cartujos habían recomprado su antiguo edificio, así que se hicieron cargo de ellos y los reinstalaron en la iglesia. Pero en 1901 el Parlamento francés promulgó una ley contra las congregaciones religiosas, que provocó el cierre de las 10 cartujas de Francia, y la comunidad se vio obligada a emigrar: compró Aula Dei, que en ese momento estaba ya abandonada. Se instalaron en el edificio zaragozano en 1903 y poco a poco lo fueron restaurando y trayéndose el mobiliario y las obras de arte que tenían en Francia”. Y así, en 1905, llegaron ‘Los siete sacramentos’ de Bardin.

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