"Los castillos dejan al morir un bonito cadáver"

El escultor y dibujante Miguel Sobrino desgrana en un libro las biografías desconocidas de las fortalezas de España.

El milenario castillo de Loarre (Huesca) está considerado como la mejor fortaleza románica, del siglo XI, conservada de Europa. El pasado mes de mayo fue elegido por los seguidores de la cuenta de Instagram de Lonely Planet como el más bonito de España
El milenario castillo de Loarre (Huesca) es uno de los ilustrados por el escultor y escritor Miguel Sobrino.
Pablo Segura

Dominan los cerros, coronan los pueblos, vigilan puentes y senderos... en España se podría gritar 9.000 veces eso de ¡Ah del castillo! (o ¡ha del castillo!, como se decía en castellano antiguo) pues son todos esos los recintos amurallados, fortines, ciudadelas o atalayas que existen en nuestro país. El escultor y escritor Miguel Sobrino (Madrid, 1967) no los ha recorrido todos, pero sí un buen puñado ("diría que varios cientos") e incluso los ha dibujado. Esos bocetos, más de 400, ilustran 'Castillos y murallas' (La Esfera de los Libros), un volumen de más de 800 páginas con las biografías desconocidas de las imponentes y misteriosas fortalezas de España. Con su publicación, Sobrino cierra su monumental trilogía sobre las grandes obras arquitectónicas del patrimonio histórico español, que inició con las catedrales y prosiguió con los monasterios patrios.

El autor, que es profesor de cantería en la Escuela de Arquitectura de Madrid, se ha propuesto, en esta última entrega, subrayar la aportación de los castillos a la arquitectura por lo que no se recrea tanto en puntos de vista más recurrentes, como su vinculación a los lances bélicos o como escenario de cuentos y leyendas. "Se trata de intentar comprenderlos como organismos arquitectónicos en su completa y coherente anatomía", explica Sobrino, que se detiene en esos lugares interiores de la vida cotidiana de las fortalezas, donde quienes los habitaban, o los defendían (señores de la nobleza e incluso reyes que los convirtieron en residencias blindadas), dormían, gozaban, pasaban las horas, se calentaban, almorzaban o hacían sus necesidades.

Desde los impresionantes castillos de Loarre y Olite hasta las inexpugnables murallas de Ávila o Lugo, pasando por auténticos palacios fortificados como la Alhambra, Sobrino disecciona la historia de estos alcázares, su influencia en lo social, económico y cultural, y su rol como grandes centros de poder.

Adaptados al paisaje

"Los castillos tienen muchas cosas que enseñarnos, por ejemplo, su capacidad de asentarse en el paisaje sin destruirlo, adaptándose al territorio, incluso mejorándolo", ilustra el autor, que encuentra fascinante el patrimonio castillero español. "Tenemos una variedad sin parangón. No creo que haya otro país donde puedan encontrarse fortalezas prehistóricas, murallas romanas, otras medievales (tanto cristianas como islámicas), modestas atalayas y lujosos alcázares reales, castillos renacentistas, fortalezas artilleras... Algunos son además ejemplos únicos a nivel europeo; basta recordar el califal de Gormaz o el románico de Loarre, la muralla de Ávila, la Alhambra, el Alcázar sevillano, la ciudadela de Jaca, el castillo de San Fernando en Figueras.", enumera.

No se cansa el autor de glosar las atalayas, torres, fortines y murallas de piedra que se levantan sobre la piel de toro, pero siente debilidad por el castillo de Molina de Aragón, en Guadalajara, "impresionante por fuera y que conserva interiores civiles genuinos del siglo XIII", el de Valderrobres, en Teruel, por su carácter palatino y su papel en el conjunto urbano, y el almeriense de Vélez-Blanco, "una joya renacentista, cuyos interiores fueron desmantelados hace un siglo y hoy están repartidos entre Nueva York, México y París", recuerda.

Y si tuviera que elegir un par de castillos para restaurarlos, no lo duda: el oscense de la Ballesta, por su autenticidad, y el granadino de La Calahorra, el primero renacentista de España. "Y en los dos casos creo que podría hacerse con un desembolso relativamente modesto", apunta.

Letrinas y matacanes

Cuartos de servidumbre, aposentos, cocinas, letrinas, chimeneas, aljibes, escaleras, capillas... pero también elementos exteriores como almenas y matacanes, fosos y puentes, patios de armas y jardines... desfilan por este fascinante recorrido, que, al contrario de las publicaciones tradicionales, pone un acento mayor en las tripas de las fortificaciones que en su estructura externa, que es la que ha solido permanecer en pie. "La faceta arquitectónica de los castillos está muy olvidada o tergiversada, y por lo tanto debe reivindicarse. Hay términos como 'cámara', 'galería' o 'letrina' que son elementos tan propios de muchos castillos como las almenas", detalla el autor.

Sobrino lamenta que los castillos hayan sido despojados de sus espacios internos, "condición imprescindible" a la hora de juzgar una creación arquitectónica. Suele referirse a ello con una frase muy a lo James Dean. "Los castillos dejan al morir un bonito cadáver porque muchos aparentan estar completos, pero solo mantienen el exterior, lo que a veces produce una impresión engañosa. Se parecen", dice, "a ciertos animales que poseen exoesqueleto: uno puede creer que un escarabajo está vivo y, al tocarlo, comprobar que en realidad solo conserva el 'cascarón'".

También habla de las malas imitaciones, de esos castillos en ruinas que se han reconstruido para hacerlos 'bonitos' por fuera y encajarlos en el paisaje o con algún fin hostelero. "Hay un caso penosísimo y reciente, el viejo castillo de Curiel, en Valladolid, una fortaleza altomedieval que ha sido 'reinventada' para alojar un hotel. Se han cargado no solo la construcción, sino hasta la colina donde se asentaba", critica. En la otra cara de la moneda, cita restauraciones dignas de elogio que han permitido alojar en los castillos desde ayuntamientos (el de Rota), archivos históricos (como el de Simancas) e incluso institutos de Secundaria como el de Béjar (Salamanca).

Sobrino cree que España atesora un patrimonio castillero incomparable, pero no tan cuidado como el francés. "A cambio poseemos muchos más castillos medievales auténticos, no reformados, como en Francia, a partir del Renacimiento. Por ejemplo, el de Miravet, el de Montealegre, el de Pambre...".

El escritor ha podido recorrer las estancias de algunas de las fortalezas habitadas de propiedad privada que hay en España. "No son muchas y tampoco es fácil visitarlas pues los dueños suelen ser reacios a enseñarlas", cuenta. En manos particulares destaca el castillo de Ampudia (Palencia), "a pesar de los muchos errores que se cometieron en su restauración", la torre del Merino, una construcción gótica en pleno casco histórico de Santillana del Mar, algunos extremeños y del Levante, como el de Alacuás, así como el de Yeste en Albacete y el orensano de Castro Caldelas.

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