ENTREVISTA

Aitana Sánchez-Gijón: "He podido vivir de mi trabajo; no hay premio que lo mejore"

La actriz interpreta junto a Marta Poveda la obra ‘Malvivir’, un espectáculo a partir de textos picarescos del Siglo de Oro que este jueves se estrena en el Principal de Zaragoza.

Sánchez Gijón, ayer, en Zaragoza.
Sánchez Gijón, ayer, en Zaragoza.
Guillermo Mestre

Entre Marta Poveda y usted representan alrededor de 15 personajes...

La verdad es que es una función endiablada para nosotras. Cuando terminé el espectáculo anterior, ‘Juana’, de danza y teatro junto Chevi Muraday, pensé en hacer algo más ligero, una comedia, cambiar de tercio, y cuando leí el texto de ‘Malvivir’ creí que podía afrontarlo de una manera lúdica, divertida, juguetona, pero no sabía dónde me estaba metiendo.

¿Es un trabajo exigente?

También porque Marta y yo somos dos kamikazes y no podemos hacer las cosas a medias. El resultado parece ligero, pero el trabajo que hay detrás es realmente arduo y endiablado, porque es un texto magnífico de Álvaro Tato, rico a morir, que pasa por todos los lugares: la farsa, la tragedia, la poética, lo popular, por lo sofisticado de la palabra, el Siglo de Oro... y lo hace de una manera aparentemente ligera, aunque es un entramado que requiere una entrega y un desgaste muy grandes en el escenario.

¿Le resulta sencillo compartir escenario con Marta Poveda y el músico Bruno Tambascio?

Existe una comunicación y una simbiosis absoluta entre Marta y yo. Estamos absolutamente al 50% compartiendo personajes, sobre todo el de Elena de Paz, y viviendo a la par la aventura de esta pícara maravillosa. Las composiciones musicales son de Yayo Cáceres, el director, y Bruno las ha versionado y ha creado un ambiente sonoro al margen de las propias canciones y de sus romances de juglar, que van desgranando también la vida de Elena de Paz.

La obra rescata personajes femeninos de obras picarescas escritas por hombres...

Así es. De hecho, las historias de pícaros están contadas en primera persona. El Lazarillo habla en primera persona, o por ejemplo el Buscón, y sin embargo las historias de pícaras están narradas en tercera persona, con un espíritu moralizante. Las pícaras tienen ese punto de astucia y de aprovechamiento de su belleza y de sus encantos femeninos. Son un poco diablitas a los ojos de estos autores que las dibujan y las pintan.

¿Hay cuestiones que no han cambiado a pesar de las siglos?

La dramaturgia de la obra da voz a Elena de Paz en primera persona para que narre sus cuitas, sus peripecias, sinsabores y también su alegría de vivir. Y la reivindicación de su libre albedrío, de la libertad y sobre todo del gozo de vivir por encima de todo. Como superviviente, tiene que hacer lo que sea necesario para poder comer. Salir de ese destino es prácticamente imposible en una España tan estratificada y tan poblada de gente mísera como es el siglo XVII. Esa España de contrastes sigue existiendo hoy; cada vez los ricos son más ricos, los pobres más pobres. Vamos encadenando unas crisis con otras y ese es el pan nuestro de cada día.

Prácticamente, en España ha recibido todos los premios importantes de su profesión, aunque el Goya se le resiste…

Bueno, tuve mi primera nominación con ‘Madres paralelas’, que no es poco, y me ha llenado de felicidad. Hay que agradecer las cosas cuando te suceden y no lamentarse cuando no, porque son regalos que te hace la profesión y el público, guindas del pastel. Para mí, lo fundamental es que siempre he podido vivir de mi trabajo y eso no hay premio que lo mejore.

A mediados de los 90 desembarcó en Hollywood, aunque no terminó de seducirle…

Lo que no me seducía era tener que quedarme allí para intentar tener una carrera. Todo me parecía de unas dimensiones y de una frialdad excesivas. Abrir camino allí es muy duro, lo sé por mis compañeros Penélope Cruz y Javier Bardem. Ellos han tenido que trabajar incansablemente y con mucho sacrificio para llegar al lugar que están ocupando ahora. Yo nunca tuve esa afán ni esa ambición. Rodar ‘Un paseo por las nubes’ (Alfonso Arau, 1995) me sucedió contra todo pronóstico y es algo que atesoro como una experiencia increíble, pero tenía una compañía de teatro que me esperaba en Madrid para hacer ‘La gata sobre el tejado de zinc caliente’.

La fuerza del teatro se impuso.

Ese era mi compromiso, ahí tenía puestas mis energías y mis ilusiones. Pensé que saldrían otras oportunidades de hacer más cosas, pero luego no fue así. Tenía que haber hecho la apuesta de quedarme en Hollywood. Sin embargo, desistí, de lo cual no me arrepiento en absoluto.

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