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La biblioteca personal de Aurora Bernárdez, primera mujer de Cortázar, viene a Zaragoza

La Universidad San Jorge recibe el legado de la gran traductora y profesora, que se casó con el autor de 'Rayuela' en 1953, consta de 2.500 volúmenes compuestos por sus propias versiones, la obra de Cortázar y los libros que atesoró a los largo de los años

Aurora Bernárdez
Bodegón con el fondo de libros de Aurora Bernárdez y de Julio Cortázar.
Toni Galán

«Aurora Bernárdez (Buenos Aires, 1920-París, 2014) ha pasado a la historia por su condición de gran traductora -de maestros como Jean Paul Sartre, Albert Camus y Gustave Flaubert, en francés; Paul Bowles o Lawrence Durrell, en inglés; o Italo Calvino, en italiano, entre otros muchos-, porque fue una auténtica intelectual que no se amedrentó jamás, desde niña por su casa pasaron Jorge Luis Borges, Leopoldo Marechal o Roberto Arlt, y porque fue la primera esposa de Julio Cortázar (1914-1984).

Se casaron en 1953, vivieron en París, viajaron a Italia y a la India, se hicieron muchas fotos, compartieron el placer, algunos gatos probablemente y el amor por el jazz, dos mesas (una para comer y otra para escribir y traducir), y finalmente se separaron. Cuando Julio Cortázar, enfermo de leucemia (también de sida, después), se quedó viudo de Carol Dunlop, fue de nuevo Aurora Bernárdez quien lo cuidó y, posiblemente, le cerró los ojos antes del último viaje. Y se convirtió en su albacea y heredera hasta su propia en muerte en París en 2014. En 2017 apareció, con carácter póstumo, ‘El libro de Aurora’ (2017).

Los libros del amor y de la vida

Gracias a la generosidad de Alejandra Bernárdez, sobrina de Aurora, la Universidad San Jorge ha recibido un valioso legado: la biblioteca personal de la traductora que conservaba en su casa de París, compuesta por alrededor de 2.500 títulos, donación que se hizo pública ayer y que agradeció el rector Carlos Pérez Caseiras.

La profesora María Pilar Cardos, del grado de Traducción e intérprete profesional, elogió su figura y su apuesta por la traducción literaria, y matizó que como era licenciada en Filosofía, también había traducido textos de pensamiento y de reflexión sobre la condición humana.

Aurora Bernárdez
Lourdes Diego, Javier Hernández, Carlos Pérez y Alejandra Bernárdez.
Toni Galán

Recordó su tarea en tiempos de extrema dificultad, antes de la llegada de internet. La definió como «un personaje estimulante, que mezcló la pasión, la calidad y el rigor; fue la traductora de los mejores» y un enlace entre el autor y el lector. Lourdes Diego, responsable de Actividades Culturales y de ediciones, hizo un retrato de Aurora , a la que visitó en París, Villaviciosa de Odón y El Escorial. Recordó la oferta del legado, el repaso de los libros, caja por caja, y ensalzó el buen gusto de la traductora y su afición por los objetos: artesanía, ropa, arte. Javier Hernández, decano de la Facultad de Comunicación y Ciencias Sociales, estaba muy feliz: tenía la certeza que la Universidad San Jorge había recibido un gran legado que «constituye un patrimonio incuestionable» para Aragón. Dijo: «Su tarea también «es la obra de una creadora».

Alejandra Bernárdez, la sobrina e hija de Mariano Bernárdez, estaba muy feliz. Recordó historias familiares, un viaje con sus tías Teresa y Aurora por Castilla en un Renault 5, «al que llamábamos Rocinante», y diversos detalles del legado.

La biblioteca personal, que se incorpora al edificio de Estudiantes, consta de su obra de traducción y de su trabajo como editora de Julio Cortázar; de la bibliografía de este en castellano y en las traducciones a varias lenguas, y también hay muchos títulos que ella leyó en los últimos años: desde W. G. Sebald, el citado Calvino, Karen Blixen, Stephen Spender, Poe, Daniel de Foe, etc., así como revistas y separatas.

Notas, viajes, hojas al viento

Alejandra recordó que tenía una buena colección de poesía y que a veces leían los mismos libros. «En un viaje en tren a Italia leían el mismo libro: Cortázar leía primero y arrancaba la hoja y se la entregaba». La complicidad entre ambos no desfalleció jamás.

«A diferencia de Julio Cortázar, ella no ponía muchas notas», explicó Alejandra. Con todo, en las primeras páginas de ‘Soñar la realidad’ del mexicano Sergio Pitol, Premio Cervantes, escribió: «Piensa bien (pero escribe mal)». Y en los ‘Cuadernos de Lanzarote’, de José Saramago, dejó un marcapáginas de papel de plata. Y ahí se leía: «Es Pilar. Solo por ella no me siento en el desierto».

«Entre García Márquez, Vargas Llosa y Cortázar, se sentía una igual a ellos», dijo. Conservaba muchos libros dedicados, entre ellos dos poemarios de Ida Vitale, Premio Cervantes de 2018.

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