ENTREVISTA

Víctor Pérez Díaz: "Creer que siempre estarás en el poder es un signo de infantilismo político"

Catedrático de la Universidad Complutense, participó en Zaragoza en el ciclo 'CAI en el siglo XXI. Ciencia e Innovación', sobre el papel de estas materias en el desarrollo de la sociedad

Víctor Pérez Díaz, en Zaragoza
Víctor Pérez Díaz: "Creer que siempre estarás en el poder es un signo de infantilismo político"
JUAN CARLOS ARCOS

En un libro suyo, 'El malestar de la democracia', habla de una comunidad política desordenada, con división ideológica y partidista que causa crispación. ¿Tan mal están las cosas?

 

La crispación va y viene y es una posibilidad permanente en las democracias liberales. Ha habido crispaciones mayores, como las que en los años 20 y 30 dieron lugar a los totalitarismos: el nazismo, el comunismo... Esas fueron crispaciones asesinas; las de ahora son retóricas, emocionales, pero que afectan a la calidad de la vida democrática de las sociedades. Hay situaciones complicadas como la actual, que pueden manejarse con más frialdad o con más emotividad confusa. Hay crispación cuando hay más de esta última que lucidez. Pero la ecuanimidad favorece la supervivencia de los grupos.

 

En su libro también dice que en esa democracia hay libertad para que cada uno haga lo que le dé la gana. ¿Hacer lo que te pide el cuerpo contribuye a la crispación?

 

Hacer lo que quieras no está mal, pero también hay que ver si eso encaja en tu comunidad. Puedes desviarte, no vas a hacer siempre lo mismo que todos, pero hay que encontrar el equilibrio entre hacer las cosas por tu cuenta y los demás. También hay que convivir.

 

Oír ideas nuevas.

 

Claro, tener tolerancia, que también tiene sus grados. ¿Debes tener tolerancia con las personas que quieren matarte? Pues no, mejor defenderte. Pero sí hay que tolerar otras cosas.

 

Hablando de tolerancia... El PNV no ha demostrado mucha al perder el poder en el País Vasco.

 

Es una rabieta momentánea, un signo de infantilismo político, pensar que tú vas a estar siempre en el poder. Lo que pasa es que eso, en la vida de las personas, se resuelve a los siete, diez años, cuando el niño comprende que tiene que convivir con otros. Algunos políticos están en ese grado de infantilismo. Tienen que crecer.

 

Este cambio, a nivel social, ¿va a ser bueno o malo?

 

Depende de cómo se maneje. Ahora hay una posibilidad, que puede malograrse o salir adelante dependiendo de lo que hagan las personas. No se puede, a priori, decir: "Esto va a salir bien". Se puede desear que sea así, pero ya se verá en función de la prudencia, y de la fortaleza, de la gente implicada en ello. En todo caso, es lógico que una democracia tenga alternancia, es raro que no la haya nunca. Suena autoritario.

 

¿Los que van con la violencia por delante lo van a poner difícil?

 

No lo sé. Quienes siempre ha usado la violencia tienen un hábito que no se quita rápidamente.

 

Pero eso no depende de quién haya en el poder. Quien está habituado a hacer daño lo hará siempre.

 

Pero existe el proceso de persuasión, que puede llegar de diferentes partes. Por ejemplo, por la acomodación por intereses. Puede ocurrir que una parte importante de ellos, por su propio interés, lleguen a una acomodación porque no vean claro el futuro, o sus alternativas. También puede que tengan un problema interno con el PNV y quieran marginar al partido que ha perdido las elecciones en favor de otro distinto. Es un mundo complicado por dentro. Y exponerse a la prueba de un referéndum de independencia que probablemente fueran a perder...

 

¿Se puede dialogar con quien tiene ese hábito?

 

Sí, el problema es que es un diálogo de gente que no se escucha. Dialogar es posible. Luego, la gente se puede mover por intereses, por pasiones o por razones. Las pasiones suelen ofuscar un poco, los intereses pueden, quizá, llevar a arreglos, y la razón... ¿quién sabe? Se puede llegar a persuadir. Un diálogo político siempre tiene que tener un poco de las tres cosas.

 

¿Y qué ha fallado hasta ahora? Porque todos los gobiernos han intentado dialogar, por mucho que cuando estén al otro lado critiquen ese diálogo.

 

Es una buena pregunta y hay que mirarla con cuidado. Hubo una experiencia, en 1996 o 1997, que pareció que iba en la dirección de una tolerancia recíproca que permitiría muchos arreglos políticos posibles. En un momento determinado llegó una situación de tensión, que fue el famoso pacto de Lizarra. Después hubo de nuevo un intento de estrategia común de los constitucionalistas que estuvo cerca de llegar a una victoria, pero no llegó. Fue en 2001, y trajo una decisión, más bien del PSOE, de retirarse poco a poco de esa gran estrategia. Habría que ir viendo en cada momento dónde estuvieron los posibles errores y aprender de ellos. No es que se haya fallado, es que no es una historia sencilla.

 

Hace dos años usted dijo: "La familia, no el Estado, es la tabla de salvación para la crisis". ¿Sigue pensando lo mismo?

 

Es una tabla a tener muy en cuenta. El Estado llegará hasta donde pueda llegar, pero lo que dará apoyo a largo plazo, apoyo emocional, es la familia, los amigos, el entorno más cercano. Una crisis no es solamente 'me quedo sin dinero, sin trabajo, sin estatus...'. También es 'me quedo perdido, sin horizonte...'. Se pasa mal, y el Estado no tiene nada que decir sobre eso.

 

En una sociedad tan individualista, ¿cala esta idea de familia?

 

Es que no somos tan individualistas. Nos vendemos esta idea, pero la familia siempre está ahí.

 

¿No lo es más que antes?

 

No lo sé. Es una buena cuestión, pero no tengo una respuesta. Las familias han pasado situaciones complicadas, otras boyantes, pero siempre han aguantado casi todo lo que les ha ido viniendo encima. Hay una mitología muy grande en eso del eclipse de la familia.

 

Todos los que se erigen en defensores de la misma, y los que parece que solo quieren destruirla...

 

... son palabras entre políticos, que hablan de manera ligera. La gran defensora de la familia es la experiencia humana de la gente que se aferra a ella. Luego viene la superestructura de instituciones políticas y culturales que están a favor o en contra. Por debajo, la gente del común está agarrada a ella.