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Elecciones en País Vasco: el PNV resiste el arreón de Bildu y podrá reeditar la coalición con los socialistas

Empata a 27 escaños con los de Otegi pero vence en votos y la suma con sus socios erige a Pradales en el nuevo lehendakari.

Gráfico con reparto de escaños en el País Vasco tras las elecciones celebradas el 21 de abril de 2024. PNV y EH Bildu empatan a 27 escaños en las elecciones autonómicas vascas, aunque los jeltzales son la fuerza más votada, mientras que el PSE-EE logra dos escaños más hasta 12 escaños y el PP consigue siete. Por su parte Vox conserva su representante y Sumar entra en el Parlamento...21 ABRIL 2024..Europa Press..21/04/2024 [[[EP]]]
Gráfico con reparto de escaños en el País Vasco tras las elecciones celebradas el 21 de abril de 2024. 
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Arnaldo Otegi tendrá que tirar de "paciencia estratégica" -del "sirimiri" que va calando, según describió él mismo anoche- un poco más. En una jornada 'lampedusiana', en la que las corrientes políticas vascas se han removido para que las cosas sigan aparentemente igual, el mapa electoral resultante de este 21-A constata que EH Bildu se ha erigido en una alternativa tangible y creíble al PNV. Pero también que el electorado ha resuelto que aún no ha llegado el día de otorgar a la izquierda abertzale el triunfo histórico que habría puesto el sello al ciclo post-ETA premiándola como fuerza hegemónica en la familia nacionalista que alumbró el Parlamento con mayor peso del soberanismo de su historia con la aspiración independentista, paradójicamente, más apaciguada.

Como en 2001, cuando Juan José Ibarretxe ganó las elecciones que tenía que ganar frente al avance del constitucionalismo, el neófito Imanol Pradales y los suyos aguantaron lo suficiente, aun perdiendo cuatro escaños, para empatar a 27 con la coalición de Otegi y Pello Otxandiano ganándola, una vez más, en votos. Pradales, que celebraba su 49 cumpleaños, será así lehendakari por derecho propio y gracias a la mayoría absoluta de 39 parlamentarios junto a un PSE que puede preciarse de ser decisivo al subir dos escaños -de 10 a 12- y otorgar sosiego a Pedro Sánchez, tras una carrera hacia las urnas que Eneko Andueza tenía cuesta arriba.

Los entomólogos de los datos electorales determinarán qué peso ha podido ejercer en el escrutinio que Otxandiano tropezara en la piedra recurrente para la izquierda abertzale: su renuencia a revisar críticamente el pasado justificador del terrorismo de ETA. No lo bastante para aplacar sus expectativas, pero quizá sí para evidenciar que tiene un techo -pese al récord de las casi 342.000 papeletas cosechadas, más que en las últimas municipales y generales, y seis diputados más que en los comicios pandémicos de 2020- y que sigue operando un sufragio reactivo a otorgarles la victoria.

Si las elecciones representan, sobre todo, la gestión de las expectativas, los sondeos y la sensación ambiental habían disparado tanto las de Otegi y los suyos que el sorpaso frustrado y la mayoría absoluta de la coalición gobernante les dejan con una miel en los labios agridulce. Pero aun cuando la victoria aleja los fantasmas del PNV, que se jugaba el cetro vasco tras el problemático recambio, después de 12 años de mandato, del lehendakari Iñigo Urkullu por el casi desconocido Pradales, el partido de Andoni Ortuzar se enfrenta a la recomposición de un liderazgo mermado y que ha caído de 31 a 27 asientos en la Cámara de Vitoria teniendo que reavivar la vieja 'campaña de la alpargata' para no verse superado por su eterno rival en la familia nacionalista. Un esprint que le ha reportado 20.000 votos más que hace cuatro años, los justos para imponerse con la participación por encima del 60% -fue del 62,5%- a la que fiaban su resistencia.

Comparativa PSE-PP

A los peneuvistas les aguarda una negociación de desenlace asegurado con el PSE, pero en la que los socialistas podrán reivindicarse de una manera que si no será más punzante es porque el presidente Sánchez depende de los nacionalistas para conservar la Moncloa. Su ganancia de dos escaños da oxígeno al PSOE por el aguante exhibido, la conjura del demoledor 'efecto BNG' y la estabilidad del Ejecutivo de Euskadi por contraste con el convulso panorama español. Una victoria de Bildu, reforzada por los pactos de Sánchez, habría supuesto un cuestionamiento añadido de la estrategia presidencial, más allá de que ni el PNV ni Bildu iban a restarle su apoyo a la espera de lo que ocurra en Cataluña. Los socialistas también salen airosos de su particular comparativa con el PP, que si bien gana un escaño -siete- y casi 40.000 votos, no condicionará una gobernabilidad hegemónica ni ha conseguido absorber a Vox, que amarra su única parlamentaria y con más sufragios frente a la OPA de los populares.

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Las grandes perdedoras de la noche, las únicas fuerzas que tienen poco o nada de lo que congraciarse son las divididas izquierdas a la izquierda del PSOE, cuyo caladero ha vaciado Bildu como un imán y cuya fuerte erosión ha favorecido también al PSE. Podemos, que llegó a asaltarle los cielos al PNV imponiéndose en las generales de 2015 y 2016 y que obtuvo seis escaños en 2020, se queda como extraparlamentario. Sumar mantiene la compostura beneficiada, como Vox, de una corta participación en Álava que juega a favor de los pequeños -ataron su representación con apenas 5.000 sufragios- y que ha permitido a los magenta entrar con un asiento en el nuevo Parlamento. Pero el balance general confirma la descomposición de un espacio que deja a Podemos a la intemperie ante el exigente ciclo electoral y en entredicho la proyección de la coalición de Yolanda Díaz.

La noche esculpe la certeza esperada: los 52 diputados de PNV y Bildu configuran una mayoría soberanista del 72% de la Cámara, un porcentaje al que ni siquiera se ha asomado el independentismo catalán.

La pugna fratricida entre los nacionalistas, el equilibrio que aporta el Gobierno vasco entre diferentes y la constatación de que tanto los peneuvistas como la izquierda abertzale captan voto más allá de su perímetro identitario atemperan el rupturismo en una sociedad que ha demostrado de nuevo que está para las aventuras justas después de décadas de dolor y zozobra. 

Pero la reivindicación del derecho a decidir -el eufemismo del referéndum- sigue latente. Y con la incógnita de qué deparará el 12-M catalán, tercer control de avituallamiento del ciclo electoral de este eléctrico 2024.

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