Feijóo busca en Galicia una "moción de censura" contra el Gobierno y Sánchez darle "jaque mate"

Con la mayoría del PP en el alero, ambos se la juegan de forma dispar en unas autonómicas convertidas en segunda vuelta del 23-J.

Feijóo con el presidente de la Xunta de Galicia, Alfonso Rueda, este lunes en un desayuno informativo.
Feijóo con el presidente de la Xunta de Galicia, Alfonso Rueda.
Efe

Era una evidencia que el ciclo electoral de este 2024, con las autonómicas gallegas y vascas y las europeas fijadas en el calendario del primer semestre, iban a operar como una suerte de segunda vuelta de las generales del pasado 23 de julio que han desembocado en la legislatura de los mil demonios marcada por la tramitación de la ley de amnistía.

Este proceloso período coronado por los comicios al Europarlamento del 9 de junio era el tiempo en el que Alberto Núñez Feijóo iba a testarse a sí mismo, su capacidad para mantener vivo el pulso de la alternativa que comanda al frente del PP, tras la frustración de no haber logrado desalojar a Pedro Sánchez de la Moncloa. Pero las circunstancias, sazonadas siempre por la polarización que define la política española, han erigido la cita con las urnas de este domingo en Galicia como un 23-J revisitado antes de lo previsto. Feijóo, el que más arriesga, se juega la entereza de su liderazgo. Al otro lado del río, Sánchez pasa examen a la credibilidad de su Gobierno.

En los cuarteles generales de uno y otro afrontan el escrutinio de esta noche con dos descripciones muy gráficas de lo que ambicionan populares y socialistas: Génova aspira a revalidar con Alfonso Rueda las cuatro mayorías absolutas que encadenó Feijóo y hacer que Galicia, la tierra natal del jefe de la oposición, su talismán político, el lugar en el que parece más relajado y feliz, dicte una primera "moción de censura" por la vía de las urnas al Gobierno de Sánchez y de Yolanda Díaz, gallega como él y azote de la Xunta cuando coincidieron. 

En Ferraz tratan de rebajar el impacto de un posible revés para sus intereses . "Nosotros no defendemos el Gobierno en Galicia"- mientras sí deducen que pueden darle "jaque mate" Feijóo si los votos le arrebatan la hegemonía, aunque para el PSOE sea a costa de quedar subordinado a la pujanza del BNG de Ana Pontón.

Los 2.693.624 ciudadanos llamados a las urnas -casi medio millón en el extranjero, un poderoso 17,6% en el supuesto de un recuento apretado (hace cuatro años le dio el escaño 42 al PP)- han asistido a una campaña 'españolizada' por los dos grandes partidos al comienzo y 'galleguizada' al final, que ha asentado dos expectativas al calor de las encuestas y los mítines. Una, que por primera vez tras 15 años ininterrumpidos pilotando la Xunta, el PP ve peligrar la mayoría absoluta sobre la que Feijóo construyó su fortín y que le vistió como la única solución posible al cisma entre Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso hace ahora justo dos años; y la segunda, que quien arrastra las papeletas por el cambio es el soberanismo del Bloque frente a las dos fuerzas de izquierda del Ejcutivo de Sánchez, que pueden sufrir un varapalo si no hay vuelco y su peso mengua -el PSdeG- o directamente se queda sin representación parlamentaria -Sumar-.

Este es el lienzo de estas autonómicas sobre el que el PP de Feijóo lanzó el impredecible brochazo de admitir que durante 24 horas revisó la exigencia de amnistía de Junts y que podría contemplar el indulto para Carles Puigdemont si éste cumple con la justicia y renuncia a otro 'procés'. Mientras la controvertida ley que borra los delitos vinculados a la intentona de disgregar Cataluña de la España constitucional ha desaparecido en la recta final de la campaña de los mítines del PP, con su líder afanándose en negar que haya cambiado de posición, el PSOE se aferra a que, pase lo que pase este 18-F, el jefe de la oposición "ha dinamitado todo su discurso sobre la política en Cataluña". "No podrá volver a cuestionar nada", rematan en Ferraz.

Escaños "en 'foto finish'"

El difícil calibrar, con la última semana de campaña a ciegas por la falta de encuestas públicas, cómo ha caído esa tormenta sobre el ánimo del electorado gallego. Pero la controversia ha sido de tal calibre que, paradójicamente, ha intensificado el valor de que Rueda alcance los 38 escaños que le permitirán conservar la Xunta, una mayoría en la que el PP sigue confiado porque «no hay trasvase de votos entre bloques»; o lo que es lo mismo, lo que gana el BNG lo pierden los socialistas y Sumar. 

Tentándose mucho la ropa tras el fiasco del 23-J, los populares tienen sondeos propios que, en el peor de los casos, les sitúan por encima del 45% de los sufragios que les aseguraría la hegemonía, pero admiten que habrá escaños -en Pontevedra y en La Coruña- que se dilucidarán «en 'foto-finish'», que la alta rentabilidad tradicional de sus papeletas en Lugo puede resentirse y que no hay que desechar el impacto de la candidatura local de Democracia Ourensana, socio correoso ya de los populares en la provincia.

Si el tándem Feijóo-Rueda fracasa, la solvencia del líder del partido para seguir ejerciendo la oposición a Sánchez quedará seriamente en entredicho, por más que todos los barones hayan cerrado filas con su continuidad al margen del desenlace en Galicia. El partido se vería zarandeado por una izquierda que, en caso de derrota, va a dar a Feijóo por herido de muerte y por la propia zozobra interna que afloraría, con dos barones preeminentes al fondo: Juanma Moreno e Isabel Díaz Ayuso.

Pero este 18-F se ha vuelto tan trascendente que Génova aspira a la cuadratura del círculo si la victoria de Rueda es inapelable y el PSdeG se desploma. Galicia, traducirá el equipo de Feijóo, censura a Sánchez en el primer test electoral de la legislatura con el PSOE engordando el nacionalismo del BNG en la menos soberanista hasta ahora de las naciones históricas. Y con un añadido no menor para los populares: regodearse en que la candidatura de Vox acabe siendo baldía y contraproducente.

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