Roger Torrent, el 'indepe' temeroso de la ley

El dirigente de ERC ni contenta al soberanismo radical ni tranquiliza al constitucionalismo conservador.

Roger Torrent, en el Parlamento catalán.
Roger Torrent, en el Parlamento catalán.
A. Gea/Reurtes

Roger Torrent, independentista y republicano de siempre, maneja con soltura la retórica épica y victimista de los soberanistas, y también se guarda las espaldas. No está dispuesto a seguir los pasos de Carme Forcadell, su antecesora procesada y encarcelada por violentar el marco legal. Independentista, sí, pero dentro de la ley. Por lo primero se ha ganado la hostilidad de Ciudadanos y al PP, y por lo segundo desconcierta a los ‘carlistas’ irredentos de Junts per Catalunya y a la CUP. Cal y arena.

Es la primera autoridad de Cataluña, pero no convence ni a tirios ni a troyanos. El Gobierno de Rajoy desconfía, Ciudadanos exige que dimita, y el PP secunda la idea, Puigdemont y su círculo de hierro están decepcionados con él y la CUP no quiere saber nada.

Mantiene cierto crédito entre socialistas y comunes, aunque solo Esquerra le defiende. Cuando hay que defender a los dirigentes en prisión o hay que entonar soflamas separatistas es la voz más rotunda del coro, pero cuando se trata de tomar decisiones sobre la vida parlamentaria es escrupuloso para no sobrepasar las rayas de la ley.

Frustró el debate de investidura del expresidente cuando en JxCat enfriaban el cava y permitió el pleno de desfogue secesionista del miércoles. En su discurso de toma de posesión del cargo de presidente del Parlamento catalán sorprendió al hablar de "coser" la sociedad catalana, mas tras la detención de Puigdemont afirmó en una intervención que debía ser institucional que los jueces no estaban por encima de los presidentes de la Generalitat.

Pero parece que ha tomado buena nota de lo ocurrido en la legislatura pasada y las ulteriores consecuencias penales para sus protagonistas. Como único timonel institucional de la nave, pretende que el proceso soberanista discurra en este mandato por los cauces legales aunque la verborrea separatista tenga barra libre. Es difícil saber cuánto hay de personal en su comportamiento y cuánto de estrategia de partido. Por ahora es evidente que su conducta sigue al milímetro los dictados de Esquerra, el partido en que milita desde hace 18 años.

Es el único líder político con ascendencia, en parte por méritos propios y en parte por la forzada incomparecencia por prisiones, fugas y retiradas de quienes estaban llamados a liderar el ‘procés’ segunda fase. Su fulgurante ascenso evidencia por otra parte la cortedad del banquillo de las fuerzas secesionistas. Encarcelado Oriol Junqueras, huidos Carles Puigdemont y Marta Rovira, retirado Artur Mas, por citar los más conocidos, la chatura de los dirigentes de las fuerzas secesionistas ha quedado retratada.

Aunque en su caso ya apuntaba maneras. Era un secreto a voces que era un valor en alza dentro de Esquerra, como quedó de manifiesto al ser el representante de su partido en los debates de las elecciones del 21 de diciembre, papel que debía haber desempeñado Rovira. Formaba parte de la camada, junto a Pere Aragonès, entre otros, de los líderes republicanos del futuro, pero su oportunidad llegó antes de lo esperado. En enero pasado, con 38 años, se convirtió en el presidente más joven de la historia del Parlamento de Cataluña.

Pero, a diferencia de Forcadell, no es un recién llegado. Militante de las Juventudes de Esquerra desde los 18 años, fue elegido concejal de su pueblo, Sarrià de Ter, en 1999. Se hizo con la vara de alcalde en las elecciones de 2007 gracias a un pacto con CiU para desbancar al PSC. Pero ya en 2011 gobernó con mayoría absoluta a sus poco más de 5.000 vecinos. Al año siguiente dio el salto al Parlamento de Cataluña como número uno de la lista por Gerona, y en la pasada legislatura ya era el adjunto de Rovira. En las elecciones del 21 de diciembre fue uno de los rostros de su partido.

Lazos en el árbol

Con Esquerra descabezada, tiene galones para el mando y además acredita un pedigrí soberanista a carta cabal (en la última Navidad decoró el árbol de su casa con lazos amarillos y lloró como pocos con la descafeinada declaración de independencia del pasado 27 de octubre).

El presidente del Parlament es un producto de la clase media años ochenta. Sus padres regentaron un bar y una zapatería en Ter de Sarrià. Se licenció en Ciencias Políticas, hizo sendos másteres en estudios territoriales y urbanísticos y estudió comunicación política. Lo que no impide que en las redes sociales y también en la Cámara algunos diputados no soberanistas se mofen de él asimilando su apellido Torrent al Torrente de Santiago Segura, solo que con la coletilla de "el brazo tonto del ‘procés’".

Ahora que la escena política en Cataluña está más trabada que nunca queda por saber cuál es su verdadera cara. La del independentista dispuesto a ahondar el enfrentamiento con el Estado o la del defensor de la legalidad para entrar en una etapa de cohabitación.

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