Hasta la cocina en el Palacio Real

Patrimonio Nacional abre al público las estancias donde se cocinaban los manjares que han disfrutado los reyes de España desde 1737.

Sáenz de Santamaría visitó las cocinas.
Sáenz de Santamaría visitó las cocinas.
Efe

Cuenta la leyenda que Alfonso XIII solo le veía una cosa buena a su exilio. "Por fin puedo comer caliente", decía. La cita es apócrifa, pero refleja bien la idea de que en el Palacio Real de Madrid la distancia entre el comedor y las cocinas era inmensa. Esas cocinas son las que abren sus puertas al gran público. Grupos de 20 personas podrán acceder estas estancias. La entrada costará cinco euros, o un suplemento de cuatro euros al billete general, que cuesta once.

De Carlos III a Juan Carlos I, las cocinas han sido un símbolo del poder real, un poder 'suave' si se quiere, cuando la comida servía (quizá siga sirviendo) para atraer voluntades y doblegar resistencias de reyes extranjeros, presidentes, ministros y embajadores. Con una superficie de 2.000 metros cuadrados, fueron diseñadas en 1737 por el arquitecto turinés Juan Bautista Sachetti, que se inspiró en el estilo francés. Llamarlas solo cocinas es quedarse corto: su distribución incluye la portería, la cocina del ramillete, el taller de repostería, la sala de preparación, la sala de fogones, la cava y la botillería.

"Esto servirá para mostrar un espacio donde los grandes manjares representaban la grandeza de la monarquía. También era un lugar en el que se cerraban grandes acuerdos", explicó durante la presentación de las visitas el presidente de la Real Academia de la Gastronomía Española, Rafael Anson. Y es que las cocinas del Palacio Real son "las más importantes conservadas entre las cocinas históricas de las residencias reales europeas", detalló el presidente de Patrimonio Nacional, Alfredo Pérez de Armiñán.

En estos casi tres siglos se han acumulado 2.625 utensilios, entre los que se incluyen vajillas de diario, moldes de cobre para la repostería, bandejas de servicio, 'poisonnières' para el pescado, espetones, cazos, morteros, heladeras, chocolateras o mesas de trabajo. Pero quizá las joyas de la corona sean dos grandes cocinas económicas parisinas y una parrilla prusiana instalada por orden de Alfonso XII.

Precisamente se recuerda a Alfonso XII y a su hijo, Alfonso XIII, por los banquetes que ofrecían el día de su santo, el 23 de enero. Con este último las cocinas dejaron de utilizarse a pleno rendimiento, aunque también el último presidente de la Segunda República, Manuel Azaña, que vivió en el Palacio Real durante un tiempo, las empleaba regularmente.

Finalizada la dictadura franquista, Juan Carlos I volvió a usar el Palacio Real para recepciones y banquetes, y las cocinas funcionaron de nuevo. Su momento de esplendor llegó el 22 de mayo de 2004, con la boda del entonces Príncipe de Asturias, don Felipe, con Letizia Ortiz. Fue el canto del cisne de unas estancias que se cerraron definitivamente en 2012 porque, como bien sabía Alfonso XIII, estaban demasiado lejos del resto de las habitaciones del Palacio.

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