Cataluña, una montaña rusa de emociones

La sociedad catalana, que contuvo el martes el aliento, se prepara para un nuevo test de estrés entre el pánico, el alivio y la frustración.

Enfrentamiento a sillazos entre varios grupos en Barcelona durante la celebración de 12-O
Enfrentamiento a sillazos entre varios grupos en Barcelona
Reuters

El viejo sueño del escritor Paco Candel de que Cataluña sea un solo pueblo, reivindicado por el catalanismo como la piedra angular de sus políticas, se ha puesto a prueba en estos días convulsos, en los que se suceden las jornadas históricas y la sociedad asiste atónita a una cascada de acontecimientos políticos. ¿Habrá independencia? ¿Aplicará el Gobierno el 155? ¿Habrá revueltas en las calles? ¿Violencia?, ¿Enfrentamiento civil? Por primera vez en mucho tiempo se ha instalado el miedo entre la gente.

Gabriel Colomé, profesor de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Barcelona, dirigió durante seis años el Centro de Estudios de Opinión de la Generalitat y considera que entre la población existía "pánico", sobre todo el día anterior al discurso de Carles Puigdemont asobre la declaración de independencia. "La tensión social era máxima, estábamos en un nivel cinco sobre cinco", afirma. "Lo más impresionante fue el silencio reinante en la ciudad de Barcelona mientras Puigdemont pronunciaba su discurso, la gente, en sus casas, viendo la televisión, y conteniendo el aliento porque nos íbamos al precipicio", señala.

El pánico se produjo, a su entender, por el miedo al corralito. "Cuando se empiezan a ir las empresas grandes, con CaixaBank y el Banc Sabadell a la cabeza, en paralelo hay fuga de capitales, particulares que se llevaban los ahorros a otras provincias españolas; estos días hemos aprendido todos qué es una cuenta espejo", asegura. Y lo que es peor, asegura, es la "herida" que se ha producido en la sociedad. Habla de "fractura terrible", de "amistades rotas", de "quebranto de la convivencia»".

Un ejemplo, sin ánimo de elevarlo a la categoría de general. Cinco de la tarde. Salida de un colegio de Barcelona. Los padres y las madres que acuden a buscar a sus hijos a la salida de las clases ya no se comportan como hace un mes. Desde hace unos días, se forman grupos por afinidad ideológica: aquí los 'indepes', allí los 'antis'. Nosotros y ellos. Otro ejemplo. Javier, 54 años, tiene una inmobiliaria. Dice que amigos de toda la vida, los del barrio de cuando eran niños, le han retirado el saludo por no abrazar la causa secesionista. A las cenas de la cuadrilla del colegio ya no van todos. Los que se han dado de baja es por la política. Los grupos de whatsapp también echan humo. Hay bajas como no se había visto nunca. Y un mensaje recorre los chats: "Este es un grupo de fútbol/petanca/tai chi/cocina., por favor, dejad la política para otro sitio".

Se habla de política

El presidente de la Generalitat, en cualquier caso, no pulsó el botón rojo, no al menos de manera formal, y Cataluña "respiró aliviada", según Colomé. En la parte independentista, en cambio, cree que hubo "decepción, frustración, desconcierto y hasta indignación". No hay que olvidar que la primera reacción de Arran (juventudes de la CUP) fue calificar a Puigdemont de "traidor".

Salvador Cardús, profesor de Sociología en la Autónoma barcelonesa, formaba parte del Consejo Asesor para la Transición Nacional que creó Artur Mas. Reconoce que en el independentismo se habían generado unas expectativas "exageradas" y que la tropa secesionista esperaba un discurso más "épico" que el que pronunció Puigdemont. "La suspensión de la declaración dejó muchas botellas de cava en la nevera", describe con sorna.

Su opinión sobre la tensión vivida estos días en Cataluña difiere de la de Colomé porque, a su juicio, no se puede hablar de "alarma social". "No quiero frivolizar la situación -señala- pero de alguna manera los catalanes nos hemos acostumbrado a vivir así, en un clima de incertidumbre política". "Se habla más de política, en el trabajo, a la salida de misa, en el bar, en todos los sitios, pero eso no quiere decir que haya tensión", sostiene. Tampoco cree que haya un conflicto social. "No veo que la convivencia se haya resentido" porque "la sociedad resiste a la tensión que hay en la política, no creo que se pueda hablar en términos de división o fractura, lo que pasa es que la sociedad catalana es muy compleja".

Después de días de alta tensión, la sociedad respira cierta "calma", según los expertos, pero podría ser la antesala de la "tempestad". "Si alguien se confunde en la respuesta a partir de hoy, tanto Rajoy como Puigdemont, volveremos al máximo nivel de tensión", augura Colomé. "Esta semana será clave, veremos si entramos en una especie de limbo o si nos abocamos a la colisión", remata Cardús.

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