Vidas cumplidas

En las últimas semanas, varios amigos hemos perdido al padre o a la madre. La despedida es un momento muy triste. Cabe el consuelo de saber que han tenido una vida cumplida y que, en casi todos los casos, ante la generosidad que caracteriza a esa generación, en justa correspondencia, han sido muy queridos. Con el adiós, es inevitable apreciar las virtudes de sus vidas. De paso, observarnos a nosotros mismos y atisbar qué dejamos a nuestros hijos.

De sus vidas no cabe sino admirarse. Eran niños durante la Guerra Civil, lo que adelantó su uso de razón en la más terrible de las adversidades: la muerte, el hambre, la destrucción, la incertidumbre… A partir de ahí, hicieron su camino conquista a conquista, desde parámetros de austeridad, esfuerzo, prudencia, humildad, resiliencia y, como decía, una gran generosidad. Todos coincidiríamos con el sabio López Otín cuando, hace unos días, para explicar su intensa dedicación a la investigación, contaba que así lo había vivido en casa: "Mi padre no conocía los domingos". Ha sido una generación que hizo del trabajo una religión y, desde esa fe, trajeron España de la Edad Media al futuro.

Para nosotros y para sus nietos han sido ciudadanos ejemplares que, en el ocaso de sus vidas, se han desconcertado ante tantas firmezas cuestionadas y tanto ruido. Destacaba la desazón que les producía el paro, en especial el que afectaba a los jóvenes: "¿Qué va a ser de ellos sin trabajar?". No era menor la de la corrupción: "Oye, ¡pero cuánto roban!". En paralelo, gracias a esa forja en la adversidad, no han cesado de ver las luces de nuestra sociedad y de recordarnos que, pese a la creciente desigualdad, vivimos en el mejor de los tiempos conocidos y en un país de indudable atractivo. Un dato: en 2016 nos visitaron más de 75 millones de turistas, cifra que este año puede superarse.

Aunque Occidente atraviesa la mayor crisis social desde la Segunda Guerra Mundial, es el área más privilegiada del planeta, y a nosotros nos toca preservar lo mejor que aún ofrece. Los abusos e injusticias de detentadores de distintos poderes, más las mermas que ha traído la globalización han producido ese gran enfado colectivo que tan fácil pone las cosas a populismos de toda índole. Nada más fácil de ‘vender’ respuestas simples a problemas bien difíciles, a los que pronto se sumarán las inevitables consecuencias de la robotización que viene al galope.

Pero si algo hemos aprendido de la historia reciente es que solo hemos progresado en marcos de estabilidad y que solo se mantendrá si la trabajamos y somos honestos con nosotros mismos. El estudio sociológico ‘Ulises’ de ‘20 Minutos’ decía esta semana que los españoles se puntuaban a sí mismos con 66 sobre 100; a la sociedad le ponían 40,2 y al país, 38,2. No deja de ser incoherente que tengamos la autoestima casi en notable y suspendamos a todos los demás y más aún al solar llamado España. También esta semana, en la presentación de la ‘Revista de Economía Aragonesa’, su director, Antonio Martínez, confesaba que los inversores internacionales no desconfiaban de España por la corrupción: se está viendo en los juzgados, luego refleja que tenemos un país donde las instituciones funcionan.

Como dice el profesor Javier Fernández Aguado, historiador de la gestión, los sistemas decaen porque se dejan derrotar por la comodidad. A nuestra generación corresponde librar esa batalla: hay mucho que cambiar pero también que conservar. Una vuelta al respeto, al esfuerzo, al estudio y al conocimiento, nos vendría a todos muy bien. Los grandes problemas no tienen respuestas sencillas.

Los próximos protagonistas de ese combate son nuestros vecinos franceses, que el domingo deberían ser capaces de ver que lo mejor es enemigo de lo bueno y que, a pesar de las aristas, su país es extraordinario. Aunque Macron no guste a los melenchonistas, hay que impedir que gane Le Pen.

Y volviendo a los nietos de quienes se nos van, han tenido la suerte de disfrutar de su compañía y de su ejemplo. Sobre su futuro, no comparto la tesis de que será la primera generación que vivirá peor que sus padres. Vivirá diferente. Y como las anteriores, tendrá que encontrar las respuestas adecuadas a los problemas del tiempo que le toque vivir. Preparados están.