La necesidad de formar Gobierno con urgencia

“España no está aún en situación de normalidad y hay muchos problemas abiertos y algunos dramas que deben remediarse”.

España, especialmente en los aspectos económicos y sociales, necesita tener al frente un Gobierno cuanto antes. Los acuerdos de gobierno son habituales en muchos países y sería una irresponsabilidad que nuestros partidos fuesen incapaces de alcanzarlos. 


Numerosas decisiones de inversión están detenidas, a la espera de que se forme gobierno. La economía no se ha parado, obviamente, pero la desazón general que se ha esparcido por el país no es precisamente el territorio más adecuado para que se desarrollo el ánimo emprendedor. Y hay, por supuesto, numerosas medidas del sector público que deben adoptarse expresamente y que el Gobierno en funciones seguramente no podrá tomar porque no es ese su papel.“Sería el colmo que ahora las fuerzas políticas nos hicieran perder un año más por su incapacidad para entenderse”


La espera les puede parecer a algunos poco relevante. Después de todo, hemos oído muchas veces la chistosa alusión a los belgas, cuyo país –se dice– ha funcionado de maravilla durante largos periodos sin gobierno. Pero España no está todavía, tras la crisis, en situación de normalidad y hay muchos problemas abiertos y algunos dramas que deben remediarse y que no admiten retrasos injustificados. Así, por ejemplo, nuestros parados de larga duración, que llevan dos años o más en desempleo, que son el 43,6% de los totales según la última EPA y han agotado por lo tanto el subsidio, dependen de los planes que se habiliten para ayudarles, que hasta ahora se han gestionado con cicatería. El programa Prepara tiene que prorrogarse en febrero, y aunque esta vez lo hará automáticamente, porque el desempleo está todavía por encima del 20%, dentro de poco tendrán que tomarse decisiones. Asimismo, el Programa de Activación para el Empleo caduca en abril y los Presupuestos de 2016 incluyen una partida de más de 120 millones para orientación laboral de los parados de larga duración que todavía tiene que ponerse en marcha, y que seguramente no funcionará si el Gobierno no lo hace.


Los resultados del 20 de diciembre son en apariencia endiablados, porque no hay precedentes ni de una fragmentación tan compleja ni de un pacto transversal de gobierno que obligue a negociar a adversarios ideológicos. Pero en la Unión Europea los acuerdos de gobierno son habituales y es raro que se generen largos periodos de inestabilidad, salvo cuando se entrecruzan problemas y rivalidades territoriales (el caso de Bélgica). En otras palabras, no hay justificación válida para las fuerzas políticas que las exima de responsabilidad si no consiguen la gobernabilidad que reclama la ciudadanía.


A fin de cuentas, los programas electorales con los que los partidos políticos fueron al 20-D daban primacía a las grandes reformas –la constitucional, la electoral, la de regeneración democrática, la de recuperación del Estado de bienestar, las económicas–, cuya materialización necesitaría en cualquier caso el consenso entre todos, o casi todos, los partidos. Y si se creía posible antes de las elecciones obtener tal consenso, ¿cómo no es ahora posible entenderse para algo mucho menos comprometedor, que es gobernar?


Los efectos de la crisis económica, que en parte son imputables a la clase política, nos han hecho perder casi una década en términos de desarrollo socioeconómico y han producido un grave quebranto a la estabilidad social. Sería el colmo que ahora las fuerzas políticas nos hicieran perder un año más por su incapacidad para negociar y entenderse.