La Basílica del Pilar, 'Las Meninas' o el 'Guernica' caben en una copa de vino

Las copas de cristal pintadas artesanalmente como si fuesen cuadros son un objeto de regalo que ya traspasa fronteras desde Zaragoza.

Cristina Ruiz, con algunas de sus copas.
Cristina Ruiz, con algunas de sus copas.
P.S.

La actividad de la empresa zaragozana Oh ke copas no descansa estos días, pues sus copas de vino pintadas a mano al igual que si fuesen composiciones creadas sobre lienzos, papel o madera, son un objeto de regalo que desde hace algo más de un año ha encontrado su hueco en el mercado dentro y fuera del país.


En una copa de cristal cabe desde la imagen de la Basílica del Pilar contemplada desde el Puente de Piedra, las reproducciones de 'Las Meninas' de Velázquez, el 'Guernica' de Picasso o 'El grito' de Munch, hasta retratos de parejas, fotografías, paisajes recónditos, mascotas, logos de empresa, objetos personalizados o escudos, pues la filosofía de su trabajo se basa en que cualquier idea o imagen puede ser plasmada y pintada en este soporte dando lugar a obras artísticas únicas.


“Cada una es diferente y no hay dos iguales. Utilizamos una técnica artesanal que no puede realizar una máquina y, hasta ahora, no hemos encontrado ningún proyecto similar en ningún otro lugar”, relata Cristina Ruiz, la artista que apostó por emprender y convertir esta labor en la esencia de una empresa en el que las mujeres tienen un papel protagonista.


Es licenciada en Bellas Artes y entre sus pasiones, además de la pintura, también están la enología y el coleccionismo de objetos de cristal. A comienzos del año 2015, una idea apareció de repente en su cabeza: ¿por qué no pintar un cuadro en una copa de vino?, se preguntó. “Varios amigos me dijeron que era una locura, un trabajo demasiado complicado, pero me lo planteé como un reto y empecé a investigar”, recuerda Cristina. Entonces, compró todo tipo de pinturas para cristal con las que comenzó a probar, si bien el resultado no le convencía: los dibujos no destilaban realismo y la imagen quedaba traslúcida.


Tras cuatro meses de experimentos, se le ocurrió utilizar pintura común mezclada con un ácido específico empleado habitualmente para superficies de madera, y ese fue el punto de inflexión. “Mi gran alegría llegó cuando metí una copa con un dibujo de Miró debajo del grifo durante horas y la imagen no se iba. El pigmento de la pintura penetraba en el cristal y esta fórmula me permitía mezclar y superponer colores”, cuenta Ruiz. A partir de ahí, fue perfeccionando una técnica que patentó este año, al tiempo que registró su marca.


Mujeres, monumentos, museos o pintores fueron algunas de las temáticas de sus primeras 20 colecciones. “Pensé en empezar por ahí para comprobar si la idea podía funcionar. Gracias al boca a boca empezaron a realizarnos encargos personas de nuestros círculos y conocidos de estos: un retrato, un escudo del Real Zaragoza… y así se nos abrió un abanico de posibilidades que nos ha llevado a trabajar también para diferentes empresas aragonesas y españolas”, agrega la artista. Su actividad se dividió entonces en dos vertientes: la elaboración de copas artísticas de colección y el diseño de estos productos personalizados para pedidos de particulares y compañías.

Imaginarlo todo alrededor de una copa de vino

Para Cristina Ruiz, que puede dedicar hasta doce horas al día a este trabajo, cada copa de vino es como una escultura con tres partes en las que plasmar su arte: el cáliz, el tallo y la base. La clave está en “imaginarlo todo, partiendo de las ideas del cliente y de bocetos previos, alrededor de una copa”, reconoce la emprendedora, quien apunta que las proporciones son las mismas que en un cuadro, con la diferencia de que la superficie de este objeto es más pequeña. Su fidelidad a la copa tipo borgoña se debe, además de a su vistosidad, a que la anchura de su cáliz les permite, tanto a ella como al resto de trabajadoras, tener más espacio para pintar. Estas piezas son adquiridas a un cristalero turolense.


Sobre el proceso de creación de las obras, Ruiz explica que es complejo al principio ya que la copa provoca un efecto lupa. Tras realizar bocetos y plantillas previas en papel, y con una imagen al lado, “se van marcando las proporciones para después ir plasmando la imagen en el soporte e ir pintándolo”. Para ello utilizan fundamentalmente óleo y pintura acrílica, aunque también otros materiales como yeso o betún de Judea. Igualmente, “empleamos una gafas de relojero para matizar detalles como las pupilas de los ojos, por ejemplo, y realizamos sombreados con el dedo”, detalla. Una vez finalizada la composición, se lleva a cabo el secado y el lacado de las copas.

El tragachicos, los joteros y la Virgen del Pilar

Estas copas habitualmente son concebidas como objetos de regalo, aunque Cristina cuenta que hay quien también las utiliza para degustar vinos o similares: “El objetivo final es que la persona que reciba esa obsequio se emocione, y eso pasa por la creatividad, el detalle y el realismo”. La mayoría de estos presentes personalizados viajan a destinos nacionales como las tres provincias aragonesas, Sevilla, Canarias o Ciudad Real, pero también han cruzado el charco alcanzando ciudades como Los Ángeles o Texas.


Entre las copas más mañas no faltan las inspiradas en la jota, el tragachicos, la Virgen del Pilar e incluso el Cipotegato. Y en el capítulo de las personalizadas, “nos han pedido de todo”, relata Cristina, que ejemplifica trabajos tan dispares como la recreación de los reinos de la serie ‘Juego de Tronos’ con espadas de plomo alrededor de la copa o de escenas taurinas con capote incluido, el diseño de una lámpara, la composición de una yegua con su herradura en la base, la imagen de jugadores de fútbol como Raúl o Ronaldo, escudos de municipios y hasta profesores dibujados con los nombres de sus alumnos alrededor.


Mientras, las piezas de exposición -que implican un trabajo exhaustivo de retoque, luz y sombras, y cuya elaboración puede extenderse hasta los tres meses de duración- son réplicas de cuadros originales de diferentes artistas trasladadas a esas copas de cristal. De ellas “se han vendido piezas únicas como 'La maja vestida', 'El grito' o el 'Guernica' y ahora acabo de terminar una colección de El Principito”, añade la responsable del proyecto.


Precisamente esa colección basada en la obra de Saint-Exupéry protagonizará la primera exposición con la que debutarán el próximo año en la ciudad. Al tiempo que concluyen los preparativos, los miembros de esta empresa aragonesa continúan vinculando su actividad a causas solidarias por las que trabajan oenegés como ‘Solidariaonline’ o iniciativas como el ‘Mercado del 13’.

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