SOBRE EL TERRENO

Bosnia, 15 años de retrasos por culpa de la guerra

Tres lustos después de una de las guerras más brutales del siglo XX, el panorama en Sarajevo es contradictorio: rascacielos, nuevas mezquitas e intenso tráfico frente al desempleo del 40% y las pensiones miserables.

Un memorial con los nombres de las víctimas de la masacre de febrero de 1994 preside el mercado de Sarajevo.
Bosnia, 15 años de retrasos por culpa de la guerra
GERVASIO SáNCHEZ

Un visitante que llegue por primera vez a Sarajevo se puede sorprender por la fiebre constructiva que afecta a su casco urbano. A su paso por la principal arteria se topará con enormes rascacielos reconstruidos, mezquitas de última generación y un tráfico agobiante.


Si pasea por el viejo barrio turco saldrán a su paso múltiples cafés cuyos veladores están repletos de clientes. Es como si se hubiese producido un milagro económico quince años después de finalizar una de las guerras más brutales del siglo XX.


Pero es más pego que realidad. Los nuevos edificios, entre los que sobresalen demasiadas mezquitas extrañas a la tradición bosnia, han sido construidos por empresas árabes cuyos responsables han impuesto restricciones como la prohibición de vender alcohol en restaurantes y cafeterías. Hasta el punto de que en la inmensa mayoría de locales públicos del barrio turco es imposible encontrar una cerveza fría.


Los clientes pueden pasar horas ante la misma taza de café bajo una gigantesca humareda porque aquí se fuma como en pocos lugares de Europa. El salario mínimo de 290 euros al mes, entre los más bajos de Europa, obliga a hacer equilibrios económicos para llegar a fin de mes cuando la cesta básica mensual para una familia de cuatro miembros se acerca a los 250 euros. Muchos ciudadanos han optado por no concluir las obras de mejora en sus casas dañadas durante la guerra para pagar menos impuestos.


El desempleo supera el 40% de la población activa y 700.000 jubilados sobreviven con pensiones miserables que no les alcanzan ni siquiera para comer. Dos terceras partes de los asalariados son funcionarios públicos. "Tener un trabajo es como tocarte la lotería", repiten muchos ciudadanos.


Los intentos de recortar o eliminar las pensiones de los inválidos de la guerra (que se cuentan por decenas de miles) han provocado grandes protestas. La reducción de las remesas del exterior, que suponían el 15% del producto interior bruto en 2008, ha golpeado muy duramente a muchas familias.


El mercado es el mejor termómetro para conocer la temperatura económica de la ciudad.


Jornadas maratonianas

Los pequeños comerciantes pasan jornadas maratonianas sentados en taburetes de madera, viendo pasar a clientes que miran más que compran en una estampa que parece surgida de los heroicos tiempos del cerco de Sarajevo en los años noventa. Muchos de estos pequeños vendedores perdieron sus trabajos más cualificados cuando empezó la guerra en 1992 y después ya nunca lo han recuperado. Algunos se avergüenzan de realizar trabajos tan poco edificantes.


La división del país en dos entidades políticas y económicas (la llamada Federación de Bosnia y Herzegovina, habitada por musulmanes y croatas, y la República Srpska, por serbios) hace muy difícil remontar una crisis global en un país con décadas de retraso.


Las relaciones económicas entre ambas entidades son escasas. Las carreteras fronterizas están vacías. Apenas hay intercambios comerciales entre ambas zonas. El tiempo parece haberse detenido en los años setenta, cuando la antigua Yugoslavia parecía que iba a convertirse en el país más avanzado de todo el este europeo.


La mayoría de los productos que se consumen en la parte serbia, incluida la gasolina, provienen de Serbia y los precios son considerablemente más baratos gracias al menor gravamen impositivo.


La separación de dos manzanas de edificios iguales por una simple calle, que hace de frontera en Sarajevo entre las dos entidades, puede ser suficiente para ahorrarte un buen pellizco en el alquiler de un apartamento con las mismas condiciones de habitabilidad.


El último golpe que han recibido los bosnios ha sido la decisión de la Unión Europea de excluirlos, junto a los kosovares y a los albaneses, de la política de liberalización de visados, convirtiéndoles en los parias del patio trasero de la Europa de los privilegios, hoy de capa caída.