Vacaciones en las Bahamas, una estilista de Hollywood... la vida de lujo del líder de la Asociación Nacional del Rifle en EE. UU.

Wayne LaPierre deja su cargo como presidente del que fuese el lobby más poderoso de Estados Unidos para sentarse en el banquillo por corrupción.

Wayne LaPierre, en Nueva York
Wayne LaPierre, en Nueva York
BRENDAN MCDERMID

Wayne LaPierre siempre soñó con retirarse de la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés) a la que ha servido toda su vida para dedicarse a vender helados al norte de Maine. Su sueño se ha cumplido parcialmente. El miércoles fue su último día de trabajo, pero en lugar de vender helados tendrá que sentarse durante las próximas seis semanas en un tribunal de Manhattan en el que se le juzga por corrupción. Y quién sabe, después de la sentencia tal vez tenga que vender helados.

La fiscal general de Nueva York Letitia James, que ha echado el guante a la empresa del expresidente Donald Trump por fraude, le ha puesto también a él, a la NRA y a otros tres de sus altos ejecutivos -el tesorero Wilson Phillips, el secretario corporativo John Frazer, y el jefe de personal y director de operaciones Joshua Powell, que ha optado por colaborar con la fiscalía- en el banquillo, después de investigarlos durante año y medio.

En ese tiempo ha descubierto que la cúpula del que fuese el lobby más poderoso de Estados Unidos desviaba los fondos de la organización para pagar por su gastos personales: 250.000 dólares en trajes de una boutique de Beverly Hills, medio millón de dólares por ocho vacaciones familiares a las Bahamas en tres años a costa de la NRA, peluquería y maquillaje para su esposa a razón de 10.000 dólares por sesión, encargadas a una famosa esteticien de Hollywood, y contratos con yates de lujo llamados 'Illusions' (Espejismo, delirio).

El lunes pasado, durante el primer día del juicio civil con el que un jurado de seis personas tendrá que decidir si es culpable y, en tal caso, cuánto debe de pagar cada uno de los tres imputados, LaPierre, de 74 años, admitió bajo interrogatorio que buena parte de esos gastos eran "inapropiados" porque no había obtenido autorización para la peluquería de su esposa o el alquiler de aviones privados. "¿Eso estaba mal y no debería haber ocurrido?, le preguntó la abogada de la NRA Sara Rogers, que él mismo había contratado. "Sí", admitió con sumisión.

Donaciones a los partidos

Era una extraña imagen del hombre que durante más de tres décadas ha sido el todopoderoso consejero delegado de la Asociación Nacional del Rifle a la que Charlton Heston ponía la imagen y él la estrategia política, desde que respaldó por primera vez a un candidato con Reagan en 1980. En su momento de auge y en 2012, el 88% de los republicanos en el Congreso y el 11% de los demócratas recibían fondos de la NRA para sus campañas. No todas las apuestas le salieron bien.

En 2008, la organización se gastó en las elecciones de 40 millones de dólares, incluyendo 10 dedicados expresamente a impedir la elección del entonces senador Barack Obama, que a su pesar llegó a presidente. En los años venideros subió la apuesta hasta invertir 30 millones en la victoria de Donald Trump sobre Hillary Clinton, antes incluso de que fuera nominado. El veto a los rifles automáticos de alta capacidad que aprobase Bill Clinton al firmar la Ley Brady era algo que no quería que se volviera a repetir a ningún precio.

LaPierre, que traza sus orígenes a los franceses asentados en Quebec, nació en Shenectady, un pueblo de Nueva York cercano a New Hampshire, y se crió en Roanoke (Virginia), muy cerca de la Universidad de Virginia Tech, que ostenta el récord de la peor matanza estudiantil en la historia de Estados Unidos, con 32 muertos en 2007. Pero a pesar de haberse criado en esa América rural donde tanto gustan las armas y la caza, no es un cazador nato. De hecho, en su oficina se bromeaba amenazando con mandar a alguien de caza con él.

La leyenda jocosa era que el sitio más seguro en esas circunstancias era entre él y su objetivo, porque nunca daba en el blanco. Así lo demostraba el vídeo de una cacería en Botswana que filtró la revista New Yorker. Grabado inicialmente para un anuncio de la NRA que nunca llegó a publicarse, el consejero delegado y vicepresidente de la organización derriba a un elefante pero es incapaz de rematarlo a corta distancia en ninguna de las tres oportunidades seguidas que le dieron, facilitándole el ángulo aguantando el rifle y apuntando con una luz roja a ese punto por encima de la oreja del animal moribundo en el que debía darle para acabar con sus miserias.

Por el contrario, su segunda esposa Susan acierta de pleno entre los ojos de otro ejemplar, al que remata de tres disparos en la barriga y corta el rabo con entusiasmo. En la macabra lista de trofeos que se hizo mandar al embalsamador -a cuenta de la NRA- figura un cráneo de búfalo, dos pieles de elefante, dos orejas, dos colmillos y cuatro patas, además de un variado de cráneos y pieles de impalas, zebras, jabalíes e hienas, frutos de su safari, con los que se mandó a hacer alfombras, taburetes y hasta bolsos.

Estratega de manos flácidas

LaPierre ya era 'lobista' de profesión antes de prestar sus servicios a los amantes del rifle y las pistolas. Tenía un máster en Gobierno y Políticas, y había trabajado en el Consejo de dirección de la Asociación Estadounidense de Consultores políticos, La Unión Conservadora Estadounidense y la Fundación Nacional de Pesca y Vida Salvaje. Un día de 1977 cruzó la calle de la Sede legislativa del demócrata Vic Thomas para el que trabajaba en Roanoke y se unió a la NRA, que estaba justo enfrente.

Nadie podía imaginar entonces que aquel personaje pusilánime que siempre agonizaba con las decisiones y se dejaba convencer por cualquiera que tuviera acceso a él, según publicó la revista Vanity Fair, acabaría convirtiéndose en el hombre fuerte de la organización. Años después de trabajar en la NRA, su jefe, el prominente activista de las armas de fuego Neal Knox se lo llevó a unas prácticas de tiro en Maryland. Cuando Wayne sacó su rifle estaba tan visiblemente oxidado que Knox tuvo que volver a su Cadillac para sacar lubricante y limpiarlo antes de que pudieran empezar.

No es un tipo duro, sino un estratega de manos flácidas y débil apretón de manos que pasa más tiempo mirando al suelo y a su colección de libretas amarillas en las que lo apunta todo, que a los ojos de sus interlocutores. De su mente de estratega salió la idea de intentar declarar a la NRA en bancarrota para que la fiscal de Nueva York no pudiera sacarle nada, pero un juez federal de Texas, a donde intentó trasladar el caso, decidió que ese intento de evadir a la justicia no respondía al espíritu de la ley.

Estrategia de defensa

Sentado ya en el banquillo, el extraño interrogatorio al que le sometió su abogado esta semana tiene como objetivo expiar sus culpas, como si esos gastos ostentosos fueran un error multimillonario que dice haber enmendado con la devolución de 300.000 dólares a la NRA.

La Fiscalía de Nueva York, donde la organización está registrada sin ánimo de lucro desde 1871, lo que la somete a una jurisdicción más estricta, ha intentado sin éxito forzar su disolución aunque el Trbunal Supremo del estado la ha considerado excesiva.

Al anunciar el traspaso de poderes a su lugarteniente Andrew Arulanandam subrayó que nunca dejará de apoyar a la NRA y a su lucha por defender la libertad de portar armas que establece la segunda enmienda constitucional. "Estoy orgulloso de todo lo que he conseguido". dijo al anunciarlo.

Estos días, cuando se le ve entrar y salir del juzgado, sus críticos le devuelven con sorna las palabras que rutinariamente dedica a las víctimas de cada tiroteo. "Mis pensamientos y oraciones están contigo", tuiteó el senador demócrata Bob Menéndez.

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