Dinamarca se despide de la reina Margarita

Cede la corona que portó durante 52 años a su hijo Federico y deja a Europa sin mujeres al frente de una Casa Real. Qué hará a partir de ahora es una incógnita, se preparó para morir y no para abdicar.

Fotos de la reina Margarita de Dinamarca
Margarita de Dinamarca
RITZAU SCANPIX

Cuando a principios del año pasado llevó a cabo una profunda -y polémica- remodelación de la Casa Real danesa, despojando del título de príncipes a los cuatro vástagos de su hijo Joaquín, nadie podía imaginar que este 14 de enero -la misma fecha en que hace 52 años accedió al trono tras la muerte de su padre, el rey Federico IX, con aclamación popular y nueve hurras incluidos desde el balcón del palacio de Christiansborg- haría historia al despojarse de la corona. Renuncia Margarita (Margrethe Alexandrine Þórhildur Ingrid; Copenhague, 16 de abril de 1940) a un reino -también a ser la autoridad suprema de la Iglesia de su país y comandante en jefe de las Fuerzas Armadas- que pudo hacer suyo tras la derogación de la ley sálica que impedía reinar a las mujeres. Hija mayor de los reyes Federico e Ingrid -tiene otras dos hermanas, la princesa Benedicta y la reina Ana María Grecia-, se convirtió con trece años en princesa heredera tras una serie de reformas constitucionales que dejó un articulado similar al que hoy recoge la Carta Magna española, que da prevalencia al hombre sobre la mujer -en 2009 Dinamarca dio un paso más y decidió que, en lo sucesivo, la corona recaería en el primogénito del monarca, fuese hombre o mujer-. Hasta entonces era su tío Canuto quien estaba destinado a reinar.

Pierde este domingo Europa a su última reina. Tras su marcha, ya no quedan mujeres coronadas en un viejo continente que, si se cumple la lógica de los tiempos, llegará a contar con cinco reinas a la vez: Victoria de Suecia, Amalia de los Países Bajos, Isabel de los belgas, Ingrid de Noruega y Leonor de España. El anuncio de su abdicación, en su tradicional discurso del último día del año, pilló a todos con el pie cambiado. Poco más de un año antes, tras la muerte de Isabel II de Inglaterra, había dejado caer que ella también moriría con la corona puesta, que no seguiría el camino emprendido por su coetánea Beatriz de los Países Bajos, que renunció al trono en favor de su hijo Guillermo en abril de 2013 y que luego siguieron Alberto de los belgas y Juan Carlos de España. Pero la convalecencia de su delicada operación de espalda la pasada primavera, confesó ella misma, le hizo cambiar de opinión. Con bastón en mano, ya no le quedan fuerzas para sostener el peso de la corona.

Qué papel institucional asumirá a partir de ahora la reina Margarita -mantendrá el título y el tratamiento de Su Majestad- es una incógnita que solo el tiempo se encargará de despejar. Porque esta mujer que ha hecho de su amplia sonrisa de dientes amarillentos -fumó hasta el pasado mes de febrero, tras 66 años con el cigarrillo en la mano- y de los excesos en el vestir su mejor carta de presentación llevaba años preparándose para morir, no para abandonar la labor a la que ha dedicado su vida. Hasta el punto de que ella misma se encargó de diseñar hace ya dos décadas el sarcófago -para dos cuerpos- en el que llegado el día reposarán sus restos mortales. Se instaló en 2018 en la capilla de Santa Brígida de la catedral de Roskilde, una localidad a 30 kilómetros de Copenhague, donde están enterrados los reyes daneses. Y no es fácil describir con palabras cómo es la tumba que Margarita eligió para pasar a la posteridad. En su día, la prensa de Dinamarca la describió como una especie de sarcófago egipcio en el universo Disney, como un reflejo de ella misma, de alguien que anhela alcanzar la inmortalidad sin caer en la indiferencia.

El conjunto lo compone una cápsula de cristal labrado en su interior con los cuerpos inertes de la reina Margarita y su marido, el príncipe Enrique, que reposa sobre tres grandes piedras pertenecientes a los tres territorios del reino danés -granito de Dinamarca, basalto de las Islas Feroe y mármol de Groenlandia- recubiertas con máscaras de metal de elefantes -el símbolo de la más alta orden caballeresca de Dinamarca-. Y sobre el sarcófago, un festival de figuras doradas: un cordero feroés, un oso polar groenlandés, un león del escudo danés con la bandera, un ejemplar de la constitución, dos perros salchicha, un ramillete de pinceles, pergaminos de poesías, botellas de vino...

La venganza de Enrique

El deseo de la reina Margarita, su plan trazado, era que su cuerpo descansara en esta cápsula junto al de su marido, un peculiar noble francés -con el que se casó en junio de 1967- que protagonizó sonados desplantes a la corona por su papel de segundón, que reclamó en privado y en público el título de rey. Nunca entendió por qué la esposas de los reyes europeos se convertían automáticamente en reinas y los maridos de las reinas no pasaban de príncipes. "Si la reina quiere que me entierren con ella, tendrá que nombrarme rey", llegó a decir a la prensa. Gran amante del vino -tenía viñedos en propiedad en Francia, en donde buscaba refugio con asiduidad-, regaló sabrosos titulares: "Soy un perro al que le tiran un terrón de azúcar de vez en cuando", "Mi esposa no me da el respeto que una esposa normal debe darle a su cónyuge".

Enrique de Laborde de Monpezat, lector empedernido y autor de una decena de libros de poesía y uno de cocina, falleció en febrero de 2018. Dos años antes, en enero de 2016, se retiró de la vida pública y renunció a su título de príncipe consorte. Se difundió entonces que padecía demencia. Y su última voluntad fue que su cuerpo fuera incinerado, nada de sarcófago. Una parte de las cenizas se arrojó al mar danés y otra parte reposa en los jardines del palacio de Fredensborg.

Pese a que la relación de la reina Margarita y el príncipe Enrique -se conocieron en Londres, él diplomático, ella estudiante de la London School of Economics- distaba mucho de ser idílica, la monarca danesa sufrió un mazazo a su muerte. Se refugió entonces en sus aficiones y en la familia, poniendo el foco en la educación de Cristian, el primogénito de Federico y Mary, que este domingo se convertirá en príncipe heredero con la llegada al trono de su padre.

El traspaso de la corona llega en un momento complejo para quien reinará como Federico X, que en el último lustro, al tiempo que asumía más responsabilidades, perdía en popularidad. La sombra de la reina Margarita es demasiado alargada -mide 1,82 metros, solo un centímetro más que su hijo-. Tampoco ha contribuido a ello la polémica compra de una casa en Suiza sin conocimiento del Parlamento danés -la Familia Real, por ley, no puede invertir fuera de Dinamarca sin el permiso de la Cámara- y, sobre todo, sus escándalos amorosos. Si sonado fue en Dinamarca el supuesto pago de 7.000 euros a una revista danesa para evitar que una infidelidad saliera a la luz, estruendosa resultó la exclusiva de la revista 'Lecturas' en la que se descubría la sorprendente relación entre Federico y Genoveva Casanova. Casualidad o no, la noticia saltó cuando los reyes Felipe y Letizia se encontraban, este pasado noviembre, de viaje de estado en Dinamarca.

Encerrada en palacio

La Casa Real danesa trató de zanjar la polémica con un escueto comunicado, pero la mecha ya había prendido en la opinión pública -el rostro de Mary en sus siguientes apariciones no contribuyó demasiado a calmar las aguas-. De ahí que, hace un mes, sin sospecha alguna de la decisión que Margarita estaba a punto de comunicar, una encuesta para la cadena TV2 danesa daba un espaldarazo a la reina y un bofetón al heredero. Un 65% de los encuestados se mostraba en contra de la abdicación de la monarca, que recuperó la primera posición como miembro de la familia más valorado que en los años anteriores había ocupado Federico, quien tiene en Mary, la abogada australiana que conoció en los JJ OO de Sidney e hizo su esposa en mayo de 2004, su principal activo para reflotar su popularidad.

A la futura reina danesa, de raíces escocesas, le costó ganarse al pueblo. También a la reina Margarita, quien -cuentan las malas lenguas- la encerró un año en palacio hasta que se desenvolviera en danés para aprobar su matrimonio con su primogénito. La llegada de los cuatro hijos de quienes hoy se convertirán en reyes de Dinamarca, Cristian, Isabel y los gemelos Vicente y Josefina, endulzó la imagen de Mary, que desde ahora tendrá la llave del joyero real más imponente de Europa, con permiso del británico. Porque si por algo pasará a la historia Margarita es por la ostentosidad con la que ha ejercido su labor durante 52 años. "Es la más reina de las reinas", llegó a escribirse.

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