La activista Greta Thunberg se apunta a las nuevas formas de protesta climática

Cuando los nuevos movimientos juveniles arrojan pintura a óleos o se pegan a pistas de aterrizaje, la sueca cierra puertos y va a juicio

La activista sueca Greta Thunberg.
La activista sueca Greta Thunberg.
EP

La niña de colegio que hizo una huelga en su país, Suecia, para protestar por la inacción política ante el cambio climático, ya tiene 20 años. Su rostro infantil se hizo icono de una generación preocupada por el devenir del planeta, que los científicos comprueban que se encamina hacia lo irreversible. Cuando era adolescente -comenzó a figurar a los 15 años- prefirió no acaparar ella sola los focos y quiso dar paso a sus compañeros de Fridays for Future, como había bautizado a su movimiento. Incluso se negó a hablar en foros internacionales como la Cumbre del Clima de Madrid, aunque sí asistía a las acciones y mesas redondas. Su proceder era cauto, algo ingenuo, en el fondo obediente.

La emergencia, desde entonces, sigue sin mayores cambios. Y ella, que había dado un paso atrás, ha regresado a la acción. Pero es el final de la inocencia, la rabia empieza a imponerse y las formas han cambiado.

Estos años, los jóvenes han ideado nuevos tipos de protestas, cada vez más radicales. Han arrojado pintura a los óleos más preciados, siempre protegidos y sin causar estragos irreparables. Se han encadenado a las rejas de instituciones. Se han unido con fuertes pegamentos a pistas de aterrizaje, como ocurrió recientemente en el aeropuerto de Barajas.

Ante el cambio de ciclo, y las voces cada vez más desesperadas de científicos y activistas, Thunberg se pliega a los nuevos modales. A mediados de junio reapareció en un puerto sueco de Malmö. La policía pidió a los manifestantes que se marcharan. Ella insistió sin moverse. Dos agentes la sacaron a la fuerza. Si bien sus acciones quedan registradas por las agencias y los medios locales, y terminan dando la vuelta al mundo -con lo que hay pruebas de su presencia y desobediencia-, también sirven de altavoz.

La llevaron a juicio un mes después, donde dijo: "Estamos en una emergencia que amenaza la vida, la salud y la propiedad". Negó los cargos y añadió: "Innumerables personas están en riesgo". A principios de año, también había sido detenida en Alemania, en una protesta contra el uso de carbón.

Aquella manifestación de principios de verano estuvo organizada por el grupo Recuperar el Futuro (Ta tillbaka framtiden, en sueco), para arremeter contra el uso de las energías no renovables. Ella acudió, no sin antes exponer su punto de vista: "Elijo no ser espectadora y poner mi físico para detener la estructura de combustibles fósiles. Estamos reclamando el futuro".

Horas más tarde de ser condenada a pagar una multa de unos 250 euros, ya estaba apuntada a otra protesta similar: a finales de julio, junto a otros manifestantes, Thunberg bloqueó una carretera transitada por transportes petroleros. Esta vez tampoco obedeció al desalojo.

Sin tregua

Aunque no ha parado de protestar de manera silenciosa e inocua, con su cartel de "huelga", a veces sola y en ocasiones con otros jóvenes, a comienzos de junio anunciaba en su perfil social que terminaba el instituto (un año más tarde que otros suecos, por el tiempo dedicado al activismo): "Hoy me gradúo en la escuela, lo que significa que ya no podré hacer huelga escolar ('school strike') por el clima. Esta es entonces la última para mí, así que supongo que tengo que escribir algo".

Era la semana 251 ininterrumpida en que Thunberg se movilizaba de esta manera. "Quienes podemos hablar, tenemos el deber de hacerlo. Para cambiarlo todo, necesitamos de todos. Seguiré protestando los viernes, aunque técnicamente no sea una huelga escolar. Simplemente no tenemos otra opción que hacer todo lo posible. La lucha no ha hecho más que empezar".

Anticipando su cambio de actitud, proseguía: "En muchas partes del mundo incluso estamos acelerando el proceso", escribía. "Probablemente muchos de quienes nos graduamos ahora nos preguntamos en qué tipo de futuro estamos entrando, a pesar de que no causamos esta crisis". Cuatro semanas después estaba en el Parlamento Europeo para apoyar la 'ley de restauración de la naturaleza'.

En estas últimas protestas que le han valido la detención a Thunberg, la ecuación es la misma de ayer, la misma que hace años cuando la realidad del cambio climático se hizo innegable: "Las compañías que en gran parte causan esto están obteniendo ganancias récord". Mientras tanto, el calentamiento global no se detiene y el margen de 1,5ºC fijado por los científicos -para no sobrepasar los límites tolerables por la humanidad- se alcanzará antes de lo previsto. Greta Thunberg, incansable, no deja de polemizar en sus redes pero no se ha metido en más líos lo que quedaba de verano. Quizás prepare la próxima acción climática.

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