Trump y el automóvil

La particular obsesión del presidente electo de Estados Unidos por el sector
de la automoción, emblemático para visualizar su política proteccionista, enrarece el funcionamiento de una industria con muchos agentes interrelacionados.

No es tan simple como decir que uno deja de producir en un país y, en cambio, dedica una nueva inversión en el suyo para fabricar otro producto, lo que supuestamente se traduce en más riqueza y empleo para los suyos. Pero él lo cree así y Ford Motor Company, con un anuncio sobre México cuestionable en el tiempo y en la forma, le echó un cable que parece fortalecer su argumento, lo que le ha permitido celebrar su primera victoria en el sector sin siquiera llegar al poder. Donald Trump, el presidente electo de Estados Unidos, ha visto en la industria de la automoción el escenario idóneo para que su política proteccionista pueda visualizarse, esgrimiendo planteamientos cuya simpleza revela un mensaje populista que puede gustar a muchos de sus compatriotas, pero que poco entiende de la situación real de las fábricas y la industria.


El del automóvil es uno de los sectores en los que con más claridad se percibe desde hace ya años una globalización industrial en la que participan empresas de diferentes tamaños y países produciendo piezas en sitios diversos aprovechando al detalle las inversiones y los recursos de unos y otros y minimizando gastos, ganando entre todos una competitividad que permite a los clientes comprar coches a mejores precios. Un capitalismo industrial con defectos, pero que ha permitido a los grandes fabricantes, varios de ellos estadounidenses, crecer y generar riqueza tanto en su país como fuera de él. En Zaragoza tenemos el ejemplo perfecto en la fábrica de General Motors en Figueruelas, un centro que lleva más de 30 años impulsando la economía aragonesa y, por tanto, la española, sin por ello dejar de dar alegrías a la casa matriz en Detroit (EE. UU.), a la sede europea –hoy en Alemania– y a las numerosas empresas proveedoras de componentes, tanto locales como extranjeras.


Ah, pero otra cosa es, para Donald Trump, México, ese país del que habla no precisamente con afecto. Un país que genera una especial sensibilidad en los estadounidenses –destinatarios de los mensajes tuiteros del presidente electo, y desde el día 20 de sus políticas– porque según su argumentario está quitando empleo a sus compatriotas. El magnate parece ignorar, sin embargo, que su país y sus empresas se han hecho grandes entre otras cosas por la buena marcha de sus fábricas mexicanas, donde GM, Ford, Chrysler y la industria auxiliar han compensado con números sus malas rachas en Estados Unidos, las que han llegado a amenazar su supervivencia.


Pero, erre que erre, Trump insiste, y ayer mismo –vía Twitter, por supuesto– recordaba/amenazaba a las compañías de automóviles que «si quieren hacer negocios en nuestro país, tendrán que empezar a hacer las cosas aquí».

Ford, que con al anuncio de que cancelaba la inversión de 1.537 millones de euros en una nueva fábrica en San Luis Potosí (México), a la vez que anunciaba otra de 637 millones en Flat Rock (Michigan, EE. UU.), ha dado más aire a las bravuconadas de Trump –aunque también dijera que su factoría de Hermosillo asumiría la producción que iba a San Luis–, teme ahora perder negocio en tierras mexicanas, máxime cuando empresas del país latinoamericano han anunciado que dejarán de comprar sus automóviles por ceder a las presiones del presidente electo. Por ello responsables de ventas de la histórica marca de Dearborn (Michigan) recuerdan que Ford fue el primer fabricante estadounidense en abrir planta en México –en 1932–, donde tiene activas tres factorías (GMtiene cuatro y Fiat-Chrysler, dos) y que, por tanto, su trayectoria de compromiso con el país está fuera de toda duda.


Con este telón de fondo, el sector del automóvil anda muy revuelto en estos días con la llegada de Trump a la Casa Blanca. Los profesionales de la industria están expectantes ante los cambios que puedan darse en esta etapa, aunque lamentan que la política esté eclipsando ya el negocio, como se puso de manifiesto en las jornadas de prensa del Salón del Automóvil de Detroit.