Mikel Alcázar: “En Estados Unidos la política es puro espectáculo”

El periodista y consultor de Comunicación Mikel Alcázar (Zaragoza, 1988) reside en Washington desde 2014.

Mikel Alcázar, periodista y consultor de Comunicación.
Mikel Alcázar: “En Estados Unidos la política es puro espectáculo”

La política es un tema por lo general omnipresente en la capital, así que cualquiera puede imaginarse de qué habla todo el mundo aquí estos últimos días. Es apasionante: hace un par de semanas, se daba por hecho que Hillary se impondría con claridad, pero apareció de nuevo el FBI y ahora pocos lo tienen claro. Que nadie se deje llevar por las encuestas. Mi percepción es que puede haber un voto oculto favorable a Trump, sobre todo en estados decisivos, así que no descarto en absoluto una sorpresa. Y ya sabemos que las encuestas no son infalibles.


Estados Unidos es un país con una cultura democrática muy profunda, donde las preferencias políticas se plantean a menudo en público con total libertad. Enterarse de a quién van a votar tus vecinos no tiene mérito. Por ejemplo, es muy habitual encontrar coches particulares con pegatinas de los candidatos o carteles en las ventanas de las casas. Pero esta no es la única gran diferencia. Aquí la política es puro espectáculo: los mítines de campaña, los debates… Por cierto, para quien piense que en España las campañas son muy largas, aquí las de las primarias arrancaron hace más de año y medio. Trump inició la carrera presidencial en junio de 2015.


Me siento muy afortunado por haber vivido todo este proceso electoral sobre el terreno. Aunque no tengo derecho al voto, sí he tenido la suerte de poder involucrarme en el proceso electoral. Para mí esto fue una parte más del proceso de adaptación a la comunidad en la que vivo. Durante las primarias, seguí la campaña de Marco Rubio desde cerca. Pude incluso estar en uno de sus mítines de campaña en el estado de Virginia y también participé en la Convención del Partido Republicano de Washington. Aunque los republicanos de la capital le dieron la victoria, Rubio perdió en su estado natal, Florida, lo que le hizo abandonar la carrera presidencial. Seguir tan de cerca el día a día de la campaña de un candidato presidencial (que, por cierto, el martes aspira a ser reelegido como senador) fue una experiencia sensacional.


Probablemente, la percepción que en Europa se tiene de Donald Trump es peor. Aquí no es en absoluto un candidato popular o querido por la población, pero ocurre lo mismo con Hillary. Trump ha sabido recoger y abanderar el cabreo que hay en amplios sectores de la población por la marcha del país (el fracaso de la reforma sanitaria, los errores en política exterior, la creciente inseguridad…), especialmente de la clase obrera blanca. Trump no es el clásico conservador republicano, por lo que no estamos en esta ocasión ante la tradicional batalla entre la izquierda y la derecha. Es un escenario nuevo e imprevisible, idóneo para Trump. No olvidemos que casi nadie apostaba por él para ser el nominado republicano.


Muchas personas de mi entorno plantean un escenario apocalíptico si gana Trump, pero yo no estoy de acuerdo. Estados Unidos es un país que cuenta con una separación de poderes efectiva, lo que asegura que una hipotética administración de Trump tendría un contrapeso crucial en las cámaras legislativas, incluso aunque estas cuenten con dominio republicano. Hay medidas que defiende Trump, como el famoso muro en la frontera con México, que no creo que pudieran llevarse a la práctica porque generan rechazo incluso entre sus compañeros de partido. A Obama, sin ir más lejos, el Congreso no le ha dejado cumplir las principales promesas de su segundo mandato. Lo mismo podría pasarle a Trump y, por supuesto, también a Hillary. Cómo queden las cámaras legislativas será probablemente tan importante como el resultado de la elección presidencial.


Que gane Hillary sería algo simbólico, como lo fue el triunfo de Obama en 2008. Ahora bien, no significará en ningún caso que el país haya superado sus desafíos en cuanto a igualdad, de la misma forma que los ocho años del primer presidente afroamericano no han acabado con los graves problemas raciales. Creo que, por suerte, tanto Estados Unidos como España son países perfectamente preparados para que una mujer sea presidenta. Es cuestión de tiempo.

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