'La Esperanza', una finca donde los sueños son lo último que se pierde

Un plan de formación impulsado por empresas colombianas permitió a muchos campesinos dejar la recolección de coca.

La Esperanza
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Efe

Hace 14 años Jorge, un campesino colombiano, compró una finca en el departamento del Meta donde ordeñaba vacas solo para el consumo familiar porque su sustento provenía de la recolección de hoja de coca en una región donde esa realidad cambió gracias a programas del Gobierno y la empresa privada.


"El trabajo en el cultivo de coca era rentable, en 15 días se ganaba hasta tres veces más que en una labor lícita en el campo, pero la intranquilidad, el riesgo y el tener que separarse de la familia por 15 ó 20 días hicieron que muchos pensáramos en otras alternativas de ingresos", dijo Jorge al recordar sus días de "raspachín", como se conoce a quienes recogen hojas de coca.


Por esa época, el Gobierno, con el Plan de Consolidación Integral de La Macarena (PCIM), invitó bajo el modelo de cooperación a la empresa privada a participar en la recuperación de los municipios de Vistahermosa, Mesetas, San Juan de Arama, Puerto Rico, La Uribe y La Macarena, en el central departamento del Meta, dominados por la guerrilla de las FARC.


Así, empresas colombianas como lácteos Alquería, atendieron el llamamiento e iniciaron en 2009 su plan de Formación Campesina (FOCA) en la región con cuatro líneas de acción: Escuelas de Campo, Formación Complementaria, Herederos de tradición y Plan Finca.


Con esas iniciativas se buscaba ampliar las capacidades de pequeños y medianos productores para mejorar su productividad y competitividad mediante la compra de leche, transferencia de tecnología, abastecimiento de insumos y metodologías de aprendizaje participativo y colectivo.


Jorge y su esposa Yoleni iniciaron con estos programas capacitación técnica y administrativa y hoy la finca 'La Esperanza' es un modelo de organización y producción lechera, un sueño hecho realidad.


"Tomamos lo mejor de lo que sabíamos por tradición y lo sumamos a la técnica y la capacitación para aumentar la producción lechera. Hasta lo administrativo, que no considerábamos como verdadero trabajo, hoy lo valoramos como parte fundamental de nuestro logro", afirma Yoleni, una campesina que habla con lenguaje técnico y de líder.


Carlos Enrique Cavelier, presidente de Alquería, o "coordinador de sueños", como prefiere que lo llamen, explica que los campesinos aumentaron su producción y pasaron de tener vacas que les daban dos o tres litros de leche a ocho o doce litros.


Con el Plan Finca, "una persona empieza en 40 litros y llega a 80 en seis meses, aumentando sus ingresos y generando un impacto social", afirma.


Con el aumento de la producción también había que pensar en cómo sacar la leche de lugares apartados y con precarias vías de acceso preservando las condiciones y la calidad exigida por las empresas que compran su producción.


Para ello, con el apoyo de organizaciones internacionales como la Agencia de EE.UU. para el Desarrollo Internacional (Usaid), y la ONG Cooperación Alemana GIZ, desarrollaron una red fría con acopio en tanques que se entregan a los productores en los municipios.


A través de esa red, "el producto se transporta en carrotanques a las plantas de Alquería donde se evalúan científicamente muestras que a su vez determinarán el precio, según su calidad", concluye Cavelier.


"Al principio, trabajar en comunidad no era fácil, solo pensábamos en nuestras propias familias, pero al estar organizados el Estado nos prestó mayor atención y trabajamos unidos", cuenta Yoleni recordando sus comienzos en el negocio lechero.


Fue así como crearon la Asociación Fénix del Ariari que en 2006 se convirtió en aliado comercial de Alquería para mejorar la base social y recibir asistencia técnica y apoyo financiero de entidades oficiales, comenta Yoleni.


"Se crearon escuelas de campo para aprender sobre buenas prácticas productivas, mejorar el trato a los animales y aprender que ellos también sienten", añade esa campesina de baja estatura cuyo rostro revela los años y el trabajo duro en el campo.


Experiencias como la de Jorge y Yoleni, según ellos mismos, confirman que "el posconflicto con las FARC comenzó desde que esos proyectos alternativos para la sustitución de cultivos ilícitos se hicieron realidad".

Son sueños de paz que han formado a colombianos que ayer recogían hojas de coca en medio de la guerra y hoy ven el fruto de 'La Esperanza'.

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