Irán e Irak, de despiadados enemigos a los mejores amigos

El propio líder supremo iraní dijo la semana pasada que la relación bilateral aún puede estrecharse más.

El ayatolá Ali Jameneí (d) durante su reunión con el presidente itaquí, Fuad Masum
El ayatolá Ali Jameneí (d) durante su reunión con el presidente itaquí, Fuad Masum
Efe

Irán e Iraq, protagonistas entre 1980 y 1988 de la guerra más larga y despiadada de las disputadas en todo el mundo tras la Segunda Guerra Mundial, son ahora los mejores y más leales amigos en Oriente Medio, en donde enfrentan enemigos comunes como los únicos países de mayoría chií en un hostil entorno suní.


Más de un millón de muertos y 27 años después de aquel conflicto, cuyas consecuencias aún pueden apreciarse en el día a día de la República Islámica, Teherán y Bagdad han entrado en los últimos meses en el que probablemente sea el periodo de mayor sintonía de toda su historia, en el que no han dejado de fortalecer sus lazos políticos, militares, económicos y hasta sociales.


El propio líder supremo iraní, Alí Jameneí, quien fuera uno de los principales jefes militares de su país durante la guerra, dijo la semana pasada que la relación bilateral actual "no tiene precedentes" y que aún puede estrecharse más.


Todo indica que ambos países están embarcados en ese camino, pues no pasa una semana sin que un alto funcionario iraní o iraquí esté de visita al otro lado de la frontera ni en la que se anuncie un nuevo acuerdo bilateral o se hagan declaraciones públicas de apoyo a las políticas del vecino.


Todo un contraste muy llamativo frente al baño de sangre que supuso "la guerra impuesta", como se conoce en Irán al largo conflicto con el Iraq presidido por Sadam Huseín.


La muestra más reciente de esta sintonía fue la visita a Irán la semana pasada del presidente iraquí, Fuad Masum, acompañado por varios ministros para fomentar una relación "estratégica" que ha llevado a Bagdad no solo a favorecer políticas regionales iraníes, sino incluso a enfrentarse a Washington para mantener su apoyo a Teherán.


Desde el fin de la dictadura de Sadam Husein tras la invasión estadounidense en 2003 y la llegada al poder en Bagdad de líderes de confesión chií, la mayoritaria en Iraq y hasta entonces oprimida y alejada de los puestos de poder, la aproximación con Irán resultó evidente.


Sin embargo, no fue hasta el surgimiento del Estado Islámico (EI), grupo militante suní, y el inicio de su campaña de terror a mediados de 2014, que ambos países se unieron más firmemente.


Irán envió a su Guardia Revolucionaria a combatir a EI a petición del Gobierno iraquí desde un primer momento, y su presencia fue clave para recuperar el terreno perdido y darle consistencia a las milicias y al ejército regular iraquí.


"La presencia iraní en Iraq, positiva y oportuna, es para proteger sus intereses, puesto que EI es una amenaza para toda la región. Teherán no interfiere en nuestros asuntos internos", afirmó el presidente Masum durante su visita Irán.


Bagdad no ha cesado de reconocer esta ayuda, que a su juicio ha sido más importante para contener a EI que los bombardeos liderados por EE.UU, al tiempo que ha insistido en acusar a otros países árabes aliados de los americanos, particularmente Arabia Saudí y Catar, de estar detrás del grupo terrorista.


El conflicto en Yemen también ha unido a Irán e Iraq en su condena a los bombardeos de la coalición liderada por Riad, y en su apoyo político a las milicias hutíes, un apoyo que reafirma la división regional en dos bloques enfrentados entre chiíes y suníes.


Irán, por su parte, ha reiterado varias veces su apoyo a la unidad iraquí, amenazada por las tensiones étnicas y políticas.


La decisión del Congreso de los EE.UU de autorizar la entrega de armas a las milicias kurdas y suníes de Iraq sin informar a Bagdad, despertó el rechazo unánime y vigoroso de ambos gobiernos.


Los avances de la negociación nuclear entre Irán y el G 5+1 (EE.UU., Rusia, China, Francia, Reino Unido y Alemania) han sido motivo de regocijo para Bagdad, que expresó que será una gran ayuda para "la paz y la estabilidad" en la región, todo lo contrario que para el resto de los países árabes.


El apoyo político y militar ha llevado aparejado un incremento en la cooperación comercial y económica.


Iraq es hoy día uno de los mayores clientes de Irán, al que compra todo tipo de productos, incluido gas natural, pese a las sanciones internacionales que pesan sobre su vecino y que prohíben este intercambio.


El turismo está siendo un fiel reflejo de esta nueva y profunda amistad, ya que casi la mitad de todos los visitantes que recibe Irán cada año provienen de Iraq, en su gran mayoría peregrinos que visitan santuarios chiíes.


En esos lugares, los turistas iraquíes y sus antiguos enemigos conviven sin problemas, en donde los primeros disfrutan de una paz y tranquilidad que no encuentran en su convulso país y los segundos reciben importantes ingresos para su maltrecha economía.