FERIA

El triunfo de 8.000 kilos de cerezas

Bolea se vistió ayer de gala para recibir a miles de turistas deseosos de probar el dulce y sabroso fruto de sus huertas. Un año más, la fiesta fue todo un éxito de ventas.

La calle era un ir y venir de gentes. Fueron unos 6.000 los visitantes.
El triunfo de 8.000 kilos de cerezas
J. B.

Arrasaron con todo, no quedó ni una cereza por vender. Los más de 6.000 turistas que ayer se acercaron hasta la duodécima Fiesta de la cereza de Bolea no dudaron en hacerse con una caja del sabroso y dulce fruto de estas huertas altoaragonesas. Y tanto los 7.300 kilos que la cooperativa y las dos empresas de la villa pusieron a la venta, como los que pequeños agricultores ofrecían en los patios de sus casas viajaron rumbo a otros pueblos. Se vendió todo y la organización dijo que este «éxito» también llegó a otros puestos agroalimentarios que completaban la feria. «Ha habido muchísima afluencia de público, sobre todo por la mañana. Y la tarde también ha estado animadísima», recalcó Bibi Sanvicente, presidenta de la Asociación de Amas de Casa 'A Cerecera', una de las impulsoras del certamen. «Calculo que habrá habido más o menos como el año pasado, unas 6.000 personas», añadió.


Si bien ha habido años en los que las cerezas a la venta se han acabado por la mañana, ayer por la tarde todavía se podía comprar el exquisito fruto de Bolea. «Hay mucha gente, pero preguntan más que otros años, miran el precio», comentó Santiago Pisa mientras atendía uno de los puestos de la plaza en los que se vendían cerezas, precisamente el de la cooperativa Cocebo a la que él pertenece junto a medio centenar de vecinos más. «La calidad es la misma -señaló- aunque las de tamaño más pequeño son más baratas». Y esas eran las que, a primera hora, más se llevaba la gente.


Tanto Sanvicente como Pisa reconocieron que las últimas lluvias han fastidiado la cosecha, ya que entre un 40 y 50% se ha quedado en el suelo. «Estaban casi a punto y el agua las abrió», matizaron.


Pero lo que se puso a la venta se agotó. Calculan que fueron algo más de 8.000 los kilos que se vendieron. En el puesto de la cooperativa Cocebo, que puso a la venta 3.500, los turistas acabaron con todo. Y lo mismo ocurrió en los de las empresas Celi (2.800) y Buesa (1.000). Además, también pequeños agricultores pusieron a la venta sus cosechas en los patios de las casas. «Suele ser la autóctona, la garrafal de monzón, esa que es medio rosa, y que hay gente que también busca», puntualizó Bibi.