El Coloquio: reivindicando el buen hacer de la periferia

Este restaurante muestra una gran versatilidad alrededor de buenos productos y cuidadas presentaciones, en el Actur-Zalfonada de Zaragoza.

Javier Fajardo y Marisol Solanas, en el restaurante El Coloquio, de Zaragoza
El Coloquio: reivindicando el buen hacer de la periferia
Agencia Almozara

Hay establecimientos cuya mejor carta de presentación es el boca/oído; locales de los que se empieza a hablar no se sabe muy bien cómo pero, al final, el eco de esas voces termina por escucharse bien lejos. El Coloquio es uno de ellos. Tres años de andadura han sido suficientes para dar que hablar. En primer lugar, en su entorno más próximo, el Actur-Zalfonada, y poco a poco en otras zonas de la ciudad.


Este bar, cafetería, bocatería y restaurante ha escogido la fórmula de abarcar casi todo. Menos la copa de la noche, su abanico es amplio, aunque sus fuertes son los menús y el picoteo a base de bocadillos, hamburguesas, ensaladas, raciones… El local es acogedor, diseñado con una curiosa mezcla de estilos y la compañía de música chill out de fondo que hace muy agradable la estancia.


De lunes a viernes el menú cambia todos los días (10,75 euros). Siempre hay un plato para los clientes de buen comer (risottos); no falta una verdura (alcachofas con almejas); se cuida el gusto de los más jóvenes con alguna pasta y el acompañamiento de salsas bien trabajadas como la Alfredo, y cada día se ofrece una ensalada diferente entre la gran variedad que refleja la carta.

Huevos rotos variados

Entre los segundos no resulta extraña la presencia de costillar asado con mostaza y miel; también se incluyen huevos rotos en distintas versiones; la opción de un pescado como chipirones a la plancha con su guarnición o tostada de pinchos morunos para salirse del recetario más tradicional de un menú.


En todos los casos la presentación es impecable. La vajilla se adapta al contenido del plato; las raciones son bastante generosas y el producto está muy bien trabajado. Alcachofas frescas, chipirones que no se convierten en chicle en la boca y guarniciones variadas como calabacín rebozado, pimientos verdes y patatas. Y como colofón, todos los postres son caseros y especialmente indicados para los muy lamineros: tarta de queso, flan, profiteroles con chocolate caliente, panacota…


El fin de semana, este menú sube de nivel en productos y elaboraciones, tanto el sábado (13,75 euros) como el domingo (16,50 euros), con un aire marcadamente festivo. Un fijo que nunca falla es el ternasco de Aragón asado; también aparecen cortes de vacuno como el entrecot y una mayor variedad de pescados frescos.


Esta fórmula cambia radicalmente para afrontar el servicio de tarde/noche. Sin ser una bocatería propiamente dicha, la fama de sus bocadillos ha ganado bastantes incondicionales. Se cuida mucho el pan (estupendo el de mantequilla, que a la mesa sale crujiente recién pasado por la salamandra), y la carta de picoteo es muy amplia de la mano de ensaladas, hamburguesas, tostadas (muy recomendable la de queso de cabra) y todo tipo de raciones.


Mención aparte merece el tapeo del fin de semana. La barra se llena de argumentos como la peculiar versión que se ha hecho en este establecimiento del jamón con chorreras, sin olvidar otros clásicos como el bacalao rebozado o las distintas combinaciones de montaditos con foie. Lo dicho, un buen descubrimiento.


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