Heraldo del Campo

fruticultura

Un frío que da nuevos frutos

Un proyecto del CITA analiza qué variedades frutales se adaptan mejor a unos inviernos que son cada vez más cálidos como consecuencia del cambio climático.

Para llevar a cabo la investigación se han elegido variedades de cinco cultivos: cerezo, melocotonero, albaricoquero, ciruelo y ‘pawpaw’.
Para llevar a cabo la investigación se han elegido variedades de cinco cultivos: cerezo, melocotonero, albaricoquero, ciruelo y ‘pawpaw’.
M. L

La disminución rápida del frío invernal provocada por el cambio climático puede hacer que algunas de las variedades de frutales más exigentes en frío no produzcan cosechas regulares incluso en zonas donde se han venido cultivando durante décadas y, por tanto, es necesario adaptarse a esas nuevas circunstancias mediante una renovación varietal. Para conocer qué variedades se pueden adaptar mejor a esta nueva situación, el Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria de Aragón (CITA) ha iniciado el proyecto ‘Adaptación de variedades frutales al aumento de temperaturas durante el invierno para reducir el impacto del cambio climático en la producción de fruta (Adapfrutcc)’. Una iniciativa que lidera Javier Rodrigo, investigador del departamento de Ciencia Vegetal del CITA.

"Cada especie y cada variedad tiene unas necesidades de frío para que se produzca la floración", explica Rodrigo, que considera un problema "grave" este impacto del aumento de las temperaturas en la floración, ya que "esta necesidad de frío determina que se pueda cultivar una especie en una zona determinada".

Para llevar a cabo esta investigación se han elegido variedades de cinco cultivos: cerezo, melocotonero, albaricoquero, ciruelo y ‘pawpaw’, una variedad de fruta similar a la chirimoya, pero que no procede de un clima tropical, sino de América del Norte. "Analizar esta especie nos permitirá conocer cómo evoluciona y saber si podría ser una alternativa de cultivo", apunta el investigador del CITA.

La investigación plantea estudios de fenología y adaptación en diferentes especies y variedades en tres escenarios distintos: la costa de Málaga, Badajoz y el valle del Ebro, en Zaragoza. Para ello, se van a realizar muestreos semanales y análisis en laboratorio de la evolución de las yemas hasta que cubran sus necesidades de frío.

Además, este estudio tiene otra vertiente, que es la elaboración de modelos predictivos de la evolución del clima en las tres zonas. "Para ello contamos con datos oficiales de los últimos 50 años que nos permitirán hacer proyecciones de evolución del frío invernal", apunta Rodrigo. Estas proyecciones se harán en dos escenarios: uno de emisiones de carbono similares a las actuales y otro en el que se cumplieran los acuerdos de emisiones de dióxido de carbono.

Cubrir las necesidades de frío

Con toda esta información, se conocerá la posibilidad de cada especie de cubrir las necesidades de frío en el futuro. "Si determinamos que una variedad de una especie tiene un 70% de posibilidades, significará que de cada diez años, esa variedad cubrirá sus necesidades de frío y será productiva en siete", indica Javier Rodrigo.

Este proyecto cuenta con el apoyo de la Fundación Biodiversidad del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, a través de la Convocatoria de subvenciones para la realización de proyectos que contribuyan a implementar el Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático (2021-2030). Se extenderá del 1 de junio de 2023 hasta el 30 de mayo de 2025.

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