vitivinicultura

No corren buenos tiempos para el vino

Tras la "vendimia más complicada de la historia", las denominaciones de origen aragonesas muestran su preocupación por la apatía de los mercados, sobre todo los exteriores, hacia los que se dirige la mayor parte de la producción de la comunidad.

El sector vitivinícola aragonés muestra su preocupación por la apatía mostrada por los mercados exteriores y la constante caída del consumo de vino en España.
El sector vitivinícola aragonés muestra su preocupación por la apatía mostrada por los mercados exteriores y la constante caída del consumo de vino en España.
Pixabay.

La vendimia ha terminado. "Ha sido la campaña más difícil de la historia", repiten desde muchas de las bodegas que conforman las cuatro denominaciones de origen de Aragón (Cariñena, Campo de Borja, Calatayud y Somontano). Y lo dicen porque han vivido una auténtica montaña rusa de previsiones en las que la sequía –y las largas y sucesivas olas de calor– ha marcado el vaivén de unos cálculos de producción que han terminado por ser mucho más bajos que las ya cortas estimaciones realizadas a comienzo del verano.

En Cariñena se han vendimiado unos escasos 53 millones de kilos de uva, frente a los 65 millones a los que apuntaban sus previsiones y muy lejos de los 83 millones en los que se sitúa su cosecha media. En Borja se esperaban 25 millones, pero apenas se han alcanzado los 20. Calatayud puso prudencia a sus datos y llegó a estimar una cosecha de 9,5 millones de euros que ni siquiera ha rozado (7,5 millones). Y aunque también Somontano ha visto reducidas sus expectativas (un millón de kilos menos de lo esperado), la denominación oscense ha cerrado su vendimia con algo más de 19 millones de kilos, un 10% más que en la pasada campaña.

Pero ahora, con la fruta ya en las bodegas y comenzando la elaboración de los vinos, la preocupación del sector viaja del campo a los mercados. Con el consumo en caída libre, la elevada inflación, el incremento de los costes y unos mercados internacionales que no despiertan de su letargo desde que se declarara la pandemia mundial, las ventas de las bodegas están sufriendo –es un mal generalizado no solo en Aragón y en España, sino entre los principales productores de vino del mundo– y los stock se acumulan sin encontrar el favor de los consumidores.

El cúmulo de dificultades no ha dejado de impactar en la vitivinicultura aragonesa ya desde 2019. En aquel año, el entonces presidente de Estados Unidos decidió castigar al sector agroalimentario español en represalia a unas ayudas concedidas a la compañía aérea Airbus. Lo hizo aplicando aranceles adicionales a las importaciones de varias producciones, entre ellas el vino.

En 2020 llegó el desconocido virus Sars Cov-2 y con él una pandemia mundial que cerró a cal y canto los mercados. Es cierto que el confinamiento disparo la comercialización de vino desde la gran distribución, un interés que no permitió compensar, sin embargo, las brutales caídas de consumo en la hostelería y la caída de las exportaciones. Cuando la situación parecía remontar, llegó el brexit, esto es, la salida del Reino Unido –uno de los principales mercados para el sector– de la Unión Europea.

Una guerra a las puertas de Europa, que comenzó con la invasión de Rusia a Ucrania, ha provocado no solo la desaparición de esos mercados sino unos desbocados costes de producción que se han traducido en una inflación al alza que retrae a los compradores. Con este incierto y complicado escenario lidian las denominaciones aragonesas, que reconocen que no corren buenos tiempos para el vino.

A pesar de la corta cosecha de este año, las bodegas disponen de excedentes.
A pesar de la corta cosecha de este año, las bodegas disponen de excedentes.
Heraldo.

"El mercado no levanta cabeza", dice Eduardo Ibáñez, presidente de la Denominación de Origen Campo de Borja, cuando se le pregunta por la previsión de ventas para este 2023. Ibáñez insiste en que la demanda, sobre todo la internacional, continúa muy parada. "No hay alegría en las compras", añade, aunque deja claro que no es una situación privativa de la denominación situada a los pies del Moncayo. Ni siquiera de todo Aragón. "Estamos todas las denominaciones españolas igual, e incluso otros países productores como Francia también tienen problemas para vender", detalla.

De hecho, el máximo responsable de Campo de Borja reconoce que, como ha sucedido con las previsiones de cosecha –la producción ha sido finalmente inferior a la estimada–, los cifras de comercialización de sus vinos tampoco van a cumplir las expectativas. "Había previsto vender este año 15 millones de botellas, pero no sabemos si lo vamos a conseguir", señala. Es cierto que llega la Navidad y esta es la época en la que se reactivan las ventas, pero Ibáñez reconoce que "si durante todo el año no se ha logrado mantener el ritmo de las ventas adecuado, no se salva el ejercicio con la campaña navideña".

La inquietud que destila el máximo representante de la denominación conocida como el Imperio de la Garnacha recorre el sector vitícola aragonés. "Llevamos tres años preocupados por las ventas", asegura el presidente de la Denominación de Origen Cariñena, Antonio Ubide. Y enumera todas las complicaciones que ha tenido que sortear el sector desde 2019, comenzando por los aranceles estadounidenses, una pandemia mundial provocada por un virus desconocido, el brexit, y, "cuando parecía que se veía la luz al final del túnel", la guerra de Ucrania, que no solo ha hecho perder mercados sino que ha disparado los costes de producción hasta casi hacer desaparecer los márgenes empresariales de las bodegas.

Justifican este sentimiento las cifras de las exportaciones agroalimentarias de la Comunidad. Según los datos de la Asociación de Industrias de la Alimentación de Aragón (AIAA), las ventas al exterior de la industria alimentaria han ido al alza en los últimos años. No ha sucedido así en el vino. Estas cifras, elaboradas con la información de las cámaras de comercio, evidencia las dificultades de este sector en los mercados internacionales. 

Para los expertos, la mala estrategia comercial del sector explica la caída del consumo

Si en 2016 el valor de sus ventas al exterior rozó lo los 116,5 millones de euros, esta cifra había caído a los 110 millones en 2022. El declive ha sido patente cada año. Según la comparativa realizada por AIAA, solo en 2017 se incrementó la facturación realizada fuera de las fronteras españolas, cuando se alcanzaron los 120,8 millones de euros. A partir de ahí comenzó el descenso. Evidentemente fue mucho más acusado durante 2020, cuando el valor de las exportaciones se desplomó hasta los 96 millones y, aunque parecía que comenzaban a coger ritmo en los dos ejercicios posteriores, la comercialización no ha conseguido volver a las cifras de hace seis años.

Si la apatía de los consumidores internacionales inquieta es por la gran exposición de los vinos aragoneses a estos mercados. Lo corrobora un estudio realizado por el Observatorio Español del Mercado del Vino, que detalla que más de la mitad de la producción aragonesa de vinos se destina al exterior (hay denominaciones en las que está cifras se aúpan hasta el 85%), donde han conquistado ya 89 países.

Aunque el documento destaca la buena evolución de las exportaciones, especialmente hasta 2018, también advierte que Aragón tiene margen de mejora y oportunidades por aprovechar. Entre ellas destacan la adaptación a las nuevas tendencias del mercado, como son la producción de vinos más frescos, incluyendo blancos y espumosos, o la inclinación hacia vinos premium que liguen varietales autóctonos y zonas específicas de producción para lograr proyectos con una imagen y un valor diferencial.

Pero las advertencias del Observatorio del Vino encaminan el futuro del sector aragonés hacia "una mayor inversión en capacidad de comercialización por parte de las bodegas, considerando la segmentación de las ventas por subcategorías, el aprovechamiento de graneles de calidad y la fuerza del ‘bag-in-box’, el equilibrio entre ventas y producción, las posibles inversiones de empresas y profesionales de fuera y una constante información de mercado para aprovechar las oportunidades que se brindan".

¿Por qué se bebe menos vino?

Si la demanda exterior preocupa, la demanda interna da miedo. El consumo lleva años en caída libre, hasta el punto de que en el primer viñedo del mundo y tercer productor se bebe menos vino que en aquellos países en los que no existe ni una hectárea dedicada a la viña. Aunque es cierto que en los últimos meses se ha suavizado el descenso, el interanual a julio de 2023 registra una bajada del 6,5%, con un consumo que llegó a los 9,6 millones de hectolitros de vino, muy lejos todavía del máximo histórico que se registró en febrero de 2020 –justo antes de la pandemia–, cuando se superaron ligeramente los 11 millones de hectolitros, según el Observatorio Español del Mercado del Vino.

Pero, ¿por qué se bebe menos vino? Los expertos reconocen que no es fácil encontrar las razones de tan bajo consumo en uno de los países con mayor producción. Pero, incluso desde el sector, se reconoce que pueden ser varios los motivos que lo explican. Toman posiciones de ventaja aquellos que piensan que ha sido la "mala estrategia publicitaria" de la industria vitivinícola, que no ha sabido divulgar las bondades de sus caldos y, más bien al contrario, han conseguido transmitir que entender de vinos es cosa de expertos, "lo que ha hecho que el consumidor termine por preferir otras bebidas alcohólicas en las que no tiene que mostrar sus conocimientos", reconoce el presidente de la Denominación de Origen Cariñena, Antonio Ubide.

La sequía ha reducido notablemente la producción.
La sequía ha reducido notablemente la producción.
José Miguel Marco

Hay quien señala al incremento del precio provocado por la desbocada inflación y quien justifica el menor poder adquisitivo para explicar el desinterés de los jóvenes por este alimento. Y van cobrando fuerza los argumentos de los que responsabilizan al cambio climático de este descenso. Dicen que en un país con días que han alcanzado hasta los 45 grados en verano, apetece más una cerveza con cinco grados de alcohol bien fría que un tinto de 14 grados a temperatura ambiente.

"Tenemos sobre nuestras cabezas dos espadas de Damocles", señala Ubide. Una son los cambios de hábitos de los consumidores. "La gente ha dejado de beber vino", insiste convencido de que la falta de acciones en promoción y la escasa disponibilidad económica del sector para realizar continuas campañas publicitarias se ha convertido en un obstáculo para rejuvenecer un producto que, especialmente los jóvenes, consideran "bebida para mayores".

No ayuda la tendencia cada vez más extendida del "culto al cuerpo", como la define el presidente de la denominación más grande y más antigua de Aragón. Recuerda que son numerosos los estudios que demuestran que una copa de vino en la comida o en la cena alarga la vida, que sus polifenoles –con una alta capacidad de antioxidantes– ayudan a reducir el riesgo de enfermedades cardiacas, de presión arterial y de diabetes e incluso las posibilidades de padecer cánceres o enfermedades neurológicas. Pero reconoce que cada vez existen más publicaciones alertando del consumo de esta bebida no solo por salud, sino también porque "engordan", debido a las calorías que aportan los azúcares que contienen.

Desde 2019 las exportaciones de los vinos aragoneses no han dejado de caer

"Algo tendremos que hacer", señala Ubide, para quien el sector vitivinícola tiene por delante dos retos a los que hacer frente. En su opinión, va siendo hora de que las bodegas comiencen a plantearse la posibilidad de reducir la graduación de los vinos e incluso de producir caldos desalcoholizados.

Las bebidas 0,0 no son una nueva moda. Son viejas conocidas entre las marcas de cerveza. Lo que está siendo todo un fenómeno es la entrada de destilados –especialmente ginebra– en este nicho de mercado, aunque son muchas voces en el sector (incluida la de Ubide) que creen que esta apuesta esconde detrás la intención de algunas marcas de acceder a una publicidad audivisual vetada para el alcohol de alta graduación.

Pero, sobre todo, insiste el máximo responsable de la denominación aragonesa, el principal desafío es "cambiar mentalidades para que se entienda que el vino no es un destilado más". Lo dice especialmente por el Parlamento europeo, que en los últimos años ha dado claras muestras de estar decidido a etiquetar este producto como perjudicial para la salud.

A estas dificultades, el máximo responsable de la denominación zaragozana, añade otro motivo más emocional. "El vino es alegría, es celebración, es ocio... y con todo lo que está pasando en estos momentos, guerras incluidas, no es precisamente el más propicio para el brindar", señala. 

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