R. ZARAGOZA, 3 - MÁLAGA, 5

Un desastre maquillado

Castigado por dos madrugadores goles y por su falta de tensión inicial, el Real Zaragoza fue un don nadie. Perdía 0-5 en el minuto 34.

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Un desastre maquillado
TONI GALáN/APG

La presentación del quinto proyecto del 'agapitismo' ante la afición de La Romareda devino es un espectáculo triste y pobre, por momentos deplorable. En algunos pasajes pareció afirmar que el equipo está compuesto por veteranos en curva descendente, cedidos sin compromiso, futbolistas traídos del paro y un intocable al que se le ha entregado el peso del juego por designación y no por obra de la selección natural. Nadie pensaba que pudiera suceder así, porque la pretemporada y el encuentro disputado frente al Deportivo de La Coruña parecieron decir otra cosa. Pero ayer el fútbol emitió otro informe, de signo contrario. El hecho de encajar cinco goles en feudo propio, en treinta minutos, ante el Málaga, seguro que tiene un significado. El inmediato, todos nos lo sabemos. Se vio ayer en La Romareda. Sobre el mediato, seguro que surgen interpretaciones de muy distinto tenor. Sin embargo, es aquí donde está la clave que es preciso desentrañar para que el año no se tuerza.En el club y sus aledaños mediáticos ha existido la tendencia a denominar este tipo de descalabros de una manera concreta: accidente. Ayer se bordeó el vocablo, aunque finalmente nadie lo sacó a pasear. José Aurelio Gay utilizó un circunloquio en el uso del significado de accidente. Ya se verá. El fútbol que venga en adelante nos lo dirá a todos, a los creyentes y a los escépticos, a los entendidos y a los profanos, a los espíritus libres y a los domeñados.

Puede ser que los el gol que marcó con el partido casi sin empezar Juanmi, un chaval de diecisiete años, sea una mera circunstancia y que la actitud contemplativa de Leo Franco sea un capítulo en una trayectoria. Pero también puede ser que haya causas que expliquen cómo se encajan en Primera División cinco goles en media hora. El hecho es poco corriente y rara vez las casualidades son el origen de esa lluvia ácida, impía y fatal.

En otros tiempos, La Romareda hubiera estallado contra todo y contra todos. Mas eso obedece a sociología de épocas pasadas, cuando el público era firme y exigente después de haber visto fútbol de primera calidad. En estos días que corren, la afición resulta indulgente en términos generales. Apoya y se conforma con poco. La rebelión que se anunció contra Agapito Iglesias y sus hombres de confianza cuando el marcador señalaba un escandaloso 0-5 perdió intensidad en cuanto Edmilson encontró la puerta contraria. El paso de la segunda mitad y los tantos de Marco Pérez y Ander Herrera hicieron menor la fractura social. La bonhomía del Málaga y su entrenador procuraron el resto: una retirada de La Romareda que no fue un incendio, sino un desfilar apesadumbrado. Acaso la mermada afición que acudió al campo entendió que es demasiado pronto para fustigarse. Dio, eso sí, su primer aviso. La resignación tiene un límite. Sólo unos pocos aficionados esperaron a que Agapito Iglesias y sus lugartenientes abandonaran el estadio para mostrar directamente su crítica. La oposición llevada a cabo por el 'movimiento avispa' fue pacífica, casi ghandiana, como si sus componentes no hubieran cultivado su alma de aficionados viendo fútbol, sino leyendo diversa literatura acerca de cómo Ghandi logró la independencia de la India.

¿Qué pensarán Agapito y su guarda pretoriana en estas horas? A saber. Cuando más feo estaba el partido, el accionista mayoritario y presidente hizo cruz y raya. Por un lado marchó él y por otro anduvieron Antonio Prieto y Pedro Herrera. Quizá su soledad fuera solicitada. Es posible que la entendiera en la grada del estadio Eduardo Bandrés, que ayer ocupó una posición cercana al palco y alejada a los prohombres que fueron sus compañeros. En este tipo de circunstancias, Agapito y sus procesos lógicos resultan incontrolables e impredecibles. ¿Se cuestionaría ayer, en el descanso del partido, la continuidad de José Aurelio Gay y de Nayim? ¿O sólo la de Gay? ¿Se preguntó por el equipo que tiene y la política de fichajes que ha practicado? ¿O, por el contrario, no se dijo nada a sí mismo? Los tres goles finalmente anotados metieron algo de morfina. Incluso el entrenador afirmó taxativamente que el mercado de fichajes de jugadores en paro está cerrado, un recurso fácil para situaciones de resultados claramente adversos e indecorosos. Veremos, en cualquier caso, por dónde rompe Agapito, si decide aportar estabilidad o se inclina por un proceso de catarsis, si se está quieto o agita todas las aguas.

¿El partido? ¡Ah, el partido! Si les digo la verdad, no hubo partido. Únicamente jugó un equipo. Ese fue el Málaga.