Montañismo

50 años de la trágica ascensión al Eiger de Rabadá y Navarro

Los pioneros aragoneses de la escalada fallecieron hace ahora medio siglo al intentar la conquista de la pared norte de la emblemática cima suiza.

Foto de archivo de los montañeros aragoneses Rabadá y Navarro
Cincuenta años de la dramática ascensión al Eiger de Rabadá y Navarro
HA

La pared norte del Eiger (Suiza) y sus adversas condiciones meteorológicas pusieron punto final hace cincuenta años (1963) a la vida de los montañeros aragoneses Alberto Rabadá y Ernesto Navarro, dos pioneros de la escalada aragonesa y española.


Rabadá y Navarro conformaron en los comienzos de la segunda mitad del siglo XX una de las cordadas míticas del montañismo en los que su arrojo y su amor y pasión por la montaña les llevó a cambiar muchos conceptos de este deporte que entonces se afrontaba a pecho descubierto.


Alberto Rabadá (Zaragoza, 13-2-1933) y Ernesto Navarro (Fuencalderas, 24-7-1934) se convirtieron en unos grandes adelantados de su tiempo por su concepción de la escalada y durante los tres años que unieron sus vidas a este deporte hasta su muerte abrieron numerosas vías en los Mallos de Riglos y el Pirineo, así como la cara oeste del Naranjo de Bulnes, posiblemente su mayor hito del que se cumplió medio siglo en 2012.


Los dos aragoneses eran miembros del club Montañeros de Aragón y también eran monitores de la Escuela Nacional de Alta Montaña.


En sus comienzos, Rabadá tuvo varios compañeros de cordada pero el trabajo y la dedicación a la familia de estos le fueron obligando a cambiar de pareja hasta que se unió a Navarro.


El hecho de afrontar paredes que en su época nadie se había atrevido a escalar y que en muchos casos parecían inconcebibles es lo que les catapultó al éxito, porque fueron unos avanzados a su tiempo.


Además, el precario material que utilizaban, muy lejos de lo que existía en Europa y en Estados Unidos en aquella época, y que incluso se fabricaban ellos mismos en muchas ocasiones, ponía todavía más en valor lo conseguido. Buscaban siempre el más difícil todavía.


Su tenacidad y fuerza de voluntad les hizo abrir numerosas vías, como los Diedros en la Peña Don Justo de Riglos (1959), primera que realizaron juntos, la cara norte del Puro (Riglos, 1960), el espolón del Pico Gallinero en Ordesa y el espolón del Firé de los Mallos de Riglos (1961), la cara oeste del Naranjo de Bulnes en los Picos de Europa (1962) y las Brujas al Tozal del Mallo en Ordesa (1963).


Después de todas estas aperturas, las de mayor trascendencia, hubo otras muchas hasta que el panorama nacional se les quedó pequeño y los sueños de ambos se proyectaron a Europa.


La imagen en fotografía del Eiger que vio Alberto Rabadá y su obsesión por alcanzar la cima de esa montaña en los Alpes suizos fue la que cambió, por la fatalidad del desenlace, la suerte de ambos montañeros.


El Eiger, una mole de 3.970 metros de altura con 1.800 metros de desnivel muy peligrosa por sus constantes desprendimientos de rocas producto del deshielo estival, pero también por sus cambios bruscos de temperatura terminó quedándose con sus vidas.


Para el asalto a dicha cumbre ambos montañeros se prepararon realizando una ascensión directa al Pico del Aspe, en el Pirineo oscense, en invierno, junto a otras ascensiones invernales entre 1962 y 1963.


El 2 de agosto de 1963 llegaron a la zona de Grindelwald junto a su amigo Luis Alcalde, que les acompañaba en su aventura pero que no iba a participar en el ataque al "Ogro", traducción del nombre alemán de Eiger, y que desde 1936, tras la muerte de cuatro alpinistas, se denominaba "Mordwand" (la pared asesina).


Cuando la pareja aragonesa acometía su ascensión, la cifra de fallecidos llegaba a los veinticinco y con un macabro registro: casi un tercio de las cordadas que lo intentaban fallecían.


En la primera tentativa, el sábado 3 de agosto, buscaron una vía directa por el centro de la pared, un itinerario todavía sin abrir, para empalmar con el tercero nevero y así escalar mil metros por terreno desconocido.


Sin embargo, las malas condiciones climáticas impidieron ese sueño. Viéndolos apurados, un operario de la estación de la vía férrea que discurre por el interior del Eiger, con un tren de cremallera que lleva hasta la cima del Jungfrau vecino, les lanzó una cuerda y ambos pudieron internarse en la estación sin mayores problemas.


El 8 de agosto llegó el segundo intento que acabó de forma parecida a la primera. Ya por la vía normal una tormenta con desprendimiento de rocas les sorprendió en el "Nido de las golondrinas", donde pasaron la noche, y optaron por abandonar la montaña al amanecer por otro agujero del ferrocarril por cuyas vías llegaron al pie de la gran mole.


Tras estas tentativas fallidas abandonan la empresa. Sin embargo, cuando ya estaba programado el regreso a España, el día 10 amaneció soleado y decidieron darse una última oportunidad.


La madrugada del 11 de agosto fue el principio de sus sueños que conllevó también el inicio del fin. El primer día el avance fue rápido y realizan su primer vivac (pasar la noche al raso) a la entrada del segundo nevero, en "La manguera de hielo", momento en el que estalló una fuerte tormenta.


El 12 de agosto continuó lloviendo y nevando a partir de los 3.500 metros. Una cordada de japoneses que también se había adentrado en la montaña optó por la retirada ante lo complicado de la situación, pero los españoles no se arredraron ante las dificultades y continuaron, con más lentitud, hacia la cima para realizar su segundo vivac tras superar "La plancha", en una zona llamada el "Vivac de la muerte".


Mientras, en los hoteles de lujo del valle, donde los clientes seguían lo que ocurría en la montaña con prismáticos y catalejos o telescopios, todos se sorprendieron de la temeridad de la cordada española.


La mejoría con la que amaneció el 13 de agosto supuso que, lejos de pensar en el regreso, Rabadá y Navarro continuaran su progresión con lentitud por el cansancio acumulado hasta vivaquear en la base de la "Chimenea de la cascada".


Mientras, Luis Alcalde, temiendo por la vida de sus amigos comenzó a gestionar un rescate con el presidente de Montañeros de Aragón, Eduardo Blanchard.


El 14 de agosto, y después de soportar otra noche de lluvia y bajas temperaturas, continuaron una lenta y agónica ascensión en la que las fuerzas les abandonaban a gran velocidad hasta llegar cerca del nevero de "La Araña", a unos trescientos metros de la cumbre.


En la "Travesía de los Dioses", parte anterior a "La Araña", el ritmo de ascensión era descorazonador y desde el complejo de hoteles se atisbaba que cada maniobra que realizaban suponía un aliento menos de vida. Al anochecer la cordada todavía no había llegado al nevero y pasó la noche sentada en un cornisa. Esta fue la última ocasión en la que Alcalde los vio con vida.


El jueves 15 de agosto un grupo de rescate organizó una expedición de salvamento y la pareja aragonesa, que había alcanzado las últimas rampas de "La Araña", pasó otra gélida noche (con temperaturas de unos veinte bajo cero) según cuentan las crónicas de la época, en la pared.


En la mañana del 16 de agosto Luis Alcalde recorrió la montaña con los prismáticos en busca de sus compañeros hasta que identificó dos puntos, uno rojo (Rabadá) y otro azul (Navarro) en la roca, inmóviles. Era el final.


Según cuenta el escalador Toni Hiebeler, que era uno de los que iban a formar parte del equipo de rescate, en el libro "Combats pour l'Eiger", un avión de las fuerzas armadas agitó el valle con sus potentes motores para intentar despertar a los montañeros pero no hubo respuesta. Posteriormente un helicóptero, que pudo acercarse más a la pared, certificó que no había señales de vida.


El Eiger se había llevado posiblemente a los dos mejores escaladores nacionales de la época. Con ellos se puso fin a lo que se llamó "la década prodigiosa" del montañismo aragonés.