Opinión

Maratón de Nueva York, el principio de otro reto

Había escrito unas líneas tratando de explicar por qué voy a intentar correr el maratón de Nueva York del próximo domingo. Ahora, lo hago pensando si podré volar mañana por la mañana -este miércoles- o si nos podrán recolocar en otro vuelo que llegue a tiempo a Nueva York.


Eso no depende de mí. Reconozco que viendo las imágenes y que 'Sandy' ha quitado la vida de decenas de personas, me resulta complicado explicar por qué quiero correr 42.195 metros, casi cuatro horas de carrera en mi caso, este domingo. Quizá lo que deba explicar es que, logre o no llegar a Nueva York, o pueda o no acabar la carrera, voy a seguir corriendo.


Para mí, correr o hacer deporte implica muchas cosas: salud, sentirme bien, poder comer de todo y, casi, no engordar y, fundamentalmente, prepararme para la propia vida.


Correr una carrera es la culminación de una preparación larga. Ponerte como reto un maratón es una meta a la que se llega después de mucho tiempo corriendo, enfrentándote a otros retos que, en cada momento, te parecen gigantes: correr más de diez minutos seguidos –se empieza por eso-; media hora; una hora; hacer una carrera de 5 kilmetros, luego una 10 kilómetros  y después una media maratón… El camino es largo y, a mi modo de ver, muy bonito de recorrer.


Ese camino, además, está lleno de pequeñas pruebas diarias: forzarte a salir a correr a primera hora de la mañana antes de que se despierten los críos para poder llevarles al cole, a la hora de comer o a última hora de la noche, cuando ya están acostados; correr un día de calor o de frío intenso, con cierzo o con un clima perfecto; correr con pequeños dolores o sufrir una lesión que te obliga a parar unos días o semanas. Cada momento, incluso los días en los que crees que corres más que un campeón del mundo de atletismo, te hacen, creo yo, más fuerte como persona.


Porque eres tú el que mueves un pie y luego otro. Eres tú el que logra hitos inesperados gracias a tu propio esfuerzo. Eres tú el que supera los momentos difíciles trabajando más o eliminando la pereza. Depende de ti hacerlo.


El maratón, incluso el de Nueva York, no es ni más ni menos importante que cada entrenamiento realizado. Es más espectacular. Un premio. Un sueño idealizado y anticipado cada día que has salido a correr, pero al final no es una meta, es un principio para buscar otro reto, otra motivación. Esa que cada da nos saca de la cama y nos hace empezar el día con la ilusión de que, hoy sí, seremos capaces de cambiar el mundo.


Y sí, tengo unas ganas locas de correr en la ciudad que nunca duerme y sentirme el rey del mundo durante unos segundos, justo después de haber pasado por debajo de la meta de Central Park. Sigamos soñando.