Muguruza conquista la tierra batida que consagra a Djokovic

Garbiñe Muguruza a sus 22 años ?aparece como la más sólida candidata a destronar a la estadounidense Serena Williams.

Muguruza ganó en la final de Roland Garros a la estadounidense Serena Williams.
Muguruza ganó en la final de Roland Garros a la estadounidense Serena Williams.
AFP

El Roland Garros de 2016, el Roland Garros de las lluvias, consagró a dos nuevos ganadores, la española Garbiñe Muguruza, que ganó el primero de los Grand Slam que le augura su calidad y tenis, y el serbio Novak Djokovic, que conquistó su último grande y apunta a ser el mejor de todos los tiempos.


A sus 29 años recién cumplidos y sin un rival que parezca limitar sus triunfos, el número 1 del tenis masculino derrotó a sus propios fantasmas en París y ahora todos los retos que se le plantean son contra la historia.

Djokovic ganó su duodécimo Grand Slam y está a dos del español Rafael Nadal y el estadounidense Pete Sampras y a cinco del suizo Roger Federer, el hombre que más atesora.


Pero, a diferencia de todos ellos, Djokovic reina en solitario en el circuito y su tenis completo, capaz de adaptarse a todas las superficies, su físico elástico, que le protege de lesiones, apuntan a que puede extender su hegemonía durante muchos años.


Así, los 17 grandes de Federer parecen un objetivo a su alcance, como lo es también el llamado Grand Slam, la consecución de los cuatro grandes en el mismo año, para lo que tendría que vencer en los próximos Wimbledon y Abierto de Estados Unidos.


El serbio, que ya ha encadenado los cuatro en dos temporadas -ganó Wimbledon y el Abierto de Estados Unidos en 2015 y el Abierto de Australia y Roland Garros en 2016- se convertiría en el tercer tenista en lograrlo, tras el estadounidense Don Budge y el australiano Rod Laver, que lo consiguió por última vez en 1969.


Prueba de la dificultad de conseguirlo. A la espera de que Nadal y Federer vuelvan al alto nivel o de que Murray eleve un poco su tenis para rivalizar con más solidez contra el serbio, no parece que ningún otro tenista pueda apartarle del objetivo.


Con su triunfo en París, además, Djokovic demostró lo que ya se sabía, que pese a que le ha costado 12 ediciones triunfar sobre el grande de tierra batida no es, en absoluto, un mal tenista en esa superficie, como sí lo eran algunos de los históricos números 1 que fracasaron en Roland Garros.


Tampoco es la tierra batida la superficie que mejor se adapta al tenis de Garbiñe Muguruza, pese a que ella afirma que se identifica allí mejor que en ninguna otra, por tradición española, donde afinó su juego.


Si el serbio cerró en Roland Garros el círculo de sus éxitos, la caraqueña lo ha comenzado en ese mismo escenario y, a sus 22 años, aparece como la más sólida candidata a destronar a la estadounidense Serena Williams, de 34.


El circuito femenino es más volátil que el masculino, pero Muguruza apunta condiciones físicas y mentales para dominarlo en los años siguientes.

En menos de un año, la hispano-venezolana ha llegado a dos finales de grandes torneos, donde parece que se siente más cómoda, donde ha conseguido dominar sus emociones para exprimir en dos semanas el máximo de su talento.


Sorprende que Muguruza haya abierto en Roland Garros su palmarés de títulos sobre tierra batida. Pero, como ella misma asegura, necesita de grandes escenarios para motivarse y sacar lo mejor de su tenis.


La española disputó en París su segunda final, tras la de Wimbledon del año pasado. Entre ambas se ha producido una metamorfosis sorprendente. La joven temblorosa que sucumbió a la potencia de Williams sobre la hierba de Londres dejó paso a una jugadora sólida, segura de sí misma, dominante en la pista, que dictó el ritmo de la final de París.


Habrá que esperar para confirmar las sensaciones, pero Muguruza puede haber dado el salto hacia ese escalón en el que los tenistas dejan de pelear consigo mismos para luchar por los títulos. El mismo que dio Djokovic en París.

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