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Cómo era El Alcoraz cuando el Real Zaragoza jugó su primer partido oficial allí en 1978

Con el cuadro zaragocista en Primera y el Huesca en Segunda B, la Copa del Rey provocó la primera visita blanquilla al estadio oscense, inaugurado en enero de 1972.

Fotos estadio de El Alcoraz.
 El Alcoraz, en sus primeros años de vida en la década de los 70.
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El partido SD Huesca-Real Zaragoza del próximo sábado, correspondiente a la 36ª jornada de Segunda División en la liga 2023-24, tiende a llenar por completo el remodelado estadio de El Alcoraz de la capital oscense. Sus 9.100 butacas, nuevo aforo del campo tras las obras de modernización de los últimos años, estarán ocupadas.

Ha sido habitual en la última década y media, cuando el zigzagueo de cada temporada ha ido juntando a ambos clubes en la división de plata, que El Alcoraz cuelgue el cartel de 'no hay entradas'. Solo que, hasta hace nada (2017), su capacidad era muy inferior, en torno a la mitad de la actual: poco más de 5.000.

Y, cuando el Real Zaragoza viajó a Huesca por primera vez para jugar un partido oficial en este recinto deportivo, inaugurado junto al cerro de San Jorge en enero de 1972 (hace 52 años), sus posibilidades de acoger público eran todavía mucho más reducidas. Eso sucedió el 1 de noviembre de 1978, en un partido de vuelta de la Primera Ronda de la Copa del Rey, que los zaragocistas, equipo de Primera División, ganaron 0-1 con un gol de Radomir Antic de penalti, para eliminar a un Huesca de Segunda B que había empatado 1-1 en La Romareda en el duelo de ida días antes. 

Entonces, el nuevo campo de Huesca, apenas tenía la pequeña tribuna principal con cierta elevación y consideración de espacio para ver el fútbol sentado. Ni siquiera abarcaba toda la banda principal del recinto. Su dimensión era de poco más de la mitad de ese lado largo del rectángulo de juego, dejando los metros próximos a los córneres a la escasa altura del resto de las gradas, de hormigón, seis escalones que circundaban el perímetro del césped. 

Con el 'procedimiento chicle' que permitió durante décadas a los clubes manejar la venta de entradas en las localidades de pie, aumentando y disminuyendo el aforo según fuese la importancia del rival, del partido y la expectación levantada, en ese primitivo Alcoraz llegaron a meterse entre 2.000 y 2.500 personas en las fechas más sonadas. Pocas. Una, que fue récord en su momento, fue en ese partido de Copa de 1978, que tendría una repetición años más tarde, cuando el sorteo copero volvió a juntar a ambos clubes el 18 de septiembre de 1985, con un 2-2 final.

En las primeras tres décadas de vida de El Alcoraz, el Huesca se movió en Tercera División y, por un tiempo, en Segunda B, cuando recién se creó esta categoría en 1977. En ese tiempo, el campo experimentó pocas variaciones arquitectónicas. Con su casa del conserje y el ambigú en el córner del cerro de San Jorge como peculiaridad más llamativa para los foranos. 

La llegada del siglo XXI significó la progresión del club paso a paso, el primer ascenso a Segunda División en la época moderna en 2008 y la eclosión en el ámbito profesional culminada con el salto a Primera en 2018, lugar que pisó dos veces, con alternancia de descensos.

El Alcoraz es ahora un estadio moderno, pequeño pero funcional y coqueto, recién salido de fábrica. Quienes por cuestión generacional lo han visto evolucionar y crecer desde su nacimiento, a la par y de la mano del devenir del propio club y del equipo, desde aquellos difíciles años en los que resultó un milagro mantener incluso a Tercera División, guardan un sabor añejo de aquel primer campo de fútbol de la SD Huesca en 1972 y posteriores. A años luz de comodidad y dotaciones del que va a acoger este sábado un nuevo partido entre oscenses y zaragocistas.

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