Jefe de la sección de Deportes de HERALDO DE ARAGÓN

Un respeto al aficionado, por favor

Aficionados del Real Zaragoza esperando la decisión de si se jugaba o no.
Aficionados del Real Zaragoza esperando la decisión de si se jugaba o no.
Toni Galán

El aficionado al fútbol no merece esto. El trato que han recibido este viernes los socios y socias del Real Zaragoza es totalmente bochornoso, a pesar de que no era precisamente bochorno lo que desprendía el cielo de Zaragoza. A media tarde, el Ayuntamiento de Zaragoza instó a sus vecinos a que evitaran cualquier desplazamiento que no fuera imprescindible por el riesgo que entrañaba la nieve que había caído a orillas del Ebro. Mientras tanto, en esos momentos, el club abría los tornos del estadio municipal para que sus seguidores entraran al campo, a pesar de que prefería que el partido no se jugara, dadas las circunstancias. ¿Tiene todo esto algún sentido?

Eran La Liga y el Andorra, por motivos distintos, quienes preferían que hubiera fútbol ‘de balón rojo’. La tele estaba lista para emitir su partido estrella del viernes-noche, y está claro que aquí quien paga, manda. Los socios también pagan, pero menos, así que en consonancia importan bastante menos a la patronal del fútbol español. No hay más que ver los horarios en los que se programan los partidos semana tras semana.

Hay más. Cuando faltaba media hora para el teórico inicio del choque, los seguidores del Real Zaragoza empezaban a entrar al estadio. Era evidente que el partido no se iba a jugar a la hora prevista, pero todo hacía indicar que se iba a disputar tarde o temprano–si no, no se hubieran abierto los tornos, digo yo...–. Pero, de nuevo: ¿alguien pensó en esos aficionados? Estuvieron ahí, helados de frío, sin saber si tendrían que esperar una hora, dos horas o tres horas hasta que comenzara el choque. El Real Zaragoza anunció en sus redes sociales que el encuentro no empezaría a tiempo cuando faltaban 17 minutos del supuesto inicio del choque. Minutos después, se confirmó la suspensión y esos seguidores en los que nadie pensó se fueron a casa con un cabreo considerable –y con los pies y las manos congeladas–.

La Liga no tuvo en cuenta a los aficionados, pero seguramente tampoco demasiado a los futbolistas, a los que estuvo a punto de exponer a jugar en un césped que, evidentemente, no iba a reunir las condiciones para hacerlo. Hace años así se jugaba, por supuesto, pero todo cambia y no está de más pensar en la salud de los futbolistas.

La tarde tuvo momentos totalmente surrealistas: la entrada de ese tractorcillo quitanieves en La Romareda cuando apenas faltaba una hora para el inicio del partido, el operario que irrumpió en el césped con seis palas a su espalda, los recogepelotas del Real Zaragoza ayudando a quitar la nieve... En conjunto, un esperpento.

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