Una crisis profunda

Desolación zaragocista al término del partido ante el Huesca, con derrota por 0-2.
Desolación zaragocista al término del partido ante el Huesca, con derrota por 0-2.
Oliver Duch

El derbi no significó para el Real Zaragoza ningún punto de inflexión ni tampoco supuso la tabla de salvación a la que agarrarse Fran Escribá en el último momento. Vino a decir este partido que el equipo de La Romareda, aun habiendo sido líder de la categoría en las primeras jornadas, está en verdadera caída libre, en un proceso que no lo lleva más que a un deterioro mayor.

El Huesca fue netamente superior. De principio a fin. En casi todos los órdenes. Por no decir en completamente todos: repliegue, despliegue, creación, presión, intensidad o planteamiento táctico. Venció de acuerdo a un plan bien trazado por Antonio Hidalgo, un técnico con el que el bloque altoaragonés está hallando fórmulas de victoria y un sendero por el que puede transitar hacia posiciones menos apuradas.

Mientras tanto, a Escribá lo sentenciaron La Romareda, la derrota y la tendencia que dibuja su equipo, a pesar de señalar en su comparecencia ante los medios de comunicación que la situación es reversible y que su deseo es seguir adelante.

Hace unas semanas estábamos ante una crisis de entrenador. Anoche se abrieron las puertas a otros procesos más peliagudos, vividos en otros momentos en esta plaza, historias que los actuales rectores no experimentaron, ni vivieron siquiera desde la barrera y que acaso puedan conocer de oídas. Cuidado. 

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