El Real Zaragoza de la última era, la moderna de su vida, la que suma ya 11 temporadas consecutivas en Segunda División, vive horas de 'dejá vù' al estar inmerso en la delicada maniobra de buscar un segundo entrenador en plena temporada a consecuencia de la destitución del primero, del que fue apuesta en verano para abanderar un nuevo proyecto. Es la 8ª vez en esos 11 años en los que el cuadro zaragozano se ve en esta tesitura, de máximo riesgo.

Fran Escribá, tras más de dos meses de rumbo perdido, sin brújula ni síntomas de recuperación en una crisis galopante de fútbol, con resultados progresivamente más nocivos para la dinámica del equipo, está sentenciado a un despido inmediato tras perder 0-2 en la noche del sábado en La Romareda ante el Huesca. Y los dirigentes de la SAD, llegados hace año y medio al timón del club, llevan casi 24 horas dedicados en cuerpo y alma a contratar a su sustituto como paso previo a anunciar oficialmente el cese de Escribá. 

Es, como bien se sabe por Zaragoza desde 2013 en esta áspera e indigesta andadura del viejo club por la inhóspita Segunda División, un momento delicado. Muy delicado. Se trata de una elección, la del sustituto del primigenio entrenador de cada año, que acarrea una enorme trascendencia para el resto de la temporada. Del acierto de la misma depende la estabilidad o la zozobra del abortado plan inicial del curso en los próximos seis meses y medio que vienen por delante. 

Los antecedentes dicen que, de los siete movimientos gemelos hechos con anterioridad por las propiedades y regencias del Real Zaragoza que precedieron a la actual, tres fueron útiles y cumplieron con el objetivo de aliviar los serios problemas manifestados por el equipo en sus malos inicios de las respectivas temporadas y, por el contrario, tres salieron tan mal que fue necesario al poco tiempo afrontar una nueva destitución e ir a un tercer técnico. Y uno de ellos, el de Lluís Carreras por Ranko Popovic en el curso 15-16, no causó cambios significativos globales y se movió en la continuidad hasta el fiasco final en Palamós con el Llagostera.

Tres de los siete parcheos fueron útiles
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Los tres relevos que acabaron siendo útiles en este tiempo de plata para el Real Zaragoza fueron los de Víctor Muñoz por Paco Herrera (temporada 13-14); Ranko Popovic por Víctor Muñoz (14-15); y Fran Escribá por Juan Carlos Carcedo (22-23). 

En el primer caso, Muñoz dirigió los últimos 12 partidos, desde la jornada 31 a la 42, en el último año de Agapito Iglesias, con el comisionado de La Liga Jesús García Pitarch como gerente de un anómalo año en el que a Paco Herrera le desmontaron el equipo desde dentro, fuego amigo, cuando iba en cabeza, pues lo mollar era echar a Agapito del timón de la SAD más allá de cuestiones competitivas. 

En el segundo, Popovic inició su andadura en la jornada 15 tras un dubitativo inicio de Muñoz al frente de un equipo incipiente, sin pretemporada, tras un verano donde la compraventa del club fue lo nuclear y en el que no tuvo plantilla hasta bien entrado agosto, ya con la liga empezada. Este relevo tuvo que ver más con cuestiones de índole personal y laboral del despedido que del marchamo deportivo del equipo.

Y el tercero, recientísimo (fue el año pasado), se desarrolló con el Real Zaragoza en posiciones de descenso a Primera RFEF (la antigua Segunda B), algo demasiado habitual últimamente. Escribá, ahora en trance de despido, fue la solución al fiasco que supuso Carcedo.

Tres cambios fueron peores remedios que la enfermedad

Los tres cambios de entrenador que provocaron efectos aún más perniciosos que los de origen tuvieron lugar con la sustitución de Luis Milla por Raúl Agné (16-17); la de Imanol Idiakez por Lucas Alcaraz (18-19); y la de Rubén Baraja por Iván Martínez (20-21). En estos tres casos, se tuvo que actuar a la desesperada en muy poco tiempo para contratar a un tercer entrenador en el mismo curso: César Láinez fue la tercera opción en el primer caso; Víctor Fernández, en el segundo; y Juan Ignacio Martínez 'Jim' en el tercero. 

El punto de partida en cada caso fue el de un Real Zaragoza coqueteando con el descenso a Segunda B. Bien en grado de alerta naranja, como se dio con Milla y con Idiakez, o bien en alerta roja de riesgo mortal, cual fue el caso de Iván Martínez en el año más terrible de cuantos se han vivido en la última década en Segunda. 

Despidos de directores deportivos a la par, otra versión

Las destituciones de los primeros entrenadores de 8 de los 11 proyectos del último Real Zaragoza de plata no siempre fueron maniobras únicas y aisladas de las directivas del momento. Hubo dos ocasiones en las que, además de mandar a casa con el finiquito al técnico que inicio el curso, se fue de su mano el director deportivo de turno. 

Fue lo que ocurrió en diciembre de 2015 cuando la directiva de la Fundación Zaragoza 2032 cesó a Ranko Popovic y, simultáneamente, echó a Ángel Martín González del despacho de mando del área futbolística (lo relevó Narciso Juliá).

Y se repitió el escenario en 2020, en este caso en el tránsito del segundo al tercer entrenador de la campaña, cuando al despido del técnico Iván Martínez lo acompañó el del director deportivo Lalo Arantegui (fue sustituido por Miguel Torrecilla).

Los movimientos sísmicos en esta planta de los despachos nobles donde se tratan los asuntos del balón son insondables y de imposible pronóstico. Se sabe cómo empiezan, pero jamás se puede predecir cómo concluyen ni a cuántos afectan a posteriori. Zaragoza, desde 2013, es un paradigma cristalino para el resto del mundo de este tipo de fenómenos naturales en el mundillo del balompié profesional. Una enciclopedia.