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Muere Chechu Rojo, el hombre que pudo hacer al Real Zaragoza campeón de Liga

El histórico entrenador vasco, que dirigió al club aragonés tres temporadas, ha fallecido a los 75 años tras una larga enfermedad. En la 99-2000 llegó a la última jornada con opciones de ganar el campeonato en Valencia.

Chechu Rojo firma la camiseta de un aficionado en la Ciudad Deportiva.
Chechu Rojo firma la camiseta de un aficionado en la Ciudad Deportiva.
Guillermo Mestre

Ha muerto Chechu Rojo. A los 75 años, tras una larga enfermedad, ha fallecido el entrenador que más cerca estuvo de hacer al Real Zaragoza campeón de Liga. En total, el vasco permaneció tres inolvidables temporadas en el banquillo de La Romareda (98-99, 99-2000 y 2001-02). Al mismo tiempo, es el séptimo técnico con más partidos en la historia del conjunto aragonés (112), solo superado por Víctor Fernández, Luis Costa, Carriega, Víctor Muñoz, César y Leo Beenhakker.

Nacido en Bilbao el 28 de enero de 1947, Chechu Rojo recaló en Zaragoza en junio de 1998. Bajo la presidencia de Alfonso Solans, aterrizó en la capital aragonesa una leyenda del Athletic de Bilbao, ciudad en la que vivió hasta los 40 años. En este club labró una parte muy importante de su trayectoria. Primero, como futbolista, cuando llegó a ser internacional con la selección absoluta, y después como entrenador.

En la primera de sus dos etapas en Zaragoza, el entrenador bilbaíno vivió una de las épocas más gloriosas del nonagenario club aragonés. En el curso 99-2000, su segundo en La Romareda, el Real Zaragoza llegó a la última jornada con opciones matemáticas de proclamarse campeón de Liga. Un hito histórico que alcanzó un equipo con nombres tan reconocibles como Juanmi, Paco Jémez, Toro Acuña, Santi Aragón, Juanele, Vellisca o, cómo no, Savo Milosevic.

Cayó el Zaragoza en Mestalla (2-1) y con él sus opciones de ganar el título nacional. Terminó cuarto aquel año el Zaragoza. Sin embargo, una sonrojante e incomprensible (o no) decisión de la Federación Española de Fútbol le privó de disputar la Champions por primera vez en su historia. La terminó jugando el Real Madrid, que fue quinto…

Chechu Rojo, a la derecha, acompañado del doctor Jesús Villanueva en la Ciudad Deportiva.
Chechu Rojo, a la derecha, acompañado del doctor Jesús Villanueva en la Ciudad Deportiva.
José Miguel Marco

Después de alcanzar este hito histórico, Rojo hizo las maletas y retornó una única temporada a Bilbao para dirigir al Athletic. Pero un año después, en la campaña 2001-02, volvía a sentarse en el banquillo de La Romareda. Comenzó entonces un curso aciago para el Real Zaragoza y, sobre todo, para el entrenador vasco, cuyo carácter le provocó enfrentamientos con la afición aragonesa.

Con el Zaragoza muy lejos de los puestos altos de la clasificación, aquel equipo de Chechu Rojo manifestaba evidentes signos de descomposición y luchaba por no caer a los puestos de descenso a Segunda División. Protagonizó también agrias polémicas con futbolistas como Jamelli y José Ignacio, dos jugadores muy queridos por los seguidores zaragocistas, lo que terminó por romper cualquier posibilidad de entendimiento entre el técnico y la grada.

Dos imágenes sirven para ilustrar hasta qué punto llegó el divorcio entre ambas partes. La primera, una pintada contra el entrenador que apareció en el mes de diciembre en el acceso a la Ciudad Deportiva. La segunda, aquel inolvidable penalti del Toro Acuña frente al Villareal. Con la posibilidad de vencer a un rival directo por la salvación y con el paraguayo frente al balón en los once metros, La Romareda cantaba “Chechu, vete ya”. Algún aficionado, incluso, pedía al centrocampista que enviase el balón fuera intencionadamente. Aquel cántico acompañó al entrenador hasta que fue destituido en enero de 2002.

Un hombre discreto

Lejos de los terrenos de juego, Chechu Rojo fue siempre un hombre discreto, alejado de los focos y muy reticente a hablar de su vida privada. Siempre quiso permanecer en un segundo plano y salvaguardar su intimidad. “Quiero mantener al margen mi vida privada de mi trabajo, que tiene una vertiente pública”, reconocía en una entrevista con HERALDO, donde aseguraba que el “motor” de su vida era su familia, su trabajo, sus hijos y “disfrutar de los pequeños momentos de ocio”.

Cerca de los suyos, Rojo fue siempre un hombre muy distinto al que aparecía frente a las cámaras. En público, nunca habló de política ni de terrorismo, una decisión que adoptó siendo un niño. “No veo la necesidad de hablar de otras cosas que no sea sobre lo que yo hago”, decía.

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