Este viernes se cumple una semana exacta del punto final a la liga 21-22 en el Real Zaragoza, con aquel partido insustancial ganado por 1-2 en San Sebastián a la descendida Real Sociedad B. Desde ese momento, hito en el que comenzó la reestructuración de la SAD en todas sus estruturas tras la llegada de la nueva propiedad, en el vestuario de futbolistas solo ha habido tres bajas: la marcha natural de los tres cedidos, Álvaro Giménez, Nano Mesa (ambos regresan al Cádiz, su club propietario) y Borja Sainz, que retorna al Alavés. 

En un elenco de jugadores que ronda la treintena con contrato en vigor como zaragocistas en estos momentos, es obvio que el efecto salida ha de ser numeroso en este verano y que, por lo tanto, la cadencia de sus acuerdos de rescisión o de desvinculación -bajo el formato laboral que sea- necesita de cierta alegría, sin estancarse demasiado. Raúl Sanllehí, nuevo director general de los recién llegados máximos accionistas internacionales de la entidad, la persona sobre la que recae toda la responsabilidad de gestión en adelante, tiene ante sí una labor ardua y exigente al respecto que, por ahora, no ha consumado una sola maniobra de esclarecimiento de esta masiva presencia de piezas en la caseta que dirigirá Juan Carlos Carcedo. 

Resta un mes exacto para el comienzo de la nueva pretemporada (programada para el 4 de julio). Es el tiempo del que dispone Sanllehí para desbrozar la plantilla y dejar espacios abiertos a las diversas e importantes incorporaciones que requiere el Real Zaragoza 22-23. 

Álvaro Giménez, Nano Mesa y Borja Sainz, dos delanteros y un extremo, dejan vacantes tres plazas claves a reforzar: tres armas fundamentales para dotar de potencial sobresaliente al mecanismo del gol, que este trío de salientes han cubierto muy deficientemente en global (5 goles Giménez, 2 Nano y 2 Sainz en todo el año). En este bloque de jugadores de vanguardia han florecido solo 7 tantos donde, para bien del Real Zaragoza, se debería haber generado una producción superior a los 25 o 30 goles por su rol en el proyecto. 

Al margen de encontrar tres relevos con avales, garantías y percepción de progreso que dejen atrás el mal recuerdo de Giménez, Nano y Sainz, es preciso que Raúl Sanllehí vaya vaciando el vestuario de elementos sobrantes entre la treintena de piezas que ahora hay a disposición de Carcedo para seguir cambiando la cara a un Real Zaragoza que necesita una buena restauración para aspirar a algo más que salvarse del descenso a tercera categoría con los apuros de los dos últimos cursos. Sanllehí maneja el peor Zaragoza, en dos campañas seguidas, de la historia del club en el fútbol profesional. Lo dicen los datos y los números. No es necesario el subjetivismo para afirmar tal cosa. Otra cosa es que el manejo delicado de este género aconseje diplomacia, mano izquierda y una inevitable querencia a los tópicos para no herir sensibilidades desde dentro. Pero la ecuación de partida es sencilla: cuantos más futbolistas del actual plantel se queden de cara al año venidero más lejos estará la opción de mejorar el nivel que lleve al Real Zaragoza a la zona alta de la tabla.