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Exceso de responsabilidad

El Zaragoza acumula dos empates consecutivos ante rivales directos en partidos clonados en los que la presión ha sido su peor enemigo.

Zaragoza se enfrenta al Cartagena en la Romareda
Zaragoza se enfrenta al Cartagena en la Romareda
Guillermo Mestre

Hay demasiado en juego estas semanas: el futuro de una entidad que va camino de las nueve décadas –el Real Zaragoza cumplirá 90 años dentro de doce meses– y los futbolistas han entrado en la primavera con exceso de responsabilidad. Con la sensación de que están viviendo en su piel un momento que puede cambiar la historia moderna del club. Sabedores, conscientes de lo que hay en juego, los jugadores y el cuerpo técnico disputan los partidos con la mente cargada de compromisos y obligaciones. Con un mensaje tatuado a fuego: "No podemos fallar". Y no fallan... pero tampoco aciertan.

Se aprecia en los gestos, en las miradas, en las conversaciones dentro del campo que los futbolistas y Juan Ignacio Martínez saben lo que tienen entre manos. Una noticia positiva, sin duda. Sin embargo, esta bien entendida responsabilidad también está lastrando el rendimiento del grupo en las últimas jornadas. El Real Zaragoza juega con demasiada presión los partidos, con máximo miedo a errar. En las dos últimas jornadas, ante rivales de su liga, de su teórico nivel –el Logroñés y anoche el Cartagena–, el peor enemigo del Zaragoza ha sido el propio Zaragoza. Le ha faltado capacidad de asociación, finura en los metros finales, inteligencia en la definición... Le ha faltado aplomo. Madurez. Paciencia. Tempo. Y le han sobrado precipitación y prisas.

El vestuario tiene mucho respeto a perder ante un rival directo, sabedor de que no puede regalar más puntos a adversarios con los que pelea por la salvación. Le pasó en Logroño y le sucedió anoche ante el Cartagena. A falta de tres minutos para la conclusión, con 0-0 en el marcador, el mensaje que envió Juan Ignacio Martínez a sus futbolistas fue claro: les pidió calma, les demandó cabeza y les solicitó que no perdieran en el descuento lo que habían ganado durante 86 minutos.

A pesar de todo lo que hay en juego, el Zaragoza está obligado a quitarse de encima los nervios, la presión y el exceso de responsabilidad con el que está afrontando las últimas jornadas. Tiene que dejar de ser su peor enemigo si quiere ganar. Con empates ante los de abajo no es suficiente.

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