Tres entrenadores para un año convulso

César Láinez ha culminado la permanencia del Zaragoza mejorando los números de sus predecesores en el cargo, Luis Milla, que arrancó el año, y Raúl Agné.

César Láinez, Raúl Agné y Luis Milla.
César Láinez, Raúl Agné y Luis Milla.
Heraldo

El suspiro de alivio de la permanencia del Zaragoza desvela las dificultades de una temporada en el que un dato las explica por sí mismo: tres entrenadores han desfilado por su banquillo. Abrió la temporada Luis Milla, como apuesta decidida de Narciso Juliá y Albert Valentín, responsables de la dirección deportiva. Duró 11 jornadas. Le relevó Raúl Agné, otro movimiento impulsado por Juliá. Pero el equipo nunca se despojó de sus problemas de raíz: una plantilla con deficiencias graves, descompensada, con carencias posicionales y aventuradas apuestas por jugadores de bajo nivel o con arriesgados perfiles físicos. El Zaragoza siguió presentando los mismos problemas. Agné estuvo 19 jornadas. Saltó por los aires cuando ya no permanecían en la entidad ni Juliá, ni Valentín, que abandonaron el club al cierre del mercado de enero. El cambio de Milla por Agné no tardó en revelarse como insuficiente y equivocado: el Zaragoza siguió presentando la misma sintomatología de equipo con lagunas competitivas. El problema era de fondo, estructural, de composición de plantilla. Por ejemplo, cuando Milla salió del Zaragoza, tras la jornada 11, el Girona, ascendido ayer, solo sumaba un punto más. Y el Tenerife y el Cádiz, candidatos a subir vía ‘play off’, contaban con dos puntos menos que los aragoneses, en posiciones de descenso.

Tras la salida de Juliá, al nuevo director deportivo, Lalo Arantegui, no le quedó más remedio que zanjar la crítica situación del equipo con Agné y apostar, en una arriesgada decisión, por César Láinez. El movimiento de la dirección deportivo resultó vital. A grandes rasgos, el Zaragoza no mejoró su juego, por debajo de su epidermis permanecían sus problemas de fondo, apenas aliviados por el mercado de enero. Pero el equipo ganó musculatura competitiva, la suficiente, al menos, para sacar con Láinez el momento clave del año: la secuencia de partidos contra Elche, Almería, Mallorca y Mirandés. Ahí se salvó el Zaragoza. Las tres victorias con Láinez han llegado frente a los tres equipos que ya son de Segunda División B: ilicitanos, baleares y burgaleses. Ha sido bastante. Después, el Zaragoza no logró dar el salto de calidad. Estuvo cerca de hacerlo, contra el Getafe, pero allí se paró el crecimiento. Los viejos problemas reaparecieron y, en el último mes, el Zaragoza ha rendido con la reserva encendida, en modo supervivencia, viviendo de las rentas.

La piedra angular de la permanencia con Láinez ha sido la mejora de los números defensivos. El Zaragoza ha pasado de encajar 1,45 goles por partido con Milla o 1,36 con Agné, a 0,72 con el exportero. Ha marcado menos, 1 tanto por encuentro, que con el turolense (1,36) o el mequinenzano (1,21), pero es más fiable y seguro (5 porterías a 0 de 11).

Esto ha provocado que el Zaragoza de Láinez incrementara su pulso: de sumar el 39% de los puntos con Milla (13) o el 38% con Agné (22), a saltar hasta el 45% de Láinez, a falta de una jornada.

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