Real Zaragoza y Girona, una de dos

Ambos tienen hoy, mediante un empate, la opción de llegar a la última jornada con sus dispares objetivos cumplidos. Si no es así, tendrán una última oportunidad el sábado.

Zapater y Marcelo Silva, en la tarde del sábado al inicio del viaje a Gerona, el último de la temporada.
Zapater y Marcelo Silva, en la tarde del sábado al inicio del viaje a Gerona, el último de la temporada.
Toni Galán

Girona-Real Zaragoza. Es uno de los diez partidos que señala el programa de la 41ª jornada de liga de Segunda División para este domingo a las 20.00, en el campo de Montilivi (el Lugo-Levante, inerte, ya se jugó el viernes). Es el penúltimo choque de la campaña 2016-17, a la que solo le faltan 180 minutos de juego. La hora de la verdad. El no va más.

En esta cita en tierras catalanas, los locales pueden hacer historia y ascender por primera vez en su vida (casi 90 años) a Primera División. Y los aragoneses, por su parte, tienen a mano acabar con una  agonía de año, un vía crucis inacabable y insoportable, algo impropio de su historial, de su caché, de su categoría en el vasto escalafón del balompié español. Esto sería así si los de César Láinez lograsen consolidar al final de este partido en Gerona la permanencia en Segunda División un año más (que sería el 5º consecutivo tras el último descenso) y, sobre todo, en lectura en sentido invertido, evitar el descenso a Segunda B, sinónimo cruento de liquidación y desaparición como club.

Ambos equipos tienen dos opciones. O atinar con su propósito o, en caso de fallo, dejar los deberes para el último día. Porque, así es, aún restará la 42ª jornada, la definitiva, la final, el próximo sábado, día 10, a las 20.30. Así que, una de dos: o salen del campo con la alegría y el relax del éxito obtenido, o lo hacen nerviosos, aturrullados, agobiados y presos de la hiperresponsabilidad, lo que les llevaría a afrontar una semana, la próxima, de difícil digestión en el día a día.

Hay un marcador que alivia simultáneamente a los dos rivales: el empate. El punto que daría la igualada a ambos es suficiente para que el Girona suba a Primera ya mismo y para que el Real Zaragoza se olvide del peligro de despeñamiento a Segunda B. La 'X' en la quiniela abre la mecha a la fiesta histórica en Montilivi y en Gerona entera y permite a los zaragocistas respirar hondo, resetear sus cerebros y comenzar la enésima reconstrucción del plan deportivo de la SAD de cara al importante año que viene.

¿Se dará? ¿Es posible un planteamiento de no agresión en los tiempos que corren? ¿Habrá lupas de mil aumentos sobre Montilivi durante las dos horas de juego? ¿El discurrir del partido será en unos cauces de normalidad, competitividad y limpieza cristalinos, de manera que el empate que pueda darse no sea núcleo de crítica posterior de terceros?

Porque, esa es otra cuestión aneja que deriva de este pronóstico en las últimas fechas, que ha derivado incluso en que las casas de apuestas retiren este partido de sus parrillas de opciones de juego. Viene a resultar que, por tanto como se está hablando al respecto (declaraciones de los entrenadores inclusive, sobre todo las sinceras del local Machín, para quien "el empate sabría a gloria"), parece como que Girona y Real Zaragoza tengan prohibido empatar. Es como si, en cualquier circunstancia en la que este choque acabe en igualdad (0-0, 1-1, 2-2, 3-3...), ya deba considerarse que se trata de un resultado pactado de antemano.

Y eso no es así. Las estadisticas dicen que el Girona ha empatado este año 9 partidos, un 25 por ciento de los jugados. Y que el Real Zaragoza lo ha hecho en 13 casos, casi el 32 por ciento de los suyos. Los números afirman que 142 de los 440 partidos jugados en toda la liga (ya 441 con el del viernes en Lugo) terminaron en empates, o sea, más de un 32 por ciento (el Zaragoza está en la media, clavado). Llevado al mínimo común múltiplo, esto quiere decir que uno de cada tres partidos de esta peleada liga termina en empate.

Entonces... ¿pecarían Girona y Real Zaragoza si, por lo que fuera, su duelo de Montilivi acabase en tablas? En principio, no. En absoluto. De hecho, un empate en este partido, en cualquier otra jornada de la competición, sería observado con naturalidad. Como el del último desplazamiento del Real Zaragoza a Oviedo hace 15 días, o el del Girona en su campo ese mismo día (0-0) frente al antepenúltimo, el Alcorcón. Entonces, las lupas estaban de vacaciones, despistadas, metidas en los cajones. ¿Por qué ahora la valoración previa de un posible empate es diferente? Son las cosas del calendario y de los días D y las horas H para todo el mundo. 

Girona y Real Zaragoza acometen por segundo fin de semana un partido de disyuntiva. Una de dos: o consiguen lo que persiguen o deberán permanecer en la pelea hasta el último día, que aún está pendiente. Porque, recuerden ambos equipos vienen de tropezar y echar a perder el primer intento sobre su listón, como si esto fuera una final de salto de altura: los gerundenses perdieron 3-1 en Tarragona, cuando si ganaban estaban ya en Primera; y los zaragocistas empataron 1-1 ante el Rayo Vallecano en La Romareda cuando, si vencían, ya hubieran viajado salvados a la ciudad catalana este fin de semana.

Es la segunda intentona para ambos. Y los dos pueden flanquear la altura de la barra que los separa de su felicidad (en el caso del Girona) y de su alivio (en el del Zaragoza). Con un empate, hecho. Y, si no... el que gane ya habrá rematado la faena y, el perdedor, irá al último intento.

En Gerona huele a fiesta grande. Con el campo lleno a reventar. Con la ciudad volcada en un hito histórico. En el ámbito del Real Zaragoza, se desea acabar cuanto antes con el histerismo, porque urge empezar a replantear el futuro, en todos los aspectos de la vida de la SAD. Saben que van a estar de convidados de piedra en una fecha grande para el adversario, pero también confían en salir con la pedrea en un partido donde hay un marcador que es bueno para ambos. Caben las dos cosas: la euforia final de los catalanes y la misión cumplida de los aragoneses.

Así que, por encima de las cuestiones puramente futbolísticas, las de las tácticas, las alineaciones, las sustituciones y todo eso que, en época normal, suele rodear cualquier partido de liga, esta vez priman los aspectos relativos a lo mayor, a lo nuclear de este domingo 4 de junio: el ascenso del Girona y la salvación del Real Zaragoza. Lo demás, es absolutamente secundario, residual, mínimo.

A las 22.00, aproximadamente, la resolución de todo este foco de atención, de debates previos, de declaraciones frenéticas de unos y otros, habrá terminado. De una manera u otra. Y, una de dos: o habrá satisfacción al unísono en ambos vestuarios, o unos gritarán de alegría mientras los otros rumian su nuevo fracaso a la espera de una última bala en la recámara en seis días vista.

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