Ratón, el 30 en la espalda, el 25 en el acta

Cordero Vega, el árbitro en Cádiz, reseñó mal el número del portero del Zaragoza, adjudicándole dorsal del primer equipo.

El acta oficial del partido de Cádiz (izda.), con el dorsal 25 adjudicado a Ratón. A la dcha., captura del momento del 1-0, donde se observa con nitidez que el dorsal que lleva Ratón es el 30.
Ratón, el 30 en la espalda, el 25 en el acta
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Álvaro Ratón, el portero titular del Real Zaragoza desde hace mes y medio, suplente de Irureta al inicio del curso, porta en su indumentaria el número 30. Un dorsal que significa que el guardameta gallego tiene ficha del filial, decisión que en su momento, al cierre del mercado de verano el 31 de agosto, tomó el área deportiva de la SAD para componer el difícil puzle de la estructura de la plantilla respecto del límite salarial que marca la Liga de Fútbol Profesional a todos los clubes de Primera y Segunda. Sabido es que las fichas profesionales ocupan del 1 al 25 y que, a partir de esa cifra, se encuadran los futbolistas de los equipos filiales, convenidos o de categorías inferiores. 


Pues bien, si uno mira el acta del partido Cádiz-Real Zaragoza del pasado sábado, en la 17ª jornada, pensará -si no ha visto el choque y solo se deja llevar por los papeles oficiales- que Ratón jugó en el Ramón de Carranza con el número 25 en su camiseta y en la pernera del pantalón. En principio, un dato accesorio, con escasa relevancia, anecdótico incluso. Tal y como transcurrieron las cosas, en efecto, se trata de un detalle que no irá más allá del error arbitral en la redacción del documento que da fe de lo ocurrido en cada encuentro liguero y que queda para los restos en los archivos. 


Pero deja en evidencia que, la falta de atención de los árbitros a la hora de escribir los acontecimientos del partido en un acta, de vez en cuando es susceptible de provocar un lío mayor. Según Cordero Vega, otorgándole a Ratón el número 25, el portero del Real Zaragoza actuó en Cádiz como jugador del primer equipo. Agné, si hubiese sido el caso, podría haber utilizado cuatro futbolistas más con números superiores al citado 25, los del B (cuatro es el límite de la normativa, más de cuatro supone alineación indebida y el partido perdido, dado que siempre ha de haber en juego siete futbolistas con ficha profesional). El entrenador solo tenía a dos más en el banquillo, Xiscu (37), que salió en la segunda mitad, y Guti (28), que no llegó a saltar al campo. Además, dejó en la grada a Pombo (27), que también se había desplazado hasta Cádiz. 


Esta vez, el único riesgo de problemas para el Real Zaragoza hubiese venido en la hipótesis no consumada -por imposible- de que, durante el choque, hubiesen coincidido sobre el campo Ratón, Xiscu, Guti y Pombo y uno de ellos hubiera sido expulsado o hubiese acabado lesionado con los tres cambios ya llevados a cabo por Agné. ¿Qué habría pasado en este caso con el error de atención de Cordero Vega al adjudicar a Ratón erróneamente el dorsal 25 y no el suyo real, el 30? Mejor no pensarlo.


Estas pifias, casi siempre, son catalogadas de superfluas. Pero convendría que, en un gremio tan tiquismiquis en los pequeños matices, en el control de los más mínimos recovecos que ofrece el transcurso de un partido (la figura del cuarto árbitro da fe de ello), también se pusieran los cinco sentidos y más rigor en este tipo de cosas. Para exigir hay que demostrar lo mismo previa o simultáneamente en sentido inverso. Y ese acta de Cordero Vega no es rigurosa en su justo término. El dorsal, como la fecha de nacimiento en un DNI o el número concreto de un pasaporte, no debería tener espacio jamás para un error. El 25 es el 25. Y el 30, el 30.

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