Medio siglo ha pasado desde aquel 29 de mayo de 1966 en el que el Real Zaragoza de los Magníficos se proclamó campeón de la Copa del Generalísimo (hoy, Copa del Rey) por segunda vez en su historia. La competición arrancó en octubre de 2015 para los equipos menores. No así para los aragoneses, que debutaron -dieciseisavos de final- en el mes de abril goleando tanto en la ida (1-4) como en la vuelta (5-1) al Calvo Sotelo. Su camino prosiguió cómodamente en octavos y cuartos de final, eliminatorias en las que doblegaron sin excesivos problemas a Córdoba y Sabadell, respectivamente.

El primer hueso llegó en las semifinales, disputadas entre el 19 y el 24 de mayo ante el CF Barcelona. En la ida, ambos conjuntos firmaron tablas (2-2). En la vuelta, el Real Zaragoza logró imponerse por la mínima para acceder a la final, que se disputó solo cinco días después. Allí esperaba el Athletic Club de Bilbao de los Iríbar, Iriarte o Rojo, todos ellos futbolistas internacionales.

También hasta siete de los once escogidos por Ferdinand Daucik, entrenador checoslovaco que por aquel entonces dirigía al a la postre campeón. Yarza; Irusquieta, Santamaría, Reija; País, Violeta; Canario, Santos, Marcelino, Villa y Lapetra integraron la alineación del Zaragoza. En el minuto 26, Villa adelantó a su equipo; en el 41, el capitán Lapetra sentenció el partido. Así, se repetían los goleadores de la final que, solo dos años antes, había dado la primera Copa (2-1) ante el Atlético de Madrid. Por delante, a aquella mítica escuadra todavía le quedaban muchas tardes de gloria sin recompensa en forma de títulos. La Copa de Ferias había llegado ya en la campaña 1963-1964. Ante el Valencia CF, cuando los goles de Villa y Marcelino impulsaron al Real Zaragoza entre los grandes europeos.

Aquel tiempo pasó, y llegaron momentos buenos y no tan buenos. Descensos y ascensos como el que ahora se ansía. La leyenda de los Magníficos prevalece en la memoria.