​Empate postrero de Ángel para dejar las cosas igual

El Real Zaragoza desaprovecha una buena primera mitad, se hunde en la segunda y salva un punto con fortuna. El árbitro lo perjudicó.

Ángel anotó el tanto del empate tras entrar desde el banquillo
Ángel anotó el tanto del empate tras entrar desde el banquillo

Empate insuficiente. Feo en su formato. Útil, al final, porque el Real Zaragoza puntúa. Y afortunado porque, tras una horrible segunda parte del equipo aragonés, se llegó a los últimos 10 minutos con la derrota por 1-0 en el marcador. Ángel salvó con su gol postrero esta agria igualada, secundando así a Manu Herrera, providencial en infinidad de remates de los ponferradinos en la segunda mitad, en la que ellos merecieron la victoria por empuje, fe y ocasiones.


En definitiva, lo mejor para el Zaragoza fue el resultado en una tarde de contrastes en la que, además, pueden gritar a los cuatro vientos que el árbitro, el valenciano Ais Reig, perjudicó en varias acciones en el área local al equipo zaragozano. Hasta tres jugadas de penalti pidieron los jugadores de Carreras. Dos derribos sobre Dongou y otro que recibió Isaac segundos después del primero, en plena polémica. También solicitaron gol los aragoneses en una falta que sacó Ortí de rosca y que el portero Santamaría sacó a una mano, tal vez ya con el balón dentro. En ningún caso el colegiado se decidió a señalar nada de lo que los zaragocistas solicitaron con vehemencia.


La primera parte ya dejó un sabor agridulce para los zaragocistas. El paladar agradable lo provocó su absoluto dominio del juego, enormemente superiores en el manejo del balón, en la distribución táctica sobre el terreno y en la calma con la que se condujo en todo momento el ritmo del partido. La parte ácida la generó, obviamente, la falta de mordiente, la ausencia total de gol y la escasez de acciones de peligro ante la portería de Santamaría.


Supo a muy poco que el marcador del intermedio fuese el 0-0 inicial. El trabajo desarrollado sobre el buen césped de El Toralín por parte zaragozana mereció más premio, debió tener algún refrendo en forma de tanto en el marcador. Fue un partido extremadamente desigual en ese primer tramo, con una abrumadora posesión de los tomates (de nuevo el Zaragoza vistió su uniforme rojo) que, de manera lamentable, no se tradujo en nada lucido en el balance anotador ante la meta berciana.


Solo Dongou, en el minuto 13, probó a Santamaría. Fue un disparo desde la misma frontal del área, mordido, que botó antes de que el arquero local lo detuviera con ciertos apuros. La otra ocasión medianamente contabilizable de los aragoneses fue un remate fallido de Pedro, en el 25, tras un centro de Rico, que tras cierto alboroto en el área pegó en el central Raíllo y, por alto, fue a parar a las manos de Santamaría. El resto de las aproximaciones al área leonesa fueron fuegos de artificio. Penetraciones de Rico y Gil por la izquierda, o de Isaac y Pedro por la derecha, que nunca hallaron un centro potable para que un rematador avezado la metiera dentro. Faltó mucha precisión en esos últimos pases.


Atrás, en defensa, apenas sufrió el Real Zaragoza. Los de Rubén Vega salieron atenazados, metidos muy atrás, a sujetar su marco imbatido como premisa básica para intentar ganar a los aragoneses en alguna contra, en algún córner, en alguna jugada afortunada. No la encontraron en ningún instante en el discurrir de esos primeros 45 minutos. Guitián y el recuperado Cabrera pararon bien a Berrocal y Aguza y, además, sacaron la pelota jugada con seguridad. Por las bandas, salvo alguna percusión de Acorán a última hora, nada sucedió.


En la medular, Morán hizo un buen primer tiempo, bien secundado por un trabajador Dorca y por Javi Ros, menos vistoso que otros días. Fallaron las bandas. Pedro perdió demasiados balones. Y Gil, adaptado a martillazos por el exterior izquierdo, intentó pulular en combinaciones con Rico, pero no encontró un patrón que seguir y se perdió en demasiadas fases del juego.


Arriba, Dongou peleó muy en solitario. Intentó varias penetraciones, buscó algún remate en el área pequeña, pero no le llegó ningún pase con rigor, como los que le dieron el día del Alcorcón Rico o los esta vez ausentes Lanzarote e Hinestroza.


Los locales solo llevaron una vez el balón a las manos de Manu Herrera, que tuvo una fase plácida del partido. Berrocal cabeceó blandito un córner, ya en el minuto 43, y el portero madrileño atrapó sin dificultad en todo lo alto. Parecían muertos.


El descanso hizo de frontera. El Zaragoza necesitaba pólvora. Y la Ponfe, despertar de un letargo que sonaba a letal para sus necesitados intereses. Ninguno de los dos entrenadores hizo cambios y ambos esperaron unos minutos a ver cómo evolucionaban los acontecimientos. Y el novel Vega le ganó la partida a Carreras.


La Ponferradina se comió literalmente al Zaragoza. Ya en los primeros 20 minutos, los de Carreras se mostraron increíblemente apáticos, muy echados hacia el área propia. No salían al contragolpe. Ya no tenían la pelota en sus pies. Y los bercianos, acuciados por su posición de descenso, tocaron a rebato. Vega permutó el ataque. Colocó al mediapunta Aguza como extremo zurdo y éste volvió loco a Isaac. Caiado, por el centro, ayudó mucho a Acorán por el otro lado y Rico padeció como en sus peores tiempos. Hasta tres goles cantados falló la Ponferradina en ese efervescente arranque del segundo tiempo. Herrera hizo el mejor partido desde que está en el Zaragoza.


Entremedias, en la única salida al ataque de los rojos, Dongou quebró a los centrales y se metió en el área encarando a Santamaría. Pareció ser derribado lateralmente en el forcejeo. Mientras se protestaba ese posible penalti, la pelota le cayó a Isaac y, el defensor local que fue a quitarle el balón en el lateral del área, le tocó el tobillo y le hizo caer. Tonto, pero también fue penalti.


Aún estaba digiriendo el Zaragoza ese doble quebranto cuando llegó el 1-0. Era el minuto 70 cuando Acorán le ganó el pan a Rico en un pelotazo largo a espaldas de la zaga. Le metió el cuerpo, le ganó la posición, y se plantó solo ante Herrera. Su remate raso, perfecto, entró junto al palo derecho. La Ponferradina, a solo 20 minutos para el final, se ponía en ventaja con toda justicia.


Poco antes, Carreras había hecho ya dos cambios, aún con el empate inicial. No estuvo fino el catalán en el movimiento de fichas. Tal vez más errático que ningún día. Quitó a Ros, que sin estar al mejor nivel, es un cheque al portador en lucha y dinamismo. Y también sacó del campo a Pedro, cuando parecía pedir a gritos la sustitución el joven y agotado Gil, que acabó jugando todo el tiempo, contra lo que pedía el devenir del juego. Salieron Ángel y Diamanka que, eso sí, serían los gestores del 1-1 salvador a última hora.


Antes, Carreras se la jugó a la desesperada. Introdujo al punta Ortí por el central Guitián. Al abordaje. Lo primero que hizo en aragonés fue sacar una falta al borde del área cometida sobre Dongou. Su rosca salvó la barrera y se cantó gol. Santamaría voló hacia el palo derecho y, con una mano, de manera poco ortodoxa sacó la pelota hacia fuera. Los zaragocistas bramaron porque consideraron que el balón había traspasado la línea y era gol. Faltaban 11 minutos y se olía la tragedia en el campo de un equipo que estaba en puestos de descenso a Segunda B.


Del mal, el menos. Gracias a la fortuna, un balón largo sobre Diamanka (escorado a la banda derecha desde su salida) fue aprovechado por el senegalés para entrar en el lateral del área y brindar un pase perfecto para que Ángel lo desviara en carrera a bocajarro a la mallas de la Ponferradina. Quedaban aún 9 minutos y el tiempo añadido. Los zaragocistas corrieron para sacar pronto de centro. Aún creían en la remontada.


Pero su duende estaba extraviado. No volvieron a pisar el área leonesa. Al contrario, el serbio Djordjevic, fresco tras salir del banquillo, perdonó dos goles cantados y el Zaragoza pudo aguantar de milagro el 1-1 hasta el pitido final. En el primer remate del balcánico, en el 87, Manu Herrera rechazó con enormes reflejos en la misma raya, bajo palos. En el segundo, en el 88, la chilena en el área pequeña del ariete local se fue alta por muy poco.


El Real Zaragoza se marchó del campo cabizbajo, al unísono. Sabían que habían desaprovechado una magnífica oportunidad de ponerse a un solo punto del Alavés, del ascenso directo. Y, en tiempo real, también eran conscientes de que la globalidad del partido que habían hecho en Ponferrada, donde tanto había en juego, no había estado a la altura que requerían tamañas circunstancias. Aun así, el punto obtenido puede resultar crucial el 5 de junio, cuando se haga el arqueo de la caja en la clasificación. Es cuestión de seguir ganando partidos y esperar los rebotes de los demás, que se tiene la seguridad de que llegarán.


El segundo tiempo penaliza la actuación individual de todos los jugadores, a excepción del portero Herrera. Del notable o sobresaliente que algunos habían alcanzado antes del descanso, nadie pasó del aprobado raspado. Y, por supuesto, mención especial merece el árbitro, Ais Reig. Sus errores en el área ponferradina, en jugadas de máximo calado como son los penaltis o un gol que pudo haber entrado (esta era más de su linier, por supuesto), pueden dejar para la historia una actuación muy nociva para el Real Zaragoza.


Ficha Técnica


Ponferradina: Santamaría; Adán, Alan, Raíllo, Camille; Andy, Jonathan (Basha, 69); Acorán (Casado, 80), Aguza, Caiado (Djordjevic, 61); y Berrocal.


Real Zaragoza: Manu Herrera; Isaac, Guitián (Ortí, 78), Cabrera, Rico; Morán, Dorca, Javi Ros (Ángel, 63); Pedro (Diamanka, 69), Sergio Gil; y Dongou.


Árbitro: Ais Reig (Comité Valenciano). Amonestó a Dorca (47), Berrocal (59) y Adán (77).


Goles: 1-0, min. 70: Acorán. 1-1, min. 81: Ángel.


Incidencias: Tarde primaveral en Ponferrada, con 15 grados y cielo despejado durante toda la jornada. Césped en buen estado. En las gradas de El Toralín, una de las mejores entradas de la temporada, con 8.000 espectadores. De ellos, casi un centenar llegados desde Zaragoza, la mayoría en el viaje organizado por la Federación de Peñas del Real Zaragoza.

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