​Extraño punto

El envite del Carlos Belmonte dejó una sensación difícil de descifrar en el paladar zaragocista.

Se pudo sentenciar en el arranque. Se pudo perder en la recta final. Pero se acabó empatando. El choque del Real Zaragoza en Albacete fue extraño desde un inicio. En primer lugar, por la inesperada alineación que presentó de partida: sin jugadores que se desenvuelvan de manera natural en el centro de la zaga, donde Lolo y Rico hicieron lo que buenamente pudieron, y con Galarreta como centrocampista más retrasado.


Al vasco lo acompañaron Pedro y Eldin. Fue este último quien inauguró el electrónico con una soberbia volea que, tras rozar en un zaguero manchego, acabó en gol después de trazar un precioso arco sobre el meta local. El balón se lo sirvió Borja Bastón, notable esta temporada por resolver en el área chica, desde el flanco zurdo. También esa circunstancia fue poco convencional. El Zaragoza gozó entonces de un par de buenas ocasiones para ampliar distancias y olvidarse de las estrecheces en defensa, pero la pólvora parecía mojada.


Comenzó entonces a acusar el atrevido planteamiento de su técnico y cedió terreno ante el centro del campo castellano. Su líder indiscutible fue Cidoncha, conocido por la parroquia zaragocista por su desnortado paso por el conjunto aragonés. Otra coyuntura poco esperada (si bien hay que reconocer que el joven centrocampista ha crecido y mucho a las órdenes de Luis César Sampedro).


Precisamente un taconazo del exzaragocista se tradujo en el tanto del empate. Las buenas sensaciones tras el gol de Eldin se diluyeron con este primer mazazo y el sufrimiento se abrió paso entre la parroquia zaragocista.


El segundo tiempo amaneció con la entrada de Jaime, que se convirtió en protagonista absoluto del bando aragonés. Nada más saltar al terreno de juego vio la tarjeta amarilla. Luego reestableció las tablas, después de que Cidoncha adelantara a su equipo. Y, finalmente, el extremo vio la segunda amarilla en apenas media hora de juego. Un lapso de tiempo poco habitual en un delantero.


Y el Zaragoza acabó encerrado en su propio campo, evitando a duras penas las continuas acometidas manchegas. La aportación de Vullnet Basha, que saltó al césped en el último tramo, fue mínima, y el control del esférico seguía siendo del conjunto local. Su falta de acierto fue decisiva en el resultado final de un extraño choque.