¿Por qué los futbolistas hablan tan bien de Catar?

Los petrodólares compran el silencio y promueven discursos halagüeños con un país alejado de los estándares democráticos.

Centro de Convenciones y Exposiciones de Doha donde se concentran los servicios de para los aficionados
Centro de Convenciones y Exposiciones de Doha donde se concentran los servicios de para los aficionados
Alberto Estévez

La fabulosa riqueza de Catar, derivada del gas y el petróleo, ha permitido a sus clubs de fútbol atraer a estrellas como Hierro, Raúl, Xavi o Guardiola, que pueden dar un último pelotazo -nunca mejor dicho- antes de retirarse. Cuando Xavi era entrenador del Al-Saad, manifestó que el sistema de Catar funcionaba mejor que el de España. Aquí había "presos políticos" como Junqueras. Mientras que el emirato catarí, aunque no era formalmente una democracia, tenía muchas ventajas, como la tranquilidad o la seguridad: "La gente es feliz".

Sin duda Xavi se refería a los 330.000 cataríes que solo conforman el 12,5% de la población. Para ellos hay becas de estudio, ayudas para la vivienda y sueldos de 8.000 dólares. Con el estómago lleno, la población nacional no exige reformas democráticas. La paz social se compra. Xavi vivía en núcleos residenciales de la élite, sin contacto con el grueso de los habitantes del país. Pero hubiera bastado que preguntara a un taxista indio para saber que sus ingresos no llegan a 400 dólares al mes. O a algún albañil nepalí para que le informara de que carecía del derecho a huelga o Seguridad Social.

Ciertamente, Catar es mucho más abierto y tolerante que sus vecinos, como Arabia Saudí. Existe un canal de radio -Al Jazeera- que exhibe un cierto pluralismo y, aunque el adulterio y la homosexualidad están prohibidos, hace tiempo que no se ajusticia a nadie. Pero para que cale una imagen de modernidad y respeto a los derechos humanos, hacen falta personalidades que actúen de altavoces. Así, para Guardiola, Catar "es un lugar muy seguro" donde "la gente tiene libertad". No extraña que el técnico catalán fuera elegido para ser embajador de la candidatura de Catar para el Mundial 2022.

Un difundido refrán afirma que no hay que morder la mano que te da de comer. El apoyo a Catar puede ser visto como un acto de servilismo o de agradecimiento y aun de sincera manifestación de que el país está en el buen camino. Pero, sin duda, es relevante no solo cuánto te pagan, sino quién efectúa el desembolso.

Durante años, al Real Madrid se le acusó de ser el "equipo del gobierno" por sus conexiones con el poder centralista, algo con lo que Xavi y Pep estarían de acuerdo. Curioso que Xavi acabara en el Al-Sadd, que constituye algo así como el Real Madrid catarí. El Al-Sadd es el más poderoso y el que más títulos de liga ha ganado. Florentino Pérez está muy bien relacionado con el establishment mediático, económico y político, pero no tanto como el propietario del Al-Sadd en Catar, que es, ni más ni menos, el hermano del emir Tamim, el jefe del Estado que concentra el poder absoluto.

La contradicción de Guardiola

Guardiola defendió en su día que el Barça luciera en sus camisetas el patrocinio de 'Catar Foundation', que dirige la madre del emir -la jequesa Moza-, y por el cual el club culé recibió 165 millones. También el Real Madrid vendió su espacio de las camisetas a la aerolínea Emirates por 261 millones. Ni a los clubs ni a los jugadores se les plantea ningún dilema moral. La pela es la pela. Xavi ganaba 10 millones de dólares al año como técnico del Al-Sadd y Guardiola es el mejor pagado de la Premier. Sus más de 21 millones de euros los abona otro jeque multimillonario, el príncipe Mansour bin Zayed Al Nayahan. Como el dueño del Al-Sadd, también el propietario del Manchester City es un hermanísimo, en este caso, del que fuera presidente de Emiratos Árabes Unidos y emir de Abu Dabi.

Guardiola lució en su día un lazo amarillo en apoyo a los 'presos políticos', pero no dice ni mu sobre los que se pudren en las cárceles de Abu Dabi o Doha, detenidos arbitrariamente mediante órdenes judiciales que no pueden recurrirse. Está en su derecho al criticar las deficiencias de una judicatura que a menudo no es ejemplo de la deseada separación de poderes, pero en los países del Golfo -incluyendo Catar, Arabia Saudí o Emiratos Árabes-, los jueces son nombrados directamente por el emir. Y la crítica a la religión, al sistema político o a la familia real se paga con entre cinco y diez años de cárcel, según el país.

Todos tenemos algo de incoherencia: denunciamos ciertos asuntos y callamos otros. Un colega universitario me dijo que solicitara trabajar en el 'Doha Institute For Graduate Studies', donde tienen un programa de Sociología y Antropología con profesorado extranjero muy bien remunerado. Claro que entonces, igual no escribía artículos como este.

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